jueves, 3 de noviembre de 2011

CESAR MARCOS, POR LILA PASTORIZA.



N° 758 - César Marcos, atizador de fuegos
‹ - | 2 de Noviembre de 2011 ≈ 16:05 |

Por Lila Pastoriza

César Marcos fue uno de los principales artífices de la Resistencia Peronista. Personaje de múltiples facetas, autodidacta, fue, entre otras cosas, frutero en el mercado de Dorrego y asesor de John W. Cooke, suboficial del Ejército, escribiente de terceros y, en especial, formador de militantes e intelectuales. Para la mayoría del público su vida y su muerte pasa desapercibidas.

Este luchador popular fanatizó su actividad en charlas, discusiones y tertulias políticas, casi sin dejar testimonio escrito. En las páginas que siguen se reconstruyen aspectos claves de su historia a través de la memoria de sus compañeros y amigos documentos y cartas personales.

- El mayor mérito de la Resistencia fue que logro evitar otro Caseros. Consiguió mantener y trasmitir la pequeña llamita, que el peronismo no se cortara, y eso nos ahorró medio siglo o más (César Marcos, 1972).

Cuando el golpe militar de 1955 derribo al gobierno peronista, César Marcos había transitado más de la mitad de su existencia.

Seguramente nunca antes sospecho lo que vendría: que la vida podía darse vuelta ( ese mundo sin peronismo donde todo cambió, la gente, los hechos, el trabajo, el aire, el sol) y, menos aún, el papel que le tocaría jugar: protagonista central de la Resistencia, iniciaría esa etapa a los 48 años.

- La Resistencia nació el día que cayó Perón, dirá luego. Irrealidad y pesadilla la de esos tiempos… El 16 de junio, las bombas, los camiones, la gente gritando, la masacre, el coraje, la impotencia de aquel milico que disparaba con su 45 a los aviones… O el 19 de septiembre, cuando, muertos de hambre, llegaron con el Bebe Cooke a Santa Fe y Junín, y vieron que en los balcones la gente brindaba con champán y súbitamente Buenos Aires pasó a ser una ciudad extranjera. El cielo entero se nos vino encima. De repente todo se volvió anormal. Como fue anormal, absurda, alucinada, la odisea de la resistencia. Pigmeos contra gigantes…

Una odisea que despunto en las barriadas con los muchachos pinchando los neumáticos, se contagió por guiños y tonadas, se plasmo en la PV del Perón Vuelve adueñándose de las paredes hasta llegar, a puro fervor, a esa -etapa superior del mimeógrafo que alumbro boletines y panfletos.

- EL GOLPE NOS AGARRÓ COMO RECIÉN NACIDOS…

Después del cuartelazo de junio, Perón designó a John William Cooke interventor del Partido Justicialista de la Capital. En la febril actividad del local de Riobamba y Cangallo, el Bebe y Marcos diseñaron el mínimo aparato destinado a enfrentar la inminente clandestinidad.

- Cooke fue el único dirigente que, sin pérdida de tiempo, constituyó un Comando de lucha en la Capital que confió a Lagomarsino y Marcos mientras él estuviera en la cárcel…, dirá Perón en carta a Leloir.

Así surge el Comando Nacional Peronista, paradigma de la intransigencia, cuyo Manifiesto del 24 de febrero del ‘56 levanta una consigna -la vuelta incondicional del General Perón- que prenderá y será bandera.

Junto con Raúl Lagonarsino (que reemplaza a Cooke ya preso) y Marcos, estarán Tristán, de metalúrgicos, Héctor Saavedra, del Frigorífico, Salvador Buzetta, Osvaldo Morales y otros, en aquellas horas, cuando todo debía ser aprendido.

Salvo pocas excepciones, no hubo figuras de primera y segunda línea en la Resistencia, -Del 55 al 58 lucho el pueblo y solo el pueblo, afirma Marcos. Los dirigentes, o fueron detenidos (muchos) o se borraron (la mayoría).

La CGT hizo lo suyo: recomendó paz, silencio y tranquilidad. -La llamamos
CGT negra, como designaban los anarquistas a las instituciones oficialistas.
Abandonaba todo, el peronismo incluso, con tal de mantener su aparato…,
evoca Marcos.

El local de Riobamba funciono a pleno hasta que lo cerraron, en noviembre. -Fue entonces que comenzaron a formarse los grupos clandestinos -relata Saavedra- organizados por Buzetta y César, ambos muy claros ideológicamente.

La primera vez que lo escuché al Viejo habló durante cuatro horas. Mao,
Trotsky, la guerra de guerrillas, todas cosas nuevas para mí. Y ahí nos
entramos a formar…

LEER EN LA TERRAZA

Doña Emilia era hija de campesinos asturianos. Vino a la Argentina muy joven. A los 17 años tuvo a César y poco después a Juanita. Mamá, pobrísima y analfabeta cuando llegó, creía que lo único útil en este mundo era saber.

No sólo aprendió ella a leer y escribir sino que nos enseñó, y ya sabíamos
hacerlo al entrar al colegio, recuerda su hija. Muy inteligente, tesonera, orgullosa, Emilia será tenazmente rescatada por César como vieja luchadora. Trabajaba por horas, lavaba, planchaba. Vivían en piezas alquiladas en casas de familia, siempre en el viejo Palermo o, por Gorriti, por la Rivera de entonces (hoy Scalabrini Ortiz).

Acosados por la pobreza, la lucha diaria era contra el frío y el hambre. En el Colegio N 10, de la calle Pringles recitaba de memoria la historia de Grosso.

Leía de todo -Creo que nació leyendo, que salió de la panza con un libro,
ironiza Juanita. -Gracias a él, muy chica conocí a Wilde, Shaw, Salgari y
Anatole France, que era su pasión. Siempre contaba que a los 12 años leía a
Marx en el tranvía.

Emilia lo mostraba. -No lo expriman, no le gasten el cerebro, repetiría. El se instalaba a leer en el techo, junto al tanque de agua, y ella le cebaba el mate que, acomodado en un balde, César hacía subir con una cuerda. -En realidad, siempre fue un malcriado -precisa Lagomarsino-, a veces pienso que su hábito de leer provenía, en parte, de lo molesto que le resultaba moverse.

Terminados los estudios primarios -los únicos que curso- comenzó a trabajar con un puestero en el mercado Dorrego para luego instalarse allí como frutero. Pero ni el trabajo ni el dinero le atraían. Hacia la crisis del ‘30, el Ejército aparece como posibilidad de supervivencia.

Allí se engancha luego de la conscripción. -Voy a seguir en el Ejército -escribe a su tía Ina-, total, sueldo seguro, jubilación y poco trabajo. (…) Con un par de pesos para darme un gusto, un buen libro y una pebeta que me quiera, el mundo es mío. (…) En casa, como siempre, comemos poco, pero, divertirnos, nos divertimos (…) ¿Andar detrás del dinero? ¡Cualquier día! Es bueno sólo cuando se sabe gastarlo… -

A los 20 años ingresa en la Compañía de archivistas ciclistas que fue donde, al parecer, escribió para otros por primera vez. El beneficiario fue el Coronel Cernadas, un oficial que le tenía mucho aprecio, y luego, otros militares.

Según Lagomarsino, esta función le dificulto obtener el retiro. -Es que lo
necesitaban, estaban encantados. César les escribía cartas, documentos y
discursos. Tuvo un jefe cuya única tarea era ordenar lápices, gorras,
etcétera y marcar, en una lista, posibles ascensos de su grupo. César le
llevaba pilas de papeles escritos. El jefe les medía márgenes con su regla
(debían ser de ocho centímetros) y los pasaba uno tras otro. Jamás los leía. César pidió el retiro cuatro veces antes de lograrlo.

TIEMPOS DE NACIONALISMO

A los 27 años, cuando se casa con Ana Opfer, una hermosa y dulce polaca a la
que transformara en eximía tanguera, César Marcos militaba en el nacionalismo. -Mi madre era judía y papá - que pese a su catolicismo debió
aceptar el rito de ella - la arrastraba, ya en tiempos de la guerra, a los actos neutralistas, relata Púpele (muñequita en idish), su hija Mercedes Raquel Emilia le puso él, aunque la llamó siempre Ñusta, (princesa Inca). Cuando después del golpe del’76, su yerno Mario Kestelboim es incluido por los militares en el Acta Institucional, todos deben irse. -¿Sabés amorcito, cómo figurabas en los papeles de CONAREPA? Como -la vinculada del interdicto-. Decide, ¿no es un lenguaje obsceno? escribiría César a su hija.

En los largos años del exilio el le enviará larguísimas cartas escritas a mano, con esmero, dibujos, poemas e historias. -Antes, Púpele, nuestro silencio era ternura. Pero ahora me emociono de recuerdos y distancias, dirá, para explicar su efusividad.

1944. Marcos asume como titular de la Dirección General de Espectáculos
Públicos. Ya se ha retirado del Ejército. Mientras aun estaba allí se desempeñaba simultáneamente como sargento ayudante y secretario del
Instituto Cinematográfico del Estado. -Por entonces era un entusiasta militante nacionalista y uno de los primeros afiliados al Instituto Juan Manuel de Rosas -relata su presidente. Alberto Contreras-; lo conocí en el 35 y ya era un hombre de gran capacidad, muy modesto, a quien muchos pedían que les escribiera. Y lo hacía. Pero lo más notorio era su poder de convicción, como lo demuestra el caso de Cooke. Cuando conoció a César era unitario y rupturista. El lo convierte y el Bebe se lo lleva de asesor a la Cámara. Lo quería y respetaba.

Marcos elaborará todo el trabajo sobre la oposición al Acta de Chapultepec,
impulsada por los norteamericanos, que Cooke expondrá brillantemente en
Diputados, en disidencia con su bloque.

-SE DIVERTÍA COMO LOCO…

-Mi viejo solía decir que él fue peronista antes de Perón, recuerda su hija. -En un momento, junto con muchos compañeros, encontramos que el peronismo estaba en nuestra línea. Y entonces lo seguimos, reafirmaría el mismo. Al parecer, se vinculó a través del Bebe, cuya casa de la calle Santa Fe frecuentaba asiduamente. En esa época conoció también a Ricardo Guardo a
quien, años después, escribiría un libro, Horas Difíciles.

Por entonces, el serio y atildado Guardo sufría en carne propia las consecuencias de ese activismo bullicioso, alegre y desenfadado, de César y sus amigos. Como aquella vez en que estamparon su firma en una solicitada y el viejo Sánchez Sorondo lo retó a duelo, reemplazándolo su hijo Matías, campeón de florete. Guardo se pasó toda la noche, pálido y estremecido escuchando las lecciones de esgrima de un profesor alquilado mientras César y el Bebe le escribían epitafios y entre carcajadas lo acompañaban, ya en la madrugada, al campo de honor.

En aquellos primeros tiempos de gobierno peronista, César vivía en un departamento alquilado en la calle Azcuénaga 71. Plata había poca y cuando aparecía, César la gastaba. -Una vez que lo indemnizaron se compró el almacén. Llegó muy alegre, con varias copas y un peón que traía de todo. No le quedó un peso. Absolutamente inútil para las tareas manuales, gran charlista, le gustaba beber y fumar. Y, mucho, las mujeres.

Hacia 1950 se separa de Anita y se va a vivir a un departamento de Villa
Luro (que llamaban -la URSS por lo lejano); los libros, que se apilaban por
doquier, sostenían la gran cama con espejos. Una lámpara reemplazaba al
timbre. -Cuando fue allá andaba enamoradísimo. Y durante días, se encerraba a leer.

-Como se había empeñado en hacer de mi un hombre culto (yo era fabricante de sombreros) mi tarea en la URSS era leer y hacerle resúmenes, recuerda Lagomarsino.

Pese a haberse divorciado con la ley dictada por Perón, una y otra vez regresará con su Aniuska. Sin renunciar claro a sus grandes amores, como el
que vivió durante años con -Champa, una enfermera y militante de la Resistencia.

Desalojado de Azcuénaga, sus amigos le ayudan a comprar un departamento en Cangallo y Billinghurst. Allí muere Anita, en 1972. En esa casa, con un balcón atestado de flores, pasará César los últimos quince años de su vida. Lo acompañarán sus libros, los cuadernos y papeles que llena en las noches insomnes y una mujer, Irma. Es donde permanece en los años de plomo cuando el exilio de su familia, sumado a la ausencia y desaparición de muchos
compañeros y amigos lo sume en profundas depresiones. Pero ni sueña con
irse.

Seguirán viniendo los viejos camaradas y llegarán, pese a los malos tiempos, otros nuevos, las cartas, los que vuelven.

FIN PRIMERA PARTE
AGENCIA DE REFLEXION, GENTILEZA DE nomeolvides.org

Prof GB

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