martes, 19 de febrero de 2013

LOS DILEMAS DE LA OPOSICION POR HERNAN BRIENZA.

Dilemas de la oposición Por Hernán Brienza Las elecciones legislativas de este año plantean más desafíos a la oposición que al gobierno nacional. Los partidos opositores, que no encuentran un referente propio, tienen que demostrar a qué sectores de la sociedad representan y si son capaces de elaborar una propuesta consistente. La mayoría de los medios de comunicación opositores plantean el escenario político del 2013 como un tablero en el cual es el gobierno nacional quien se juega el todo por el todo. En la especulación que hacen los principales analistas políticos, estas elecciones legislativas de medio término pondrían en juego la legitimidad del kirchnerismo –confirmaría o mermaría el histórico 55 por ciento en el 2011- de cara a los próximos dos años de gestión. Es más, los más osados elucubran planes jamás enunciados por Cristina Fernández de Kirchner respecto de una supuesta reforma constitucional para asegurar la re-reelección presidencial. La estrategia de plantear estas elecciones como fundamentales para el gobierno responde a una necesidad política por parte de la oposición, de tapar sus propias deficiencias por un lado, pero también, y he aquí, el principal objetivo de los factores reales de poder, de quitarle gobernabilidad a la administración actual. Mi opinión personal es que las legislativas de este año no son fundamentales para el gobierno nacional pero sí son definitorias para los sectores ligados a la oposición. Es sabido que las elecciones de medio término tienen resultados más laxos que las presidenciales. La razón es sencilla: en los comicios por cargos ejecutivos quien gana se lleva todo el premio, por lo tanto suelen presentarse pocas opciones, polarizadas, y los votantes suelen apostar al seguro ganador o en contra de la opción aborrecida. En las elecciones legislativas, con sistema electoral de representación proporcional, en cambio, el resultado suele ser más descentralizado; la razón es sencilla: el votante suele “darse el lujo” de emitir sufragios menos “responsables” y se permiten licencias estéticas e ideológicas para componer parlamentos más pluralistas. Pese a todo esto, y salvo que ocurra algún imponderable, el gobierno nacional no parece que fuera a sufrir ningún sobresalto electoral y seguirá obteniendo una mayoría abrumadora de votos respecto de las demás opciones políticas. Por esa razón la pelota política está en la cancha de la oposición. Primero, porque las elecciones legislativas, generalmente, favorecen a las opciones contestatarias. Segundo, porque otra vez los jugadores opositores se encuentran atrapados en el mismo dilema de siempre: si forman coaliciones disuelven sus propias ambiciones sectoriales; mientras que si van separados para definir quién será el jefe de la oposición en el período 2014-2015 pierden fuerza frente al complejo de unidad que plantea el kirchnerismo. Además, las supuestas posiciones ideológicas irreconciliables elevan el costo de la unificación opositora como lo demostró el tristemente célebre Grupo A. En este marco, Hermes Binner se diluye entre los problemas de corrupción que acosan al socialismo santafesino a través de la Maldita Policía, su propia edad y los “tuits” inentendibles. Mauricio Macri queda anegado entre la pérdida de su buena imagen por culpa de su mala gestión y de su falta de proyección nacional. José Manuel De la Sota no puede perforar su clientela cordobesista y, ahora deberá enfrentar elecciones en las que no será apoyado por el kirchnerismo. Elisa Carrió amenaza con volver al ruedo para ver si puede levantar el 2 por ciento de las últimas elecciones. Por último, Francisco de Narváez, decae en imagen tras demostrar que sólo “sabe hacer un guiso” si la olla está vacía, la hornalla apagada y el libro de recetas macrobióticas que desaprueba los guisantes. Respecto del Colorado resulta llamativo que para construir un hecho político deba recurrir a una solicitada paga, la crispadora consigna “Ella o vos”, y no a una entrevista cualquiera o una simple operación de prensa. La constante sangría de sus diputados habla de su actual soledad política y de su falta de oportunidad para irrumpir en escena. Por último, el radicalismo continúa con su maraña hasta ahora insalvable y Hugo Moyano está tratando de conseguir avales para presentar su flamante partido en al menos una provincia argentina. Es por estas debilidades estructurales que estas elecciones son decisivas para la oposición. El gobierno nacional sólo debe seguir gobernando, perdón por el galimatías. Los partidos opositores, en cambio, tienen que demostrar si todavía tienen sentido sus propias existencias, en términos figurativos, claro. Es decir, a qué sectores de la sociedad representan en términos reales. Porque, hasta ahora, ningúna opción política parece haber podido acaparar el descontento de los sectores caceroleros. Télam GB

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