domingo, 25 de agosto de 2013

Quien quiera oír que oiga Por Francisco Balázs fbalazs@miradasalsur.com

En la reunión del Consejo de las Américas que se llevó a cabo el jueves pasado en el Hotel Alvear, bajo la consigna “Argentina: perspectivas económicas y políticas”, y ante un auditorio conformado por lo más granado de los representares del poder económico, el candidato a diputado Sergio Massa realizó un discurso con declaraciones puntuales y precisas acerca de su visión y proyecto de país, propuestas y soluciones, muchas de las cuales ya había adelantado, en parte, tres semanas atrás, en el mismo coqueto Hotel Alvear y ante un auditorio muy similar reunido por el Consejo Interamericano de Comercio y Producción (Cicyp), al mencionar, entre otros puntos, la necesidad de reinsertar a la Argentina en el mundo, restablecer un sistema de seguridad jurídica (llamativa la reiteración del prefijo re), regresar a un sistema de jubilaciones privadas, y reintegrarle aire a la actividad agropecuaria (léanse replantear las retenciones). Volviendo al jueves pasado, las esperadas y reclamadas definiciones de Massa sobre los ejes centrales de su proyecto político y económico fueron presentadas, en esta oportunidad, sin metáforas y de manera directa, tal como se le habla al poder económico. No recurrió a ejemplificar sus ideas a través de fábulas botánicas: no habló ni de semillas, ni de árboles, ni de germinaciones y riegos. Puntualizó, con claridad, cómo reinsertar al país dentro del sistema neoliberal. En su diagnóstico, recurriendo al cancionero habitual que suena como la más maravillosa música para los oídos de ese tipo de auditorio, enhebró uno por uno los ejes más sensibles en la prédica inscripta en la tradición liberal vernácula. Explicitó su posición sobre el papel del Estado como síntesis ordenadora del pensamiento duro del neoliberalismo. En esa dirección apuntó a luchar contra el Estado “abusador” afirmando que “la arbitrariedad, la presión y el abuso de poder por parte del Estado se transforman en algo corriente”. Continuó, en ese orden, al pedir crear herramientas legislativas para reconstruir “la confianza a partir de reglas claras que atraigan inversiones”, “Ni ajuste, ni devaluación, el camino es la inversión y el desafío es construir confianza”. Respecto de cómo implementar sus propuestas no hubo precisiones, se explican por sí solas en sus enunciados y sus efectos y costos sociales son bien conocidos. Mas adelante, en otro tramo de su intervención, con discurso propio de campaña presidencial, Massa recurrió a otros de los postulados más complejos inscriptos dentro de los axiomas de la conciliación y pacificación nacional: “El desafío que tenemos después de 30 años de democracia es dejar de mirar para atrás”. Otra síntesis de cómo tramitar las tensiones políticas, económicas y sociales que se pusieron en juego en los últimos diez años. Ninguno de los fragmentos del discurso de Massa aquí citados puede considerárselo tomado fuera de contexto. Son, en sí mismos, parte de un único discurso que no cambia, se lo tome o lea en el orden que sea. La estrategia de Massa durante la campaña de las PASO se basó en no marcar diferencias sustanciales respecto del camino emprendido desde el año 2003. Esto le costó que lo empezaran a correr por el lado de no mostrarse lo suficientemente opositor y hasta de pretender mostrar al Frente Renovador como una suerte de neokirchnerismo. Ante este tipo de auditorios lo que se espera de él es, justamente, lo contrario, y allí fue, como cierre, la siguiente definición: “Es importante entender que la Argentina tiene que dar un paso distinto al que estuvo dando en los últimos años”. La versatilidad discursiva de Sergio Massa ante cada auditorio al que se dirige puede inscribirse en el concepto de “líquido” definido en varios de los textos del sociólogo polaco Zygmunt Baumann, para explicar los fenómenos y tipos de relaciones sociales establecidos en la modernidad que fluyen sin la solidez de lo perdurable. El discurso líquido llevado a la política permite la adaptabilidad que requiera dependiendo el envase al que se dirija. Hablar y no callar. En la reunión del miércoles en Río Gallegos, en la que la Presidenta convocó a empresarios, banqueros y sindicalistas a una discusión abierta, Cristina les propuso a los allí presentes que dijeran todo lo que tenían que decir, y que con total libertad expresaran sus críticas, observaciones y propuestas acerca del rumbo de la economía, y de los intereses de los trabajadores. De acuerdo con lo que se lee y escucha periódicamente en los medios opositores, reproductores permanentes de las supuestas críticas al gobierno nacional, la invitación a expresarse frontalmente en ese ámbito era la oportunidad para que todo lo que esos medios atribuyen a dichos de empresarios fueran expresadas abiertamente a fin de enriquecer el debate y las propuestas. Ninguno pronunció una queja, un reclamo, que estuviera en sintonía con el “clima de descontento” que reina entre los empresarios y trabajadores. Todos reconocieron los datos de recuperación económica que expresó la presidenta. Discutieron alternativas para modificar el mínimo imponible del impuesto a las ganancias en la cuarta categoría y una eventual, y luego descartada por la Presidenta, propuesta de gravar la renta financiera en los plazos fijos para compensar su impacto en la recaudación. La convocatoria quedó resumida, por parte de los principales empresarios y sindicalistas, en el buen clima y coincidencias que imperaron en la reunión. Los encuentros continuarán en mesas de debate sectorial que se realizarán cada veinte días. El debate, tantas veces reclamado por estos sectores, permitirá discutir cuáles son las alternativas que el empresariado y los representantes del trabajo demandan en los medios de comunicación, blanqueen sus posiciones, y salgan del discurso ambiguo con el que se refieren al actual modelo económico y social.

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