sábado, 28 de septiembre de 2013

28 DE SEPTIEMBRE DE 1951: FRUSTRADO ALZAMIENTO DEL GENERAL MENÉNDEZ CONTRA EL GOBIERNO CONSTITUCIONAL DE PERÓN.

El general Benjamín Menéndez apellido que luego se hizo conocido entre represores de oficio e ineptos gobernadores de las Islas Malvinas, hizo un intento fallido de derrocar al gobierno Peronista. Dos líneas conspirativas en el ámbito castrense estaban ya en camino hacia 1951. Una estaba liderada por el general Eduardo Lonardi, que revistaba en Rosario y la otra por el general (R) de caballería Benjamín Menéndez. Ambos habían obtenido promesas de apoyo de políticos cuyos partidos no podían tener esperanza de ganar las elecciones en comicios libres y democráticos. Lonardi había recibido la visita de radicales como Miguel Ángel Zavala Ortiz -que después no tendría ningún recato en bombardear a la población civil desde un avión en la sangrienta jornada del 16 de junio de 1955- y del socialista "Americo Ghioldi. Por su parte, Menéndez mantuvo reuniones con el demócrata progresista Horacio Thedy, el demócrata nacional conservador Reynaldo Pastor y dirigentes radicales como Arturo Frondizi. El mediocre de Lonardi y el inepto de Menéndez mantuvieron dos encuentros secretos sin llegar a ningún acuerdo. Finalmente el mediocre de Lonardi, al haber sido advertido por sus movimientos sospechosos por el entonces ministro de Guerra, Franklin Lucero, y no tener la certeza de contar con efectivos suficientes y, además, observar que el impaciente de Menéndez, sin mayor análisis , se disponía a encabezar el golpe, se bajo de toda acción, concediendo libertad a quienes lo apoyaban para que se plegaran al general belicoso. El movimiento se pronunció el 28 de septiembre en la Escuela de Caballería de Campo de Mayo. Fue un fiasco. El pronunciamiento de Menéndez ni siquiera dominó su propio acantonamiento. La mayoría de los oficiales -entre ellos Juan Carlos Onganía- no se plegaron. De ciento ochenta tanques, sólo tres salieron hacia el Colegio Militar, que tampoco se plegó. A las pocas, el comandante en jefe del ejército, general Ángel Solari, terminaba sin mayor esfuerzo con la "asonada" de Menéndez. No obstante fracasar, el simple intento del golpe era una advertencia. El malestar militar existía y se iría acrecentando y los políticos -convencidos de su impotencia electoral y de la eyaculación precoz militar- se seguirían acercando a los cuarteles aportando "mierda" por toneladas. Perón y el ministro de Guerra Lucero hicieron una depuración; doscientos oficiales pasaron a Retiro, pero fueron demasiado indulgentes con los detenidos -como decía Evita, "al fin y al cabo Perón no dejaba de ser militar"-, Sabiendo que los tribunales militares podían llegar a aplicar la pena de muerte. Menéndez fue condenado a quince años de prisión, pero no fue degradado. Otros oficiales, como Rodolfo Larcher, Armando Repetto y Julio Alsogaray, a seis años de reclusión; a cuatro años el capitán Alejandro Agustín Lanusse, Gustavo Martínez Zuviría, Víctor Salas y Costa Paz; fueron sancionados a tres años Manuel Raymúndez y Rómulo Menéndez y a un año Luis Prémoli, Ricardo Echeverry Boneo y Manuel Rojas Silveyra. Nombres todos que se repertiran en el futuro, en todos los golpes militares contra los gobiernos electos por el Pueblo. El gobierno peronista decretó el estado de guerra interno, que mantuvo hasta el final de su segundo mandato. El clima político desmejoró con la presión sobre los grupos opositores. El intento de golpe de Menéndez había sido derrotado. EVITA , se dirigio al pais luego de los acontecimientos del golpe encabezado por Benjamin Menéndez .A las 9 d la noche del día 28 de septiembre de 1951 Eva habló así a su Pueblo:”. EVITA: DISCURSO 28 SEPTIEMBRE DE 1951 “El general Perón acaba de enterarme de los acontecimientos producidos en el día de hoy. Por eso no he podido estar esta tarde con mis descamisados en la Plaza de Mayo de nuestras glorias. Pero no quiero que termine este día memorable sin hacerles llegar mi palabra de agradecimiento y homenaje, uniendo así mi corazón de mujer argentina y peronista al corazón de mi Pueblo, que hoy ha sabido probar, una vez más, la grandeza de su alma y el heroísmo de su corazón. El Pueblo argentino tiene derecho a ser respetado y a ser defendido en su voluntad soberana, en sus derechos y en sus conquistas, porque es lo mejor de esta tierra; y lo mejor de este Pueblo que es Perón, tiene que ser defendido así, como hoy, por todo su pueblo: por los trabajadores, que han sabido convertirse en escudo y trinchera de Perón; por las mujeres que han dado en esta jornada histórica una lección de fortaleza y de fervor por la causa de Perón; y por las Fuerzas Armadas, que han sabido ser dignas de la grandeza de su pueblo. Yo les doy a todos las gracias en nombre de los humildes, de los descamisados, por quienes he dejado gustosa en mi camino jirones de mi salud, pero no de mi bandera; y les pido con todas las fuerzas de mi alama que sigan siendo felices con Perón, como hoy, hasta la muerte, porque Perón se lo merece, porque se lo ha ganado y porque tenemos que pagarle con nuestro cariño las infamias de sus enemigos, que son los enemigos de la patria y del Pueblo mismo. Yo espero estar pronto en la lucha con ustedes, como todos los días de estos años felices de esta nueva Argentina de Perón, y por eso les pido que rueguen a Dios para que me devuelva la salud que he perdido, no para mí, sino para Perón y para ustedes, para mis descamisados. A todos les dejo un gran abrazo de mi corazón. Para mí no hay otra cosa en el mundo que el amor de Perón y de mi pueblo”. EVA PERON. El discurso había finalizado y todas las emisoras argentinas volvieron a su programación habitual; sin embargo, Evita, ya en el umbral de la muerte, se había dirigido al pueblo y, debido a su voluntad y espíritu inquebrantables, sacó fuerzas de donde quizá ya no las había para agradecerle a sus descamisados, al Pueblo humilde de la Argentina, por haber respaldado a su esposo, el presidente Perón. De todos los grandes discursos de Evita es el que acabamos de transcribir es uno de los más elocuentes y significativos pues lo transmite por la radio desde su lecho porque la enfermedad -de incontenible virulencia- la ha postrado. Se dice que mientras pronunciaba el mensaje sufría dolores insoportables, sin embargo, sintió tener una deuda de gratitud para con su pueblo. La palabra gratitud es la importante, y grande fue el sacrificio de Evita.

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