domingo, 23 de marzo de 2014

París bien vale varias misas

París bien vale varias misas
Por Guillermo Pintos. Periodista (Enviado especial)
cultura@miradasalsur.com

Carlos Gardel, Monzón, Atahualpa, Piazzola, Le Parc, Copi y, por supuesto, Julio Cortázar, resumieron el sueño de “morocho y argentino rey de París”, este año eclipsado por la best seller Cristina Fernández de Kirchner.

El Salón del Libro de París no tiene nada de salón, al menos en los términos en que puede pensarse un salón. Es más bien una pequeña ciudad, una gigantesca feria instalada en el pabellón 1 del Centro de Exposiciones Porte de Versailles, cerca del Boulevard Peripherique que circunda el ejido urbano de la Ciudad Luz, tal vez la ciudad mitificada por excelencia para el imaginario argentino desde que Gardel –y luego Monzón, por otros motivos– fueron “morochos y argentinos reyes de París”. Con otros personajes centrales de la cultura argentina que vivieron y, en muchos casos, alcanzaron la cumbre de su obra en esta geografía que remite al pasado real, imperial, de una ciudad central para el mundo occidental. Cortázar, claro, y también Atahualpa, Piazzola, Le Parc, Copi, Luis Felipe Noé y siguen las firmas. Algo de todo eso flota en el aire melancólico de esta bella ciudad que asiste al comienzo de la primavera con alto índice de contaminación, una permanente presencia turística que colma el Jardín de las Tullerías, la plaza que rodea a la entrada del Museo de Louvre –y su emblemática pirámide de cristal–, los campos de Marte que circundan a la Torre Eiffel, los puentes sobre el río Sena y la avenida Champs Eliseé que se corona en el Arco del Triunfo. Postales únicas de una ciudad que parece la escenografía perfecta de un lugar de otro tiempo, anclado en la hipermodernidad del siglo XXI y la comunicación instantánea de los teléfonos móviles y las tabletas. Pasado y futuro en un mismo lugar. En este contexto, el Salón del Libro tiene a la Argentina como “país invitado de honor”, lo que significa un lugar privilegiado de la gran nave de esta feria del Libro que –aún a riesgo de herir el orgullo porteño– es más grande que la Feria del Libro de Buenos Aires.

Allí se desarrollan hasta mañana lunes, más de 60 actividades relacionadas con la presencia de más de 40 autores argentinos (elección que, a su pesar, generó polémica fogoneada por medios cuyos intereses exceden la crítica literaria, por cierto) en las que hay mesas redondas, presentación de libros, homenajes a Cortázar en el año del centenario de su nacimiento, a Juan Gelman a pocos meses de su muerte, a Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo y Quino, y la puesta en discusión de algunos temas centrales de la cosmovisión argentina relacionada con su producción literaria, por ejemplo Malvinas, el tango, las democracias populares, el policial como género (en la capital mundial del género noir, nada menos), la dictadura y la lucha –desde ambos lados del Océano Atlántico– por los derechos humanos y contra la crímenes de la dictadura cívico-militar que todavía duelen. Por todo esto, la presencia argentina es especial, puertas adentro para los dos países. Por eso, la presencia de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner para inaugurar el espacio argentino, en medio de una pequeña conmoción de las que no suelen suceder con la presencia de escritor alguno, por más best seller que sea. Afuera del Centro de Exposiciones de Porte de Versailles, la vida interna de los franceses continúa, con un alto índice de desocupación, las elecciones municipales de hoy domingo y el relevo del escándalo por las escuchas telefónicas que comprometen al inefable Nicolas Sarkozy –manipulando jueces y generando negocios para sí y su círculo íntimo– que llegó en las últimas semanas para reemplazar a otro escándalo, el de la infidelidad del presidente François Hollande. En eso, la lógica de los medios dominantes se parece a la de Argentina: escándalo tapa escándalo. Así dan cuenta los noticieros, programas de debate político por televisión y tapas de diarios y revistas. Del Salón del Libro, por cierto, poco y nada: mínimo espacio para recomendar algunas novedades editoriales y la previsión de unos 50 mil visitantes en cuatro días en total.

La visión y opiniones de Ricardo Forster, un intelectual, y Daniel Divinsky, un editor, ponen en claro la posibilidad de miradas sobre esta destacada participación argentina en una feria del libro de las más grandes del mundo (junto a Frankfurt y Guadalajara, justamente allí donde Argentina tuvo y tendrá lugar relevante), que además vincula la cultura porteña y la parisina en un juego desparejo de espejos, de influencias y mitos culturales. Dice Forster, “la relación Francia-Argentina viene de antes de la Revolución de Mayo. En ese sentido hay que citar como un hito la traducción que hizo Mariano Moreno del Contrato Social de Rousseau... París como una ciudad mítica, la puerta de entrada a Europa para muchos intelectuales argentinos, los escritores que se sintieron identificados con la lengua y la cultura francesas desde el momento en que Sarmiento escribió ‘las ideas no se matan’. La presencia es caudalosa, de ida y vuelta, desde la presencia en Buenos Aires de exiliados francesas de la Comuna de 1871 y la contrapartida que habría de ocurrir durante la dictadura por parte de los argentinos exiliados que llegaron aquí. Es un intercambio muy profundo, como argentinos no podríamos pensarnos sin la cultura francesa, de Pascal y Descartes hasta Derrida y Foucault... Compartimos un mundo que hace que estando acá no nos sintamos extraños”. Dice Divinsky: “Para un país como el nuestro estar presente en este tipo de acontecimientos siempre es importante. En el caso de la actividad editorial hay una relación muy antigua y por eso la exposición de tantos libros de autores argentinos permitirá para las que ya fueron editados estar en contacto con sus lectores, y en el caso de los que todavía no fueron publicados aquí, entrar en contacto con potenciales interesados en editarlos. Participé de una charla con un librero francés, y él se mostró muy escéptico acerca de los escritores en boga, y el tipo de libros que llamo de ‘autoficción’ porque no son memorias ni autobiografías sino una especie de novelas en las que el autor se pone como protagonista. Hablo de Houellebecq concretamente... Creo que por esto la literatura argentina está en un estadio diferente: aquí en Francia hay una especie de regodeo con esa fusión de estilos; en cambio en Argentina, con mayor o menor resultado, se está innovando. Hay una cantidad importante de autores, de entre 30 y 40 años, que están buscando y haciendo algo nuevo. Por eso una oportunidad como esta no debe desaprovecharse para mostrarlo en un lugar donde todo parece haberse inventado hace mucho tiempo.”.

23/03/14 Miradas al Sur
  

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