jueves, 27 de noviembre de 2014

El represor que le gustaba salir en televisión Por Laureano Barrera

Edgardo Mastandrea quiso ocultar su pasado reciclándose como "especialista en seguridad" en los medios. Mañana junto con otros cinco policías y un militar estará sentado en el banquillo de los acusados por 24 casos de secuestros y torturas en Junín. En las audiencias se buscará develar qué pasó la madrugada de 24 de enero de 1977, cuando un grupo de tareas secuestró a 14 personas de la COART, una coordinadora de arte local. 

Mañana, después de 37 años, Junín comenzará a saldar las cuentas con el pasado. Siete represores –ex militares y ex policías bonaerenses- serán juzgados por el tribunal oral Federal N°1 de La Plata por secuestros y torturas contra 24 personas, entre ellas tres desaparecidos: Hugo Torreta, Ademar Romié y Gilberto Mesa. Otros 36 juninenses fueron desparecidos durante la última dictadura mientras estudiaban, trabajaban o militaban fuera de la ciudad. Los jueces Carlos Rozanski, Pablo Vega y César Álvarez, instalados en la Universidad Nacional del Noroeste, escucharán a más de 140 testigos.

En el banquillo de los acusados habrá seis policías y sólo militar: el coronel retirado Ángel José Gómez Pola, que estuvo a cargo del Área 131 y fue subordinado directo de Félix Camblor, ya fallecido, que regenteó los centros clandestinos que estuvieron en la Subzona 13.

El circuito represivo en esta subzona se tenía su epicentro por la comisaría 1° de Junín, donde estuvo detenido Hugo Torreta. También la Unidad N° 13 -en construcción- del Servicio Penitenciario Provincial y la Unidad Regional VIII de la Policía Bonaerense con asiento en Junín. Otro lugar que funcionó como “chupadero” fue el “Destacamento Morse” o “Puesto de vigilancia Morse”, a 25 kilómetros de la ciudad. En algunos casos los límites del circuito eran laxos, y los secuestrados deambularon por otras comisarías de Vedia, Rojas o Chacabuco, próximas a Junín.

Entre los policías figura el comisario retirado Abel Oscar Bracken, que tuvo a su cargo la comisaría, junto al entonces oficial subinspector Julio Angel Esterlich y el ex suboficial inspector Francisco Silvio Manzanares, todos de la misma dependencia.

También será juzgado el ex oficial subinspector de Policía Miguel Angel Almirón, quien estuvo a cargo del Destacamento Morse, y el ex médico policial Aldo Antonio Chiacchietta, que solía “controlar los signos vitales” de los prisioneros en las sesiones de tortura.

Hugo Torreta, Ademar Romié y Gilberto Mesa

El “especialista en seguridad”

El más célebre entre los acusados es el ex oficial inspector Edgardo Mastandrea, que aunque también está siendo juzgado en la causa Saint Amant II, llega a este juicio en libertad. Mastandrea actuó en la Unidad Regional de Junín y formó parte de la patota. Pero a diferencia de otros, que prefirieron cultivar el perfil bajo en los pliegues de las instituciones democráticas, utilizó su pasado en la fuerza para reciclarse como “especialista en seguridad”, en los medios.

Saltó a la tapa de los diarios cuando dirigió un autoacuartelamiento por cuestiones “gremiales” en una comisaría del sur del conurbano bonaerense. Eduardo Duhalde, que ya gobernaba Buenos Aires, lo exoneró. A partir de entonces construyó una breve carrera pública como paladín contra la corrupción judicial, y logró vincularse a organismos de derechos humanos y partidos políticos de centro-izquierda, como la UCR, el FREPASO, el ARI y la Coalición Cívica.

La defensa gremial de exonerados y parias dentro de la fuerza fue uno de los pilares del trayecto de Mastandrea: en el año 2007, fue titular del Centro de Oficiales Retirados de la Policía de la provincia de Buenos Aires, y actualmente es secretario general del autodenominado Movimiento por la Dignificación del Personal Policial (MODIPO). También lideró el grupo de “Los sin Gorra”, un grupo de policías bonaerenses exonerados que en junio de 2004 coparon el Ministerio de Seguridad provincial rechazando las reforma policial que intentaba en ese momento León Arslanián.

La cacería de la COART

A fines de 1966, los artistas de Junín se juntaron en una Coordinadora de Arte que llamaron COART. Se asociaron grupos musicales y teatrales, escritores, titiriteros, poetas, fotógrafos, pintores y escultores, que llegaron a representar el 90% de los artistas locales. Solamente los cines, que estaban administrados por empresarios no adheridos a COART, quedaban fuera de la gestión de esta coordinadora. En ese momento, en el que asumía el gobierno el radical Arturo Illia, ya la mayoría de los integrantes del COART se definían como anti-peronistas y eran militantes activos del MID (Movimiento de Integración y Desarrollo). Sin embargo, no podían imaginar que aquella membresía les significaría en el futuro el cautiverio y la tortura.

En marzo de 1973, plena campaña electoral de Héctor Cámpora, Junín era un hervidero: como en muchos lugares, la derecha e izquierda del movimiento se disputaban la conducción de las bases. En julio, después de la Masacre de Ezeiza, unos matones de la Juventud Sindical Peronista (JSP) irrumpieron con armas largas en el teatro “La Ranchería” mientras se presentaba un libro escrito por Rubén Liggera -víctima del juicio- organizado por la COART, a los gritos, denunciando que era un espectáculo marxista.

En enero de 1977, se produjo una de las caídas en serie más recordadas de la ciudad, que comenzará a juzgarse mañana. La madrugada del 24, un grupo de tareas formado por militares del Comando de Artillería 101, policías y paramilitares –algunos de los ex miembros de la JSP que habían entrado armados a “La Ranchería”– secuestraron a once personas, todos relacionados de manera directa o indirecta con la COART. Los días siguientes, tres personas más –vinculadas por lazos personales al grupo- fueron secuestradas.

Los diarios locales no publicaron durante una semana ni un párrafo sobre las desapariciones, a pesar de que muchos eran artistas conocidos en la ciudad. Recién el 1° de febrero reprodujeron un comunicado oficial del Comando de la Subzona 13, informando que habían detectado “una organización de extrema izquierda relacionada con la banda de delincuentes subversivos autodenominada ERP” que “utilizando los nombres de diversas asociaciones culturales: música, arte, poesía, teatro, etc. encubría su actividad de proselitismo y adoctrinamiento”. En el mismo comunicado, se les adjudicaba atentados contra “la sede de la Sociedad Rural”, “el Club Social de Junín” y la “Liga Agraria Ganadera”. Entre los “combatientes” secuestrados estaban el director del “Teatro de Abril”, Ariel De Siervo; el creador y director del coro polifónico “Vocal J”, Juan José Martín; el escritor y a su vez cantautor del grupo musical “Cáncer”, Rubén Américo Liggera; la representante del grupo de letras “Asterisco”, Imelde Sans de Peris; el pianista Armando Álvarez y su novia, Ana María Rinaldi.

Aunque les habían adjudicado públicamente atentados con bombas, y muchas veces aquello significaba una condena de muerte, los 14 cautivos fueron puestos diez días después a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN). Tal vez porque entre las tres personas secuestradas después del 24 de enero estaba Benito Gorgonio De Miguel, que en ese momento era el referente provincial del MID y lo habían nombrado hace poco gerente general de Racing Club. El propio Arturo Frondizi hizo gestiones por él en el Primer Cuerpo de Ejército. Antes de ser blanqueados, los detenidos pasaron una semana de tortura en la Unidad Penitenciaria N°13, que en ese momento aún estaba en construcción, y servía, al igual que la Comisaría 1° de centro clandestino de detención. Muchos terminaron en la Unidad 9 de La Plata, antes de recuperar la libertad.

Infojus Noticias

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