domingo, 26 de abril de 2015

› HISTORIA DE LA ETERNA DISPUTA DENTRO DEL PRO ENTRE GABRIELA MICHETTI Y HORACIO RODRIGUEZ LARRETA La grieta amarilla

 Por Werner Pertot
Para los monjes taoístas, es el yin y el yang. Para los cristianos, es el cielo y el infierno. Para los macristas, es Gabriela Michetti u Horacio Rodríguez Larreta. Los dos precandidatos a suceder a Mauricio Macri definirán hoy una interna que lleva solapada en el PRO una década. El tiempo pasado hizo que se consolidaran los estereotipos: Larreta representa la vertiente tecnocrática, eficientista, neoliberal del PRO, mientras que Michetti viene a encarnar su costado humanista, cristiano y republicano.
Hasta sus personalidades parecen chocar: ella es histriónica, distendida, a veces un poco distraída; él, seco, poco empático, pero igualmente obsesivo y meticuloso. “La fórmula perfecta hubiera sido de los dos juntos”, solía fantasear uno de los miembros de la mesa chica, que se apuraba a aclarar que eso era absolutamente imposible. Sobre todo, porque ella nunca hubiera aceptado.

Orígenes

¿Cómo empezó todo? Michetti les suele comentar a sus íntimos que la rivalidad se fue gestando casi sin que ella se diera cuenta. Era una cuestión de piel, de estilos, de actitudes que se iban sumando y le generaban desconfianza en su adversario interno del PRO. Los que lo rodean a Larreta juran que no habla nunca del tema. Por estos días, sólo frente a sus más confiables dirigentes comenta el desagrado que le producen algunas de las declaraciones de la senadora, algo que se cuidó de no decir jamás en público. “Yo no hablo de Gabriela”, fue su mantra.
Todas las fuentes del PRO coinciden en que la rivalidad nunca fue hablada entre ellos. Nunca hubo gritos, ni siquiera una pelea menor. Es algo que siempre comentaron a sus espaldas. “Ellos no discutieron nunca en persona. Nunca fue una pelea frontal. Siempre fue la sensación de que peleaban por el amor del padre, que es Mauricio. El tiene un estilo de conducción radial”, psicologiza un dirigente del PRO, que los conoce bien a ambos. “Gabriela siempre ve la mano de Horacio en todo lo que le sale mal. Lo ve operando detrás de cada problema. Está muy pendiente de lo que Horacio hace”, relata el contertulio. “A Horacio, en cambio, nunca lo escuchás hablar mal de Gabriela. Es muy discreto. La tensión tiene una explicación: desde el primer día los dos sabían que esto iba a pasar, que uno de los dos iba a ser jefe de Gobierno y el otro iba a quedar afuera”, afirma.

Enemigos íntimos

Los dos nacieron con semanas de diferencia (tienen 49 años), los dos llegaron al macrismo en 2002: en ese momento, el partido era Compromiso para el Cambio. Ella era buena para el discurso público; él, para la rosca y el armado político. Trajo consigo su fundación, el Grupo Sophía, y rápidamente llegó a ser la mano derecha de Macri en cuestiones partidarias. Ella, en tanto, mostró sus primeras armas en la Legislatura, donde llegó a ser jefa de bloque. Michetti era cercana a la entonces esposa de Macri, Isabel Menditeguy; luego tuvo una muy buena relación con Malala Groba, la novia que vino después. El vínculo personal entre los dos era estrecho.
En la Legislatura surgió una de las primeras internas del macrismo. Fue la época de los Nogaró contra los Festilindo, que encabezaba Michetti. De la “vieja política” contra la “nueva política”. Con su extenso currículum en cargos en el gobierno de Carlos Menem y en el de la Alianza, Larreta caía en el primer grupo. El actual jefe de Gabinete se hizo fuerte en el partido, mientras los Festilindos iban copando de a poco el bloque PRO y se quejaban de que Larreta repartía contratos entre sus discípulos del Grupo Sophía. “Nunca estuvimos de acuerdo con eso”, indica un dirigente macrista, que integraba la Legislatura en esas épocas.
En 2003, año del primer intento de Macri por llegar a la Jefatura de Gobierno, otra interna enfrentó a Larreta y el entonces jefe de campaña macrista Juan Pablo Schiavi, luego secretario de Transporte kirchnerista. Del lado de Schiavi estaban Michetti y también Marcos Peña. Macri lo eligió a Larreta para la fórmula y perdió. En 2007 lo acompañó Michetti y ganó. Parecía que ella le había sacado una ventaja definitiva a su adversario por la sucesión. Pero no estaba dicha la última palabra.

Internas palaciegas

Con la victoria de Macri –en la que Michetti, señalaban en ese momento en el PRO, no fue un factor menor– la entonces vicejefa se sintió la “número dos” del espacio. Macri designó a Larreta jefe de Gabinete, para contrabalancear. En esa época se mostraban cerca de Michetti dos de los hombres que tallaron la campaña de Larreta: el secretario general Marcos Peña y el senador Diego Santilli.
Las internas entre los ministros que respondían a uno y a otro estuvieron solapadas, hasta que Michetti renunció a su cargo a pedido de Macri. Allí Larreta avanzó sobre diversas áreas y hoy gran parte del gabinete le responde. “No existe el michettismo”, decía un ministro michettista en aquellas épocas de sequía. Michetti siempre vio la mano de Larreta detrás de su salida del gobierno porteño en 2009 y también en el intento en 2013 de que pasar a ser candidata bonaerense.
Hace unos cinco años, Macri los forzó a que se juntaran algunas veces a cenar con sus familias, con el fin de que llevaran mejor. No resultó. Para evitar zancadillas, Macri debió a recurrir a un equilibro digno de los Corleone: tanto en las campañas de 2009 como 2013, ambas encabezadas por Michetti, Macri puso a Larreta como su jefe de campaña.
En 2011 reflotó la interna con la decisión de Macri de presentarse como candidato a presidente. No existían las PASO, por lo que el dedo de Macri era todo lo que valía. Varias de las estrategias de esta campaña ya estaban delineadas allí. Larreta dijo: “Estoy trabajando hace tres años como jefe de Gabinete” y dijo que no tenía problemas en trabajar con Michetti. Ella marcó límites: “Ni él haría una fórmula conmigo, ni yo con él”.
Con un curioso sentido del humor, el jefe de Gobierno los sometió a una suerte de casting. Los puso frente a un centenar de dirigentes del PRO y les pidió que explicaran por qué consideraban que debían ser los sucesores suyos y cuáles eran sus debilidades. Casi una entrevista laboral. Allí cada uno se convirtió en su oponente: Larreta, con sombra de barba y ya sin traje, habló de su historia familiar y los que lo escucharon cuentan que se conmovieron. Michetti, en tanto, sacó powerpoints y números para demostrar que ella también podía ocuparse de la gestión.
Finalmente, tras espantarse con los números de las encuestas, Macri se bajó de la disputa presidencial y la interna entre los dos se aplazó otros cuatro años. Durante un tiempo circuló un proyecto larretista que nunca llegó a ser real: Macri iba por la reelección con Larreta de vice, luego se presentaba a las presidenciales. Si ganaba, Larreta se quedaba en la Jefatura de Gobierno, como ocurrió con Enrique Olivera, cuando Fernando de la Rúa dejó ese cargo para asumir la presidencia.

La batalla final

Hacia fines de 2013 y ya entrado 2014, hay dirigentes que recuerdan las reuniones de Michetti con Marcos Peña y Fernando de Andreis en una confitería porteña con un solo propósito: delinear cómo le iban a ganar a Larreta. Hoy los dos están del lado de Larreta (Peña fue el primero en apoyarlo, De Andreis fue su jefe de campaña), al igual que Santilli, quien terminó siendo su compañero de fórmula.
El apoyo público de Macri a Larreta fue otro de los hitos que marcaron la última confrontación entre los dos eternos adversarios. Uno de los dirigentes del PRO que están desde los comienzos destaca que en la mente de Macri siempre primó la ejecutividad de Larreta por sobre el carácter de Michetti, a quien él ve como “demasiado emocional”.
Algunos quieren imaginar que hoy se termina para siempre esta disputa. Que el ganador (o ganadora) se impondrá para siempre sobre el otro. Pero las cosas nunca son tan sencillas. Es probable que la eterna interna no termine hoy, sea cual fuere el resultado.

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