lunes, 26 de septiembre de 2016

EL PESO DEL PAGO DE LOS INTERESES RECUPERA PROTAGONISMO EN EL PRESUPUESTO Volver a depender de la deuda

 Por Raúl Dellatorre
Alfonso Prat-Gay presentó el Presupuesto y dijo que no recibe órdenes del FMI. No las necesita.
Imagen: Bernardino Avila.
Después de una década y media, el pago de intereses recuperó protagonismo en los presupuestos nacionales. La previsión del resultado del ejercicio 2016 hecha por el gobierno indica que se destinarán, este año, casi el doble de recursos que los asignados a ese mismo fin en 2015. Y sobre el valor de este año, en el próximo se espera un incremento adicional del 32,3 por ciento, aumento que es casi el doble de lo que el gobierno estima como inflación para 2017. Traducido en cifras: si en 2015 se pagó por intereses aproximadamente 96.600 millones de pesos, en 2016 se alcanzarían los 186.500 millones, un 93 por ciento más que el año anterior; y en 2017, el Presupuesto enviado por el Ejecutivo al Congreso prevé pagos por el equivalente a 246.629 millones de pesos. No es magia: es el resultado de la política de endeudamiento que encaró el actual gobierno para cubrir un déficit fiscal creciente que no resolvió ni redujo, ni siquiera parando la inversión en obra pública, despidiendo personal y postergando promesas de reducción de impuestos y retenciones.
La partida de intereses pasará a representar, en 2017, el 11,5 por ciento del total de Gastos Corrientes en el Presupuesto Nacional. Casi al nivel del total de las Remuneraciones de la Administración Nacional (12,3 por ciento de los mismos Gastos Corrientes). La razón para semejante salto en los compromisos de pagos de renta a los acreedores hay que buscarla en la evolución del déficit fiscal y cómo ha decidido encararlo el gobierno de Cambiemos. La estrategia fue terminar de una vez con el conflicto abierto con los fondos buitre de la forma más simple, aceptando las condiciones impuestas por el acreedor; y aprovecharse de la situación de bajísimo índice de endeudamiento que le dejó el gobierno anterior, para salir a buscar financiamiento interno y externo, pagando tasas exorbitantes en ambos casos. Parte de ese endeudamiento del Tesoro Nacional es a corto plazo, con lo cual el pago de sus intereses impacta sobre las cuentas de 2016. Y otra parte es a mediano plazo, acumulando compromisos para los años próximos. Según los analistas, el resultado a la vista no es más que el comienzo de un sendero de permanente expansión de la cuenta de intereses.
En opinión del economista de EPPA Horacio Rovelli, especialista en Presupuesto y administración pública, “el gobierno cierra con importante déficit fiscal este año y el que viene, y debe endeudarse para abonarlos; así crece la deuda y crecen los servicios de la misma, año tras año”. Advierte, además, que “paralelamente, el mismo gobierno estima que el país va a tener todos los años déficit comercial. Las importaciones superan a las exportaciones en 1866 millones de dólares en el año 2017, en 3800 millones en 2018, y en 4929 millones en el año 2019”, lo cual incrementará la necesidad de financiamiento en divisas. Con respecto a los dos primeros gobiernos kirchneristas, Cambiemos transforma los superávit mellizos en déficit mellizos.
Aunque desde un enfoque político diferente al de EPPA, la Asociación Argentina de Presupuesto y Administración Financiera Pública (ASAP), que preside el economista Rafael Flores, también destaca que “estas estimaciones muestran un cambio sustancial con respecto a los primeros objetivos de reducción del déficit que se había fijado el Ministerio de Hacienda y Finanzas Públicas, que apuntaban a llegar a un resultado negativo del 3,3 por ciento del PIB para 2017”. La previsión del gobierno es que el año actual cierre con un déficit apenas superior a los 396 mil millones de pesos, equivalentes al 5 por ciento del PBI. El Presupuesto nacional que armó para 2017 arroja un resultado negativo de casi 481 mil millones de pesos, superior en 85 mil millones al de este año pero una décima inferior como proporción del PBI (4,9 por ciento), en el caso de que se cumpla su pronóstico de crecimiento del 3,5 por ciento. Si esa meta no se alcanza, no sólo aumenta en proporción al PBI el déficit financiero, por una simple cuestión matemática, sino que es probable que no se cumplan las expectativas de ingresos por el impacto sobre la recaudación de un crecimiento menor al previsto. La consecuencia, en tal caso, no es distinta a la que vienen produciendo las distintas políticas aplicadas por Cambiemos: necesidad de mayor endeudamiento.
El gobierno actual resolvió poner a los subsidios a la energía y el transporte en el eje de la discusión presupuestaria, explicando que la postergación de los megatarifazos al que se vio obligado, elevó el desequilibrio fiscal. ASAP agrega un argumento más para justificar el déficit: “a diferencia de lo que ocurrió con otros aspectos de la política económica, en la política fiscal el gobierno ha elegido un camino más gradual, que apunte primero a consolidar una recuperación de la actividad económica y no a profundizar la recesión con un fuerte ajuste del gasto público”.
Rovelli, en cambio, en su análisis comparativo de los presupuestos del gobierno anterior y el actual, sostiene que el kirchnerismo mantuvo un presupuesto equilibrado mientras las retenciones a las exportaciones recaudaban más de lo que debía pagar por subsidio a las empresas por el servicio de energía y transporte, pero ya en 2015 “seguir apuntalando la energía y el transporte barato para la población y la producción se hizo a costa de sacrificar el equilibrio presupuestario”. Los subsidios para sostener el modelo de crecimiento basado en el mercado interno, señala, “explican en su totalidad el déficit fiscal en el kirchnerismo”. En cambio, subraya que el actual gobierno “permite aumentos siderales de las tarifas públicas, despide gente (‘la grasa del Estado’, según el ministro) y el déficit fiscal igual es considerable y sólo lo van a financiar con el ‘blanqueo’ y nuevas deudas. Y es peor, porque han parado la obra pública (rutas, viviendas, construcción y refacción de escuelas, hospitales y demás edificios públicos), gastando menos de la mitad de lo que estaba asignado y, en valor nominal, menos de lo que se había gastado a esta altura el año pasado”.
Bajo esa perspectiva, el ingreso de “dólares financieros, vía deuda y blanqueo de capitales, pero en una situación de desequilibrio comercial sistemático y la necesidad de hacer frente al pago de los intereses y del capital de la deuda, señalan el camino que conduce al estrangulamiento del sector externo”. Una historia tristemente conocida.

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