domingo, 31 de diciembre de 2017

SOBRE ARCÁNGELES Y MOSQUITOS 29 diciembre, 2017 0 Por Lucas Rubinich*

El fin de la ilusión republicana
El extraordinario ritual republicano de juicio y condena a las juntas militares de la dictadura que llevó adelante una represión perversa e ilegal, y la heroica lucha de madres de plaza de mayo que fue un elemento fundamental para su habilitación, generaron una sensibilidad contra la arbitrariedad y la violencia estatal que se extendió por amplísimas franjas de la población atravesando distintas identidades políticas y culturales. Es posible sostener, si se quiere atender más que a las reglas visibles y escritas, a los elementos profundos que construyen un algo en común en las sociedades, que el pacto democrático de fondo en nuestro país se sostiene en tanto se mantenga viva esa sensibilidad. En los últimos meses distintas formas del accionar gubernamental acompañado de movimientos mediáticos y judiciales, han cometido una serie de hechos que desgarran hilos fundamentales que conforman el tejido de esa sensibilidad, y entonces de ese pacto. Y a decir verdad, en principio, nos ha costado reconocer o, en todo caso, evaluar la situación, en su dramática gravedad.
Y nos cuesta reconocer, porque este podía ser el momento fundamental en el que se cumpliría el sueño de Torcuato Di Tella en el que un agrupamiento político de derecha (al que una especie de pudor políticamente correcto, hace que todos, incluso los analistas, lo nombren con el eufemismo de centro derecha), habiendo ganado elecciones legítimamente, tiene la oportunidad de comportarse como el mundo cultural antipopulista reclama que deben hacerlo los agrupamientos que llama populistas. Para decirlo rápidamente, algo así como un ideal de derecha republicana moderna que respetase los derechos de los ciudadanos. Y en el mundo cultural y académico, ese sueño, acompañado del temor que ese triunfo electoral descubra su inexistencia, sobrevuela con actitudes abiertas o pudores quietos por demasiados espacios y discursos implícitos.



Dice Oliverio Girondo “La costumbre nos teje, diariamente, una telaraña en las pupilas. Poco a poco nos aprisiona la sintaxis, el diccionario, y aunque los mosquitos vuelen tocando la corneta, carecemos del coraje de llamarlos arcángeles.” Y es verdad, los sentidos comunes, se construyen como conocimiento vulgar, y operan como un velo que se interpone entre nosotros y los hechos, pero en esa construcción no siempre interviene solo el hábito como una inercia tranquila. Ese sentido común se reafirma, se debilita, se atormenta, en el marco de relaciones sociales históricamente construidas.
Al fin y al cabo, además de analistas de lo social, somos bichos sociales que viven en este espacio y en este tiempo. Es por eso que resultan entendibles los gestos inconscientes de no desacomodar la ilusión republicana. Hay un esfuerzo por imaginar, sobre todo a los núcleos significativos de gente relativamente joven que ingresa a la política y proviene del mundo corporativo y del llamado tercer sector (con elementos bastante comunes con las analistas sociales de su generación), con voluntad de ejercer una práctica republicana El problema, es que más allá de la retórica, hay una poderosa cultura práctica que habilita acciones contradictorias con el ideal.
Es que si hay un fantasma que recorre el mundo amparado en transformaciones estructurales, es el fantasma del individualismo pragmático, cuya institución central son las corporaciones y su campo de juego: el mercado. En un mundo en el que cada vez más los estados nacionales están dentro del mercado y no al revés, las instituciones republicanas de esos estados, se presentan de manera creciente como obstáculos para el libre juego de los actores centrales de la economía. El ciudadano que se realiza si lo hace la ciudad, es reemplazado por el individuo pragmático que se realiza si gana, y que porta una cultura de ganadores y perdedores legada por el capital financiero, y que en el caso local conformaría un poderoso paquete antiinstitucional engarzado con la cultura de la patria contratista especialista en sortear formalidades.En esa cultura conviven la evasión de impuestos, negocios legales e ilegales, lavado de dinero, y relación superestructural con el narcotráfico. Es parte de un nuevo orden que se mueve en la débil escenografía de las viejas instituciones que han perdido la fuerza de la representación popular y pueden ser burladas cada vez con mayor facilidad.
Preguntarse en qué medida esa cultura con gran fuerza a nivel internacional y que cuenta con un actor con empatía para actualizarla, puede expresarse en la débil institucionalidad argentina es una buena pregunta, que no siempre está presente en la mochila del progresismo cultural. Designación de jueces por decreto, ministros con sus fondos en el exterior, intervención del ejecutivo para favorecer negocios de la familia, miradas disimuladas frente a la arbitrariedad del poder judicial, podían ser la vieja política, ahora actuada con eficiencia corporativa en pos de la decisión de imponer autoridad. La oscura y patética intervención de organismos de gobierno y medios, en la muerte de Maldonado y Nahuel en el marco de actuación de fuerzas de seguridad del estado, una ley de saqueo a los jubilados, conseguida a como sea, incluida la arbitraria represión de los manifestantes, agujerea brutalmente el elemento central para el mantenimiento de la ilusión republicana: el universalismo.
Y no hay universalismo en el individualismo pragmático que resulta de la cultura del capital financiero. No hay, más que como retórica hueca, ciudadano de la república liberal. Hay ganadores y perdedores. Al perdedor se lo puede ayudar desde el neopaternalismo filantrópico, pero también es posible humillarlo si se rebela. Y no está mal preguntarse si hay algo de eso en la justificación del saqueo a los jubilados, en la arbitrariedad de la violencia estatal, en la demonización de las piedras enemigas y a la vez en la reivindicación de la rubia que tira piedras contra el chavismo.
Invirtiendo la imagen de Girondo, diría que entendiblemente se quiso ver, no tanto arcángeles tocando las trompetas de la democracia, pero si al menos una derecha que, apostando por la redistribución regresiva del ingreso, lo hiciera en el marco de las reglas del juego y de las sensibilidades construidas en estos más de 30 años. Los hechos habilitan a preguntarse si no se trataba, más crudamente, de mosquitos pragmáticos, habituados a la lucha intercorporativa, y a reivindicar el triunfo de los mejores a como dé lugar.
* Sociólogo
29/12/17 P/12

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