viernes, 1 de marzo de 2013

la cumbre sur-sur

La Cumbre Sur-Sur: de lo que no se habla Foro de Cooperación ASA Por Stella Calloni En Malabo, capital de Guinea Ecuatorial, transcurrió, entre el 20 y el 23 de febrero, la III Cumbre del Foro de Cooperación América del Sur-África (ASA) bajo el lema de “Estrategias y Mecanismos para fortalecer la Cooperación Sur-Sur”, lo que en tiempos de una severa crisis mundial tiene importancia clave por la característica multilateral de esta reunión. En esta cumbre, olvidada por diversos medios de comunicación, influidos por una mirada colonizada, se debatió en base a la búsqueda de soluciones comunes entre naciones, muchas de ellas consideradas pobres, pero que son inmensamente ricas en recursos naturales y están nuevamente en la mira de ambiciones recolonizadoras. Se discutieron, además, importantes proyectos orientados en áreas que son prioritarias para nuestras naciones, como ciencia, energía, tecnología, infraestructuras, seguridad, inversiones y otras. Este foro está integrado por unas doce naciones de América Latina, la mayoría de ellas de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), y 54 países de África, una buena parte de los cuales pertenece al bloque de la Unión Africana. Inspirada en la primera reunión que se produjo por iniciativa de Brasil y Nigeria, y que se celebró en este último país en 2006, mientras la segunda fue en 2009 en la Isla Margarita de Venezuela, a esta tercera reunión asistieron varios jefes de Estado y de gobierno. El presidente de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang Nguema, propuso estudiar la posibilidad de que se pueda incorporar la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) al Foro de Cooperación África-América del Sur, lo que conformaría un gran un escenario de multilateralidad en momentos en que hay serios intentos de impedir la profundización de estas integraciones impensables en otros tiempos, acudiendo a los acuerdos bilaterales con algunos países, para quebrar la unidad. El presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías, anfitrión de la II reunión en la Isla Margarita y en recuperación de una grave enfermedad en su país en estos momentos, envió un mensaje leído por el canciller Elías Jaua, donde recordaba que ambas regiones están “unidas por indivisibles lazos históricos, destinados a marchar juntos hacia la absoluta y plena redención” y rechazó las múltiples intervenciones y ataques de las potencias de Occidente que ha enfrentado el continente africano en años recientes. Por esas razones Venezuela se ha opuesto a todo tipo de intervención militar extranjera como en Libia y también rechaza toda injerencia de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). “Es en nuestros continentes donde se encuentran los suficientes recursos naturales, políticos e históricos que se requieren para salvar el planeta del caos en que se halla” fue el mensaje de Chávez. Lo reafirmó la presidenta de Brasil Dilma Rousseff, quien advirtió que África y América del Sur serán protagonistas decisivos de ese nuevo escenario histórico. “Tenemos la oportunidad histórica de reducir la distancia tanto económica como social que todavía nos separa de los países más avanzados. África y América del Sur seremos protagonistas decisivos” agregó, estableciendo una serie de propuestas sobre cooperación en distintas áreas. Nuevamente, como en otros foros, volvió a mencionar la necesidad de reformar urgentemente Naciones Unidas ”porque nada justifica que África y Sudamérica sigan sin representación permanente en el Consejo de Seguridad. También hizo serias críticas al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial. Brasil tiene fuertes relaciones comerciales en el continente africano, y una raíz cultural que persiste a través de todos los tiempos y sobre esta base y esta necesidad de unir fuerzas cada día más, ante la diversidad de amenazas que rodean a unos y a otros, la mandataria brasileña puso énfasis en esta justa presencia en el Consejo de Seguridad de ONU. También la intervención del presidente boliviano Evo Morales tendió puentes importantes. En la Declaración de Malabo, se manifestó el reclamo y apoyo al gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner de los 54 países africanos asistentes por la soberanía argentina en las Islas Malvinas bajo colonialismo británico desde 1833. Es la primera vez que un conjunto tan importante de países africanos toman posición en un tema tan sensible para ellos, con una historia de largas luchas anticoloniales, que de alguna manera están recomenzando. En la declaración final se destacó como eje central profundizar la cooperación sur-sur, por lo que se planteó dar una estructura más sólida a este mecanismo de integración birregional, que es estratégico y que debería tener una fuerte repercusión. También, y muy especialmente en el área de la defensa continental, ya que la conformación de un Comando Africano, establecido desde el 2007 por Estados Unidos en Africa con las características similares a las del Comando Sur para nuestra región, conforman otra amenaza de militarización y geoestratégica que afecta a unos y a otros. Télam gb

LA IGLESIA MEDIEVAL DE CADA DIA

UN SACERDOTE ECHADO POR FIRMAR UN DOCUMENTO CRITICO Despedido por el obispo El domingo, Roberto Murall, quien trabajó junto a los campesinos de Santiago del Estero, celebrará su última misa. El obispo Francisco Polti dio por terminado su “contrato de servicios”. “Tu carta genera división en la Iglesia”, le habría dicho Polti al cura. El domingo próximo oficiará su última misa en Santiago del Estero el sacerdote Roberto Murall, separado de esa diócesis por el obispo Francisco Polti. Según el grupo Curas en la Opción por los Pobres (OPP), al que pertenece Murall, la medida del obispo responde al hecho de que el sacerdote firmó un documento en el que, en noviembre pasado, OPP cuestionaba al Episcopado por “no haber pedido perdón” respecto de la vinculación de la Iglesia con la última dictadura militar. “El obispo miente”, sostuvo ayer el cura Eduardo de la Serna, coordinador de OPP, ya que Polti, formalmente, presentó la salida de Murall como la finalización de un “contrato de servicios” entre diócesis. El Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase) manifestó su apoyo al cura desplazado: Murall era uno de los sacerdotes que participan en las “mesas zonales”, herramienta de organización de las comunidades en la lucha por sus derechos, y un vocero de la organización campesina sostuvo que el desplazamiento del cura “es para nosotros un golpe bajo” y que expulsarlo de la zona “es como sacar un obrero del surco”. “El obispo es un cobarde”, sostuvo ayer el cura Eduardo de la Serna, de OPP: “Yo le dije al obispo que fuera hombre, que se atreviera a decir que está de acuerdo con la dictadura, pero miente al decir que simplemente se terminó el contrato cuando, en privado, le dijo a Murall algo bien distinto”, explicó. En noviembre pasado, OPP había hecho pública una carta que cuestionaba el documento emitido por el Episcopado argentino el 9 de ese mes; los obispos habían prometido una vez más revisar la actuación de la Iglesia durante la dictadura, pero sin asumir ninguna iniciativa concreta en ese sentido. Luego de que apareciera su firma en la carta de OPP el obispo Polti lo citó. “Tu carta genera división en la Iglesia. Y nosotros hemos recibido una verdad intocable que no debemos abrir”, habría dicho Polti. “¿No cree usted que lo que genera real división en la Iglesia es que algunos obispos hayan escondido delitos como la tortura y el robo de bebés e incluso le den la comunión actualmente a un genocida que no se arrepiente?”, habría contestado Murall. El diálogo fue transcripto en una carta que Murall dirigió a sus pares de Santiago del Estero. Polti optó por no renovar el contrato anual de Murall. Este, procedente de la diócesis de San Isidro, venía desempeñándose en la de Santiago del Estero desde hacía 14 años, mediante “contratos de servicio” que se renovaban anualmente. “Ni siquiera en empresas del más rancio capitalismo se da por terminado el contrato de un trabajador sin un preaviso y con tres días de anticipación”, exclama la nota que enviaron a Polti más de mil firmantes, encabezados por los sacerdotes Marcelo Ciaramella, Juan Carlos Baigorri y Eduardo de la Serna, con adhesión de 39 instituciones de todo el país. También unos cincuenta campesinos de Pozo Hondo, donde ha venido desempeñándose Murall, viajaron más de cien kilómetros hasta el obispado santiagueño para pedir que el cura continuara; Polti les contestó que ya estaba decidido y les regaló un rosario bendecido por el Papa. El Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase) también se manifestó en repudio del desplazamiento de Murall. Roger Almaraz, vocero del Mocase, destacó a este diario que “Murall siempre estuvo en las comunidades campesinas. Trabajó no sólo en el orden espiritual, sino en la dimensión social. Acompañó a las familias que tienen conflictos con la tierra y, en este sentido, su partida nos hace sentir muy desprotegidos: para nosotros es como sacar un obrero del surco. En la última parroquia, estuvo organizando la mesa zonal de tierras, donde se congregan las familias para discutir sus problemas y armar estrategias de organización”. “Las mesas zonales –continuó el vocero del Mocase– habían sido impulsadas por el anterior obispo, Juan Carlos Maccarone, y se han diseminado en todo el territorio campesino. Se reúnen en las iglesias y capillas, organizadas por curas y dirigentes comunitarios: abordan principalmente la problemática de la tierra, temas de salud y educación, formas de gestionar ante el Estado ambulancias o mejoramiento de caminos; juntan dinero para pagarle al abogado cuando una comunidad enfrenta un litigio; alertan al Estado cuando aparece una topadora a desmontar sin permiso de la Dirección de Bosques. En esas actividades vino participando el cura Murall y, por eso, para nosotros, que lo saquen es un golpe bajo.” Según el relato de Murall sobre la entrevista con el obispo Polti, éste “destacó mi presencia en el acompañamiento de los campesinos, pero ‘tendrías que dejar un poco de las cosas civiles de ellos y preocuparte por que comulguen y se confiesen’”. En la tarde de ayer, este diario intentó en vano comunicarse con el obispo Polti. 01/03/13 Página|12 GB

GRAVE NOVEDOSO REVOLUCIONARIO, POR WASHINGTON URANGA

Grave, novedoso, revolucionario Por Washington Uranga El pontificado de Benedicto XVI en la Iglesia Católica Romana llegó a su fin anoche, cuando se concretó la renuncia del pontífice. La Iglesia está sin pontífice y a esta situación se arribó de manera inesperada, no prevista: el Papa no murió, sino que renunció. Y si bien Ratzinger prometió ayer mismo ante los cardenales presentes en Roma “respeto incondicional y obediencia al nuevo Papa”, también es cierto que en su última audiencia pública, el miércoles pasado, había advertido que “mi decisión de renunciar al ministerio petrino no revoca la decisión que tomé el 19 de abril de 2005 (cuando fue electo papa)”. En esa misma ocasión sostuvo que “no regreso a la vida privada (...) no abandono la cruz, sigo de una nueva manera con el Señor Crucificado. Sigo a su servicio en el recinto de San Pedro”. Sólo Ratzinger podría explicar a cabalidad el sentido de sus palabras. En consecuencia, habrá que esperar que los hechos hablen por sí mismos para poder analizar esta inédita situación que habrá de vivir en pocos días la Iglesia Católica: un papa emérito que ha renunciado y otro que estará en ejercicio. Existen muchas especulaciones acerca del sentido y las motivaciones de Benedicto XVI al presentar su renuncia. El mismo ha dicho que es “consciente de la gravedad y la novedad” del hecho de su dimisión, señalando que “amar a la Iglesia significa también tomar decisiones difíciles”. A su favor, Ratzinger tiene la opinión de quienes señalan que la determinación implica un paso “revolucionario” no sólo para la Iglesia, sino para todos aquellos que ejercen posiciones de poder. Benedicto XVI renunció al poder (poco o mucho, según las evaluaciones de cada uno). Y éste no es un hecho muy habitual en el escenario político, cultural y religioso del mundo contemporáneo. Desde otra vereda hay quienes señalan, desde dentro de la Iglesia y desde fuera de sus filas, que la renuncia del Papa es una clara manifestación de impotencia frente a los graves problemas que enfrenta la institución eclesiástica. A mitad de camino entre una y otra posición puede decirse también que, a pesar de que al dar gracias “a todos los que me han acompañado” el Papa dijo que “nunca me he sentido solo”, la verdad es que Benedicto XVI inició un camino de “limpieza” en temas tan graves como la corrupción económico-financiera, la pedofilia y el abuso del poder en la Iglesia y que esta tarea quedó, por lo menos, a mitad de camino porque las divisiones, los enfrentamientos y las resistencias impidieron seguir avanzando. Los cardenales con más poder, los involucrados, no acompañaron la decisión de buscar transparencia, de aclarar y limpiar. Es una tarea que Benedicto XVI no pudo o no quiso concluir y ahora traslada la responsabilidad a los cardenales en un doble sentido: tomar medidas, lineamientos de acción para la Iglesia y elegir a quien debe conducir la nueva etapa como papa. ¿La renuncia ha sido una estrategia de Ratzinger para obligar a que se adopten acciones decisivas? ¿Una forma de desarticular las resistencias? ¿Una manera de romper las trenzas del poder vaticano? ¿Una manifestación de impotencia? Nadie lo sabe a ciencia cierta. En los días posteriores al anuncio de su dimisión, Ratzinger no evitó la referencia a los problemas, a la crisis, a las dificultades. Por el contrario. Y dijo también que la Iglesia “no es una institución inventada por alguien, construida sobre una mesa, sino una realidad viviente, que vive transformándose aunque su naturaleza sigue siendo siempre la misma, ya que su naturaleza es Cristo”. Quizá le faltó decir que es una institución integrada por hombres, con sus limitaciones, sus ambiciones de poder y, para usar un término religioso, con sus “pecados” a cuestas. Benedicto XVI ya está en Castelgandolfo. Allí se retiró voluntariamente para dejar –dijo– en libertad a los cardenales. En un reportaje realizado por el periodista Di Stefano Baldolini y difundido ayer por el portal estadounidense The Huffington Post, el teólogo suizo Hans Küng –quien fuera colega de Ratzinger en el Concilio Vaticano II– puso en duda el efectivo retiro del pontífice. “Es muy peligroso tener a un ex papa vivo en el Vaticano mismo –afirmó–. Al principio pensé que retirarse a un convento a rezar era una buena decisión. Pero ya veo que ése no era el plan”, dijo. Para Küng, desde su lugar de papa emérito Ratzinger puede ejercer una “interferencia secreta, no controlable” porque, a pesar de que sostiene que “está afuera”, seguirá estando “en el corazón del Vaticano”. El teólogo suizo –que tiene la misma edad del pontífice renunciante– asegura que oficialmente no se conocerán cruces, pero habrá “innumerables entrevistas” y una “comunicación continua entre el palacio papal y el papa emérito”. Según Küng, la renuncia fue preparada durante largo tiempo por Ratzinger y “es parte de una estrategia clara”. Para fundamentar su afirmación da cuenta de recientes designaciones en la curia romana que estarían configurando una suerte de “nuevo nepotismo”. Entre tales nombramientos menciona que el sacerdote Georg Gaenswein, secretario de Ratzinger, es también la cabeza de la Casa Pontificia, que maneja las audiencias y el ceremonial. Y que nombró el año pasado como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex Santo Oficio) a Gerhard Ludwig Müller, antiguo obispo de Ratisbona (Alemania), hombre sumamente conservador, amigo y discípulo de Ratzinger y muy resistido por sus colegas del episcopado alemán. ¿Puede el cónclave modificar esta situación? Está en condiciones de hacerlo, tiene la potestad para ello. No existen muchos indicios que así lo indiquen. Un análisis del perfil de los cardenales que participarán del consistorio no permite, por lo menos a primera vista, adelantar grandes cambios de rumbo. Salvo, claro está, que por ejemplo el informe reservado sobre el estado de la Iglesia, sus problemas, las corrupciones y los manejos del poder que el propio Ratzinger pidió a los cardenales Julián Herranz (español, 82 años), Salvatore De Giorgi (italiano, 82) y Jozef Tomko (eslovaco, 88) y que será puesto a disposición del cónclave contenga elementos decisivos que obliguen a tomar decisiones drásticas. Muchas de estas preguntas quedarán develadas en las próximas semanas. Otras seguirán enterradas en el hermetismo del poder eclesiástico. 01/03/13 Página|12 GB

TOMAR PARTIDO POR VICTORIA GINSBERG

Tomar partido Por Victoria Ginzberg Carlos Elbert, ex juez de la Cámara Nacional de Apelaciones, contó que cuando lo nombraron frente a un tribunal en Entre Ríos y llegó a su nuevo despacho, uno de los empleados le preguntó: “¿Conoce la mesa de Pereyra?”. Como dijo que no, se la mostraron. Era una mesa de roble, gruesa, con un agujero en un costado. “Es el agujero que hizo Pereyra, que se la pasaba cosiendo expedientes, siempre en el mismo lugar”, le explicaron. “El trabajo de una vida”, dijo Elbert para ejemplificar la burocracia que reina en el día a día tribunalicio, uno de los vicios de la administración de justicia que el colectivo reunido el miércoles y ayer en la Biblioteca Nacional pretende combatir. Algunos medios habían anunciado el encuentro de “Justicia legítima” como “un grupo de jueces K que lidera la procuradora” o como “una nueva embestida del Poder Ejecutivo contra la Justicia”. El hecho en sí, la presencia de cientos de jueces, fiscales, defensores oficiales, empleados judiciales, abogados e integrantes de organizaciones de la sociedad civil vinculadas con el Poder Judicial, fue tan representativo de la discusión interna que desactivó aquella intención maniquea. Quien acote este fenómeno a una disputa entre el Gobierno y “la Justicia” se perderá lo más importante. Hay mucha gente que no quiere pasarse la vida cosiendo expedientes para dejar su marca en una mesa de roble de un juzgado; quiere reflexionar sobre qué significa hacer justicia, cómo se hace, para qué, para quiénes. Es innegable que la convocatoria de “Justicia legítima” nació en el contexto del conflicto por la aplicación de la ley de medios. Pero no surgió para defender al Gobierno, sino más bien como una reacción al comportamiento de algunos jueces que intervenían en ese expediente o, más específicamente, a la defensa que la Asociación de Magistrados y la Comisión de Independencia Judicial de la Corte Suprema hicieron de esos jueces. Por eso, en los firmantes de las solicitadas de Justicia legítima hubo críticas puntuales hacia los magistrados que pretenden hacer pasar como una “defensa de la independencia” la defensa de determinados intereses. Y hay enojo con la Corte. Pero, para que el estado de ebullición que se vio en la Biblioteca se plasme en hechos concretos, el fenómeno debe exceder esa convocatoria. En estos días se percibió heterogeneidad en los debates, aunque hay acuerdos en grandes líneas directrices, que se plasmaron ayer en los títulos de los talleres: la democratización y la participación ciudadana, los alcances del concepto de la independencia, la transparencia y rendición de cuentas y las formas de ingreso en el Poder Judicial. Respecto del pago por parte de los funcionarios judiciales del Impuesto a las Ganancias, hay mayoría de voces que opina que la medida en sí no hace al cambio de sistema, pero también hay muchas que señalan que es una forma de terminar con un privilegio injustificable. Otro tópico que se escuchó durante los dos días del encuentro fue la preocupación por la respuesta frente a los sectores más vulnerables. “El 90 por ciento de las personas que juzgamos son pobres”, señaló un juez criminal de Mendoza, que dijo tener más simpatía por muchos de los que tiene que juzgar que por sus colegas. No está clara la forma en que estas preocupaciones y propuestas pueden terminar en políticas públicas. En todo caso, el colectivo Justicia legítima no podrá hacerlo solo. El martes, el presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, destacó que si bien el tribunal había impulsado grandes cambios, no tenía facultades para realizar otros. Ambas cosas son ciertas. El Poder Ejecutivo y el Legislativo tienen trabajo al respecto. Ni hablar del Consejo de la Magistratura. Pero también es verdad que la Corte todavía tiene margen para tomar medidas que implicarían interesantes reformas hacia el interior del Poder Judicial. Una es el pago de Ganancias. Como está dicho, no sería una revolución en la administración de justicia, pero constituiría un gesto que igualaría, en ese punto, a los magistrados con el resto de los ciudadanos. Lorenzetti ya dijo que él, a título personal, está de acuerdo. Está claro que en la Corte no hay consenso. La otra es el sistema de ingreso. El tribunal podría haber dispuesto el fin de la discrecionalidad para formar parte de la “familia” y haber impuesto un sistema de concursos para todos los escalafones. El juez Raúl Zaffaroni lo apoya, lo anticipó en este diario. Lorenzetti señaló que “a algunos les llama la atención” su “posición de equilibrio, les parece ambigua”. Y explicó: “Si uno está en la lucha debe inclinarse por una de las verdades, pero si tiene que solucionar el conflicto debe tener la sabiduría de encontrar una posición equilibrada, sustentable en el tiempo”. En muchos casos la Corte ha encontrado, en su política de acercar a las partes con audiencias, un buen recurso para solucionar conflictos. Pero si hay un reclamo por “democratizar el Poder Judicial”, la Corte es parte. Si hay un sector de magistrados que busca mantener los privilegios, los viajes pagos, la distancia con los usuarios débiles del sistema y la cercanía con los poderosos y otro que quiere modificar todas esas cosas, el “máximo tribunal” no puede estar por encima, ni al costado. Porque eso sería también tomar partido. 01/03/13 Página|12 GB

JUSTICIA LEGITIMA PROPUESTAS POR IRINA HAUSER

JUSTICIA LEGITIMA CERRO AYER EL ENCUENTRO EN LA BIBLIOTECA NACIONAL POR EL QUE PASARON ALREDEDOR DE DOS MIL PERSONAS El punto de partida para una reforma de la Justicia En el cierre del encuentro de “Justicia legítima”, la defensora general, Stella Maris Martínez, llamó a que los jueces tomen empleados por concurso. Se debatió en talleres sobre independencia, participación ciudadana, transparencia e ingreso a la Justicia. Por Irina Hauser Imagen: Joaquín Salguero “Después de esto, creo que ningún juez puede tomar un empleado sin hacer un concurso”, proclamó la defensora general de la Nación, Stella Maris Martínez, en un pequeño discurso de cierre del encuentro convocado por el movimiento judicial bautizado como “Justicia legítima”. El ingreso por examen para trabajar en tribunales, que elimine las prácticas nepotistas que llevaron a la construcción de la llamada familia judicial, fue quizá la propuesta más realizable a corto plazo de las que surgieron del evento que reunió en la Biblioteca Nacional a jueces, fiscales, defensores, empleados, estudiantes y gente suelta de otros ámbitos. Fueron dos días de debates con espíritu festivo y mucha catarsis de los participantes, que se esmeraron en articular conclusiones tras deliberar, ayer, en cuatro grupos. Más que anuncios, redondearon conceptos con los que apuestan a hacer más democrática a la larga una cultura que describen como burocrática y corporativa, y que van desde instalar la oralidad en todos los procesos, redefinir la independencia, erradicar los títulos honoríficos y el lenguaje críptico, hasta dar participación a la ciudadanía en el sistema y su control. La asistencia masiva sorprendió al grupito inicial de autoconvocados, que tuvo como una suerte de madrinas a la defensora Martínez y a la procuradora general, Alejandra Gils Carbó. “Nos van a decir que el clima ayudó. Claramente esto es viento de cola”, ironizó el fiscal Félix Crous sobre el final del encuentro, desde una mesa larga y poblada sobre el escenario. Con el mismo aire socarrón agregó que por la Biblioteca pasaron, entre ayer y el miércoles, “dos mil personas que se enamoraron de las palabras” y que hablaron “bajo la epopeya de no quedar bien con tirios y troyanos”. Era una nueva alusión tácita al presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, cuyos discursos buscan contentar a todos los sectores. “Los que estamos acá nos tomamos en serio el decreto de supresión de honores, acá no hay prerrogativas de sangre ni de nacimiento”, cizañó Crous. “En el Poder Judicial todo es revolucionario”, se rió el fiscal, y con él todo el auditorio, que estaba colmado. El primer día de encuentro de “Justicia legítima” hablaron decenas de personas que se iban pasando el micrófono cada cinco minutos, el límite establecido. En la segunda jornada se dividieron en cuatro grupos, cada uno con un tema, y escribieron algunas ideas, que los coordinadores leyeron al atardecer. El taller más concurrido fue el de “Independencia judicial” y, llamativamente, el que menos asistencia tuvo fue el de “Transparencia”. En ambos se esperaba surgiera la discusión sobre las exenciones impositivas que benefician al Poder Judicial y los ministerios públicos, pero se tocó de manera colateral. Otro grupo analizó los mecanismos de ingreso al Poder Judicial y el cuarto, las posibles formas de participación de la ciudadanía en los quehaceres judiciales y la “gestión democrática”. Las definiciones a las que llegaron no fueron taxativas, pero sí empiezan a delinear un modelo de Justicia bien distinto del que se conoce en la actualidad. La mayoría de las reformas que por el momento plantea esta corriente judicial no son legislativas, sino que pueden realizarse desde adentro del Poder Judicial mismo. “Ahora los que tengan capacidad de decisión para implementar las reformas tendrán que hacerse cargo”, advirtió el camarista de Casación Alejandro Slokar, en alusión a los tribunales de mayor jerarquía (desde las cámaras a la Corte) facultados para, por ejemplo, modificar las reglas de ingreso o la efectiva realización de audiencias orales. Los núcleos fuertes donde el debate encontró las mayores coincidencias son éstos. n “Para ingresar al Poder Judicial y los ministerios públicos hay que rendir examen. Es una exigencia institucional”, resumió la camarista María Laura Garrigós de Rébori ante el público presente. En relación con los jueces, explicó que se analizó la posibilidad de revalidar los cargos periódicamente y que tengan que exhibir el trabajo que realizan, aunque este punto no derivó en una idea contundente. n Todos los procesos judiciales (no sólo los penales sino los comerciales, civiles y laborales) deberían ser orales. Debe estar a la vista lo que los jueces hacen hasta que fallan, lo que a su vez abrevia plazos en el laberinto judicial. Esto es regla en el fuero penal, pero hay jueces que no lo aplican o lo hacen a pedido de parte. Para otros fueros habría que reformar los procedimientos. De manera menos concluyente, sin entrar en detalles, se analizó implementar el juicio por jurados para que la gente de a pie participe en procedimientos judiciales; incluso se evaluó la participación ciudadana en los órganos de selección de jueces. De la lista de ideas quedó excluida la de empezar a pagar el Impuesto a las Ganancias, que evidentemente no tuvo respaldo absoluto. Hay que “suprimir el trato honorífico a los magistrados”, señaló el fiscal de Casación Javier de Luca, un punto donde hubo coincidencia plena. Todavía algunos jueces exigen que los llamen “Su Señoría” o “Vuestra Excelencia”, y no faltan abogados que usan la denominación de manera espontánea. En la misma línea, hubo propuestas con fuerte aval para implementar modos de organización horizontal en tribunales, donde no haya jerarquías sino reparto de responsabilidades. Hubo un llamado general a erradicar el lenguaje críptico de las decisiones judiciales y buscar formas de acercar el servicio que debe prestar el aparato judicial a toda la ciudadanía, incluso instalando juzgados y defensorías en barrios carenciados. Casi un leit motiv de la autoconvocatoria fue redefinir la “independencia judicial” o, mejor, reemplazar el eslogan que la asocia con las posibles presiones del poder político por un concepto más amplio que prevenga también sobre la incidencia de todas las corporaciones (económicas, mediáticas y eclesiásticas y la judicial misma) en el trabajo y las decisiones de los jueces. “Hemos llegado a un momento de inflexión y tendremos que preguntarnos si queremos volver cada uno a su casa sin hacer nada, como después de innumerables congresos a los que asistimos, o si queremos hacer carne el cambio que anhelamos. Si es así, cada uno de nosotros tiene que militar por estas conclusiones”, convocó Stella Maris Martínez. “Si queremos una Justicia legítima tenemos que hacer que se cumplan en nuestro trabajo estas exigencias y sumar a la comunidad a este movimiento”, agregó. Crous anunció que el 31 de mayo habrá un nuevo encuentro asambleario en La Plata. Allí continuará la tormenta de ideas y se discutirá si “Justicia legítima” tendrá alguna forma de articulación más orgánica. Antonio Cluny, juez de la Audiencia de Portugal que es referente de Magistrados Europeos por las Libertades, un movimiento de jueces y funcionarios judiciales críticos, se despidió diciendo que había pasado por muchos acontecimientos de este tipo, pero que jamás vio “algo tan genuino”, que definió como “una especie de refundación del sistema de justicia”. El trabajo en los talleres Por Irina Hauser Por momentos parecían grupos de autoayuda, de a ratos tenían el clima de una clase de facultad o se transformaban en escenario de duelos verbales e ideológicos. Así funcionaron cuatro talleres en que se dividió el encuentro de “Justicia legítima” con el propósito de depurar ideas y mostrar conclusiones al final del día. Aquí, algunas instantáneas. n En el grupo que analizaba los “mecanismos de ingreso, promoción y disciplinarios”, de pronto se hizo un silencio monacal. Fue cuando los participantes empezaron a comprender de qué estaba hablando el titular de la Defensoría de la Ciudad de Buenos Aires, Mario Kestelboim: la Legislatura porteña, dijo, les impone con nombre y apellido a quiénes deben designar en ese organismo o de lo contrario no le aprueban el presupuesto. De este taller surgió la palmaria conclusión de que ya no debería ingresar nadie al Poder Judicial o los Ministerios Públicos si no es por concurso. Pero al momento de discutir los métodos surgieron algunos chispazos. Estaban ahí los representantes de la comisión interna del fuero penal, que reclamaron que la Unión de Empleados de la Justicia (UEJN) pueda participar de los jurados, “de lo contrario las prácticas nepotistas no se acaban”. La jueza Victoria Pérez Tognola les retrucó que –pese a que ella votó a favor– esa había sido una de las cuestiones que impidieron aprobar años atrás el ingreso por concurso en el Consejo de la Magistratura. n En la sala donde se conversaba sobre “participación ciudadana y gestión democrática”, una mujer llevó un ejemplo vivo y del trato que brindan algunos jueces al común de la gente, cuando les hizo escuchar a todos la grabación en la que un juez de un tribunal oral de familia de Lomas de Zamora la trataba de “miserable”. La policía se había llevado a los tres hijos de la señora. Javier de Luca contaría después que, entre otras cosas, en este taller hubo propuestas para “acercar” el sistema judicial a los sectores más vulnerables y a las víctimas. También hubo muchas voces favorables a la implementación del juicio por jurados. El fiscal Alejandro Alagia volvió a poner el dedo en la llaga al señalar el problema de que “los jueces gobiernan” sin ser elegidos por el voto popular. n En otras de las comisiones se dieron múltiples definiciones sobre la independencia judicial. El juez federal de Dolores Alejo Ramos Padilla volvió al ejemplo que en buena medida dio origen a “Justicia legítima”: la respuesta de este grupo crítico al comunicado de la Comisión de Independencia de la Corte y la Asociación de Magistrados que denunciaba presiones políticas a la Justicia, en rigor, a la Cámara en lo Civil y Comercial que debe fallar sobre la ley de medios, denunciada por recibir (algunos de sus miembros) dádivas del Grupo Clarín. Ramos Padilla dijo que la falta de independencia se reflejaba en los manejos de una Justicia que hace cuatro años tiene parada una ley del Congreso largamente debatida. Denunció lobbies de organizaciones como Certal y Fores en los tribunales. Desde otro ángulo, el jurista Julio Maier propuso hablar de la “independencia interna” y revisar sus mecanismos de subordinación y sometimiento difíciles de resistir. La idea de una organización horizontal en tribunales causó sensación, pero todavía muchos la ven como una utopía. n En el taller de “transparencia y rendición de cuentas” todos se miraban de reojo, pero nadie sacaba el tema del pago del Impuesto a las Ganancias. Había una resistencia implícita. Hubo voces a favor de que el Poder Judicial pague impuestos como todo el mundo, pero fue excluido del temario de conclusiones. Sin embargo, surgieron de este grupo –que coordinó el fiscal Carlos Gonella– propuestas contundentes: que los jueces muestren sus declaraciones juradas; que sean públicas sus agendas de audiencias (a quién reciben y para qué); que se publiciten sus currículum; que se implemente un mecanismo para saber cuánto gastan y en qué y otro para mediar la calidad del trabajo; y un registro que dé cuenta públicamente a quién les da la Corte Suprema los bienes decomisados por corrupción. Próximo encuentro El próximo 31 de mayo en La Plata, “Justicia legítima” quedará “constituida orgánicamente” como asociación. La defensora general de la Nación, Stella Maris Martínez, afirmó al realizar un balance que “nosotros no somos un grupo disidente. Formamos todos parte del sistema de administración de justicia, y estamos expresándonos”. Y agregó: “Acá no hay ningún grupo disidente, acá hay gente que le parece que hay que cambiar las cosas en el Poder Judicial, y que se cambió mucho, se hicieron cosas muy buenas, se avanzó, pero creemos que hay que avanzar un poco más, y quizás en ciertos temas hacerlo más rápido”. Señaló que “hay puntos que han quedado claros, como el ingreso irrestricto al sistema judicial mediante examen, la transparencia, la necesidad de participación ciudadana, de jueces que sean realmente independientes de todos los factores de poder y que se nutra del apoyo del pueblo para tener esa independencia”. “Hemos concluido dos días de encuentros, deliberaciones y conclusiones sumamente productivas; esto es un hito dentro de un proceso que comenzó hace mucho tiempo y se concretó con la publicación de nuestro primer documento”, celebró el fiscal Félix Crous. 01/03/13 Página|12 GB

UNA PRIMAVERA VATICANA.?

¿Una “primavera vaticana”? Por Hans Küng* La Iglesia necesita un Papa abierto a la modernidad y que defienda la libertad. Un grupo de cardenales valientes debe enfrentarse a los sectores más inflexibles de la jerarquía y exigir un candidato con ese perfil. La primavera árabe sacudió toda una serie de regímenes autoritarios. Ahora que ha dimitido el papa Benedicto XVI, ¿será posible que ocurra algo similar en la Iglesia católica, una primavera vaticana? Por supuesto, el sistema de la Iglesia católica, más que a Túnez o Egipto, se parece a una monarquía absoluta como Arabia Saudí. En ambos casos, no se han hecho auténticas reformas, sino concesiones sin importancia. En ambos casos, se invoca la tradición para oponerse a la reforma. En Arabia Saudí, la tradición solo se remonta a 200 años atrás; en el caso del papado, a 20 siglos. Ahora bien, ¿es cierta esa tradición? En realidad, la Iglesia vivió durante un milenio sin un papado de tipo monárquico absolutista como el que conocemos. Fue a partir del siglo XI cuando una “revolución desde arriba”, la “reforma gregoriana” iniciada por el papa Gregorio VII, nos legó las tres características históricas del sistema de Roma: un papado centralista y absolutista, un clericalismo forzoso y la obligación del celibato para los sacerdotes y otros clérigos seglares. Los esfuerzos de los concilios reformistas del siglo XV, los reformadores del siglo XVI, la Ilustración francesa en los siglos XVII y XVIII y el liberalismo del siglo XIX tuvieron éxito solo en parte. Incluso el Concilio Vaticano II, de 1962 a 1965, a pesar de abordar muchas preocupaciones de los reformadores y los críticos modernos, se vio obstaculizado por la curia, el órgano rector de la Iglesia, y no logró poner en práctica más que parte de los cambios exigidos. Hoy, la curia, que también es un producto del siglo XI, sigue siendo el principal obstáculo para cualquier reforma de fondo de la Iglesia católica, cualquier acuerdo ecuménico con las demás iglesias cristianas y religiones mundiales y cualquier actitud crítica y constructiva frente al mundo moderno. No podemos engañarnos con las grandes masas. Detrás de la fachada, la casa está viniéndose abajo Con los dos últimos papas, Juan Pablo II y Benedicto XVI, se ha producido un fatal regreso a los viejos hábitos monárquicos de la Iglesia. En 2005, en una de sus escasas muestras de audacia, Benedicto mantuvo una amigable conversación de cuatro horas conmigo en su residencia de verano, en Castelgandolfo, cerca de Roma. Yo había sido colega suyo en la Universidad de Tubinga y también su crítico más feroz. Durante 22 años, después de que criticara la infalibilidad del Papa y me retirasen la autorización eclesiástica para dar clase, no habíamos tenido el menor contacto privado. Antes del encuentro, decidimos dejar de lado nuestras diferencias y hablar de temas sobre los que podíamos estar de acuerdo: la relación positiva entre la fe cristiana y la ciencia, el diálogo entre religiones y civilizaciones y el consenso ético entre fes e ideologías. Para mí, y para todo el mundo católico, la entrevista fue una señal de esperanza. Pero, por desgracia, el pontificado de Benedicto estuvo marcado por crisis y malas decisiones. Logró irritar a las iglesias protestantes, los judíos, los musulmanes, los indios de Latinoamérica, las mujeres, los teólogos reformistas y todos los católicos partidarios de las reformas. Los mayores escándalos de su papado son conocidos: para empezar, el hecho de que Benedicto reconociera a la archiconservadora Sociedad de San Pío X del arzobispo Marcel Lefebvre, que se opone de manera rotunda al Concilio Vaticano II, y a un personaje que niega el Holocausto, el obispo Richard Williamson. Luego estuvo la inmensa ola de abusos sexuales a menores por parte de sacerdotes, que el Papa ayudó en gran parte a encubrir cuando era el cardenal Joseph Ratzinger. Y después el caso Vatileaks, que reveló un espantoso número de intrigas, luchas de poder, corrupción y deslices sexuales en la curia, y que parece ser una de las principales razones por las que Benedicto ha decidido abandonar. Esta primera dimisión de un Papa en casi 700 años deja al descubierto la crisis fundamental que se cierne sobre una Iglesia anquilosada. Y ahora, todo el mundo se pregunta: ¿Será posible que el próximo Papa, a pesar de todo, inaugure una nueva primavera para la Iglesia católica? No se pueden ignorar las desesperadas necesidades de la Iglesia. Existe una desastrosa escasez de sacerdotes, en Europa, Latinoamérica y África. Son muchísimas las personas que han dejado la Iglesia o han emprendido una “emigración interna”, sobre todo en los países industrializados. Ha habido una inequívoca pérdida de respeto hacia obispos y sacerdotes, el distanciamiento, en particular, de las mujeres jóvenes, y la incapacidad de incorporar a los jóvenes a la Iglesia. No debemos dejarnos engañar por el poder mediático de los grandes acontecimientos papales de masas ni por los aplausos enloquecidos de los grupos juveniles católicos. Detrás de la fachada, la casa está viniéndose abajo. Una encuesta muestra que el 85% de los católicos son partidarios de dejar que los curas se casen En esta dramática situación, la Iglesia necesita un Papa que no viva desde el punto de vista intelectual en la Edad Media, que no defienda ningún tipo de teología, liturgia ni constitución eclesiástica propias de la época medieval. Necesita un Papa abierto a las preocupaciones de la reforma, a la modernidad. Un Papa que defienda la libertad de la Iglesia en el mundo no solo mediante sermones sino luchando con hechos y palabras por la libertad y los derechos humanos dentro de la Iglesia, por los teólogos, por las mujeres, por todos los católicos que desean decir la verdad abiertamente. Un Papa que no siga obligando a los obispos a obedecer una línea oficial reaccionaria, que ponga en práctica una democracia apropiada dentro de la Iglesia, construida según el modelo del cristianismo primitivo. Un Papa que no se deje influir por ningún otro “Papa en la sombra” del Vaticano como Benedicto y sus leales seguidores. La procedencia del nuevo Papa no debería ser un factor crucial. El Colegio Cardenalicio debe elegir al mejor, sin más. Por desgracia, desde la época del papa Juan Pablo II, se emplea un cuestionario para hacer que todos los obispos sigan la doctrina oficial de Roma en los asuntos polémicos, un proceso sellado por el voto de obediencia incondicional al Papa. Por eso, hasta ahora, no ha habido disidentes públicos entre los obispos. Sin embargo, la jerarquía católica ha recibido advertencias sobre la brecha existente entre ella y los seglares en asuntos importantes relacionados con posibles reformas. Una encuesta reciente en Alemania muestra que el 85% de los católicos son partidarios de dejar que los curas se casen, el 79%, de que los divorciados puedan volver a casarse por la Iglesia, y el 75%, de que las mujeres puedan ordenarse. Probablemente, las cifras serían similares en muchos otros países. ¿Será posible que tengamos un cardenal o un obispo que no esté dispuesto a seguir por la misma senda trillada de siempre? ¿Alguien que sepa lo profunda que es la crisis de la Iglesia y conozca vías para salir de ella? Estas preguntas deben discutirse abiertamente, antes del cónclave y durante él, sin que nadie amordace a los cardenales, como se hizo en 2005 para que se atuvieran a las directrices. Soy el último teólogo en activo de los que participó en el Concilio Vaticano II (junto con Benedicto) y, como tal, me pregunto si no será posible que haya al comienzo del cónclave, igual que hubo al comienzo del Concilio, un grupo de cardenales valientes que se enfrenten a los miembros más inflexibles de la jerarquía católica y exijan un candidato dispuesto a aventurarse en nuevas direcciones. ¿Tal vez a través de un nuevo concilio reformista o, mejor aún, una asamblea representativa de obispos, sacerdotes y seglares? Si el próximo cónclave elige a un Papa que vuelva a lo de siempre, la Iglesia nunca experimentará una nueva primavera, sino que caerá en una edad de hielo y correrá el peligro de encogerse hasta convertirse en una secta cada vez más irrelevante. *Hans Küng es catedrático emérito de Teología Ecuménica en la Universidad de Tubinga y autor del libro de próxima publicación ¿Puede salvarse la Iglesia? Traducción del inglés de María Luisa Rodríguez Tapia. ©2013 The New York Times. Distribuido por The New York Times Syndicate. El País GB

PARAGUAY LA GUERRA DE LA TRIPLE INFAMIA, PEPE ROSA.

Cerro Corá, la última resistencia paraguaya Por José María Rosa (1 de marzo de 1870. Luego una larga y desesperada resistencia contra las potencias enemigas, el presidente paraguayo se niega a rendirse y es ultimado por soldados brasileños, lo que pone fin a la Guerra de la Triple Alianza) La caravana empecinada Soldados abrasados por la fiebre o por las llagas extenuadas por el hambre, sin más prendas de los desaparecidos uniformes que el calzón ceñido por el ysypó, y algunas veces un correaje militar para sostener la canana o pender el sable; pocos llevan el morricón con la placa de bronce del número del regimiento. Descalzos porque los zapatos (y a veces el morrión y las correas) han sido comidos después de ablandar el cuero con agua de los esteros. Mujeres de rasgados tipoys, afiladas como agujas por la extenuación o la peste, preparan el rancho; polvo de huesos (cuando lo hay) cocido con juego de naranjas agrias, si se ha conseguido alguna; las más de las noches, nada. Entonces se roe el cuero de los implementos militares. Todos están enfermos, todos escuálidos por el hambre, todos sufren heridas de guerra que no han cicatrizado. Pero nadie se queja. No se sabe adónde se va, pero pero se sigue mientras haya fuerzas: quedarse atrás sería pisar un suelo que ha dejado de ser paraguayo y sufrir el atropello de los cambás (los brasileños). Los rezagados también morirán de hambre en la tierra arrasada por los vencedores. En coches destartalados van Elisa Lynch con los niños pequeños del Mariscal; la cuida su hijo de quince años, el coronel Panchito, improvisado jefe de estado mayor por su padre. En otro, tres fantasmas: la madre y las hermanas de López, flageladas por su debilidad ante la resistencia imposible; en otro, el vicepresidente Sánchez, anciano de ochenta años cuya razón desvaría. Conduce la hueste espectral Francisco Solano. Todavía es presidente del Paraguay y Mariscal de la Guerra contra la Triple Alianza; si no ha podido dar el triunfo a los suyos, ofrecerá a las generaciones futuras el ejemplo tremendo de un heroísmo nunca igualado. No traduce en su rostro impasible, ni en el cuidado uniforme, rastro de desesperación o de abandono. Conduce la retirada espantosa como si fuera una parada militar: "aparentaba la misma clama y tranquilidad de otros tiempos" dirá un enemigo suyo en su detrimento. Aún es Jefe; y un jefe no puede abatirse. En medio de las selvas o los desiertos, en lo alto de las cordilleras mientras lleva a la muerte el pulcro y sereno Leopoldo de América como lo llamara Mitre antes de la guerra. La caravana va hacia el Norte para eludir la maniobra envolvente de los brasileños que los obligaría a entregarse sin combatir. A veces llega a una aldea, erigida solemnemente en "capital provisional de la República": Caraguatay, a los pocos días- el 28 de agosto- luego San Estanislao. Después el desierto, pues debe caminarse lejos del río dominado por los caños imperiales. Una huella blanca, formada por las huestes de los caídos, señala a los brasileños la ruta de los fugitivos. Ya no se entierra porque no hay tiempo ni energía para hacerlo; se camina hasta el agotamiento, y cuando se cae, un compañero o compañera toma el arma y sigue. Los bueyes que tiraban de las carretas del parque y los cañones han debido sacrificarse, pero algunas mujeres fuertes y bravías se uncen a los yugos y arrastran los convoyes. Solamente quedan caballos para quienes se reservan los mejores alimentos: pertenecen a los escuadrones y son sagrados: apoderarse de ellos sería un sacrilegio, como inutilizar una carabina o abandonar un cañón. Siete meses, doscientas jornadas de ardiente sol tropical transcurren en esta marcha única en la historia. Hasta el 14 de febrero de 1870 la caravana trágica llega a Cerro Corá ("escondido entre cerros", en guaraní), campo de buena gramilla, regularmente protegido, a poco distancia del Aquidabán-niguí, afluente del Aquidabán. Diez mil muertos jalonan la ruta macabra desde la sierra de Azcurra, los que han podido llegar son poco más de cuatrocientos. López da la orden de detenerse en Cerro-Corá, hay alimento para los caballos, alguna pesca y venados y guasunchos cruzan por los cerros. Allí se podría descansar y también morir. Los colores de España Llama el Mariscal a consejos de jefes y oficiales. Sentado en la sola silla del campamento (hay que guardar las formas) preside a los suyos que deben hacerlo en el suelo. Habla Francisco Solano: se está en el último rincón de la patria, después viene el Matto Grosso brasileño. Atravesándolo se ganaría asilo en suelo extranjero. Más allá de los cerros está la salvación, pero ya no sería suelo paraguayo. ¿Podría darse fin a la epopeya escapando a la muerte, dejando a Paraguay en poder de los brasileños? Para quitar solemnidad al momento desliza algunas bromas sobre los cambás. ¿Podrían ellos desde el extranjero asistir impasible al apoderamiento de la patria? "Siguió un silencio -dice el coronel Aveiro- y viendo que nadie hacía uso de la palabra, yo entonces dije al Mariscal que él era el Jefe de Estado y de nuestro Ejército; nuestro deber era someterse a lo que él resolviera. Y entonces el Mariscal dijo: "Bien, entonces peleemos aquí hasta morir". No se habló más del asunto. El Presidente lo descartó como cosa resuelta. A continuación hizo leer por el Ministro de Guerra, Caminos, un decreto otorgando la medalla de Amanbay a los sobrevivientes de esa acción. No había medallas y con trozos de metal grabado a cuchillo se suple la falta; tampoco se encontraron cintas con los colores patrios, pero en una carreta se halló un trozo rojo y gualda de alguna tienda española. Con esas medallas y esas cintas improvisadas, Elisa Lynch había confeccionado las condecoraciones, que el mariscal fue colgando en las rotas guerreras (cuando las tenía), o en el tahalí que cruzaba el pecho de loas agraciados. Es la última ceremonia solemne del viejo Paraguay. Los colores españoles sirvieron para premiar, en el campo elegido para morir, a estos nietos de conquistadores dispuesto a mantener enhiesta la virtud de la raza. El ejército de Cerro-Corá Después de repartirles "como recuerdo" algunas prendas suyas, el mariscal pasó revista al ejército, cuyos datos anotó minuciosamente el coronel Panchito como jefe de su Estado Mayor. Por este papel recogido en la faltriquera del niño-héroe pocos días después, pueden conocerse los efectivos de López el día del desastre final. Cuatrocientos nueve, exactamente 409 combatientes de todas las edades, quedaban de los cien mil hombres llamados bajo bandera en los cinco años de guerra: cuatrocientos nueve sobrevivientes del gran ejército lanzado en 1864 contra el Imperio para defender la libre determinación de las repúblicas hispanoamericanas. De sus doscientos regimientos originales todavía existían -por lo menos en la numeración- dieciséis cuerpos: algunos (el 25 de infantería) reducidos a once plazas entre jefes, oficiales, suboficiales y tropa; el más numeroso (el de maestranza) tenía cincuenta y dos. Estaba aún el famoso 4 de infantería organizado por Eduvigis Díaz con los jóvenes de la mejor sociedad asunceña, aunque reducidos a 39 hombres en total. Su abanderado llevaba atado el brazo (pues debió abandonar el asta) un jirón del paño tricolor salvado de la metralleta. El 1 de marzo de 1870 Catorce días esperan en Cerro Corá el desenlace. Mientras tanto no descuidan las cosas cotidianas; el general Caballero va con unos cuantos jinetes a la caza de venados (esa ausencia le permitiría salvar su vida), el Mariscal y sus hijos tienen espineles en el Aquidabán. Sentado en una palmera caída a orillas del Niguí, López cuenta chascarrillos como si nada ocurriera; diríase un padre de familia en excursión dominical con los suyos. Está tranquilo, muy tranquilo, e infunde confianza a todos. Ha tomado las precauciones militares para recibir a los brasileños como es debido: los cañones custodian la picada de Villa Concepción por donde seguramente llegarán; los caballos están dispuestos y las armas en pabellón para el momento oportuno. Solo resta esperar. Por las noches -ardientes y húmedas del verano tropical- se oyen las arpas paraguayas, y algún cantor entona en guaraní las melodías populares. Como si lo que ha ocurrido y está por ocurrir, fuese la cosa más natural del mundo. Algunos indios caygús traen alimentos a los paraguayos: el 28 de febrero advierten a López la proximidad de los brasileños; le ofrecen esconderlo en sus tolderías, en el fondo de los bosques, donde jamás podrían encontrarlos: Yahjá caraí, ndé, topá i chene rephé los cambá ore apytepe ("Vamos, señor; no darán con usted los negros adonde pensamos llevarle"). López agradeció y declinó el ofrecimiento. Su resolución estaba tomada: moriría con su patria. A la mañana siguiente - 1 de marzo-, algunas mujeres escapadas de los puestos avanzados, llegaron con la noticia de que los brasileños, conducidos por un traidor se habían apoderado, sin combatir, de los cañones. El general Roa, jefe de la retaguardia, acaba de ser degollado con los suyos. No hubo combate, solamente un sorpresa y la matanza. Como a fieras. Con toda calma, López ordenó ensillar y disponerse en guerrilla. A eso del mediodía, irrumpieron los jinetes del general Cámara. Son muchos, veinte veces más que los paraguayos, y tienen armas de precisión y caballos excelentes. Pero la presencia de los paraguayos dispuestos a la lucha los hace detener. Estos, sin mayores armas de fuego, avanzan en sus escuálidos jamelgos en una carga que debe hacerse al paso; los imperiales eluden a fin de mantener la superioridad que les dan sus carabinas. No se llega al entrevero y la caballería guariní es diezmada. Después, será el tumulto. Sobre López, atraídos por el uniforme del mariscal, se lanzan el coronel brasileño Silva Tabares y su guardia: Francisco Solano alcanza a ordenar a Panchito que proteja a su madre y a sus hermanos, y hace frente a los imperiales con la sola arma de su espadín de oro -regalos de la patricias paraguayas, en cuya hoja se lee Independencia o Muerte-; el ayudante de Silva Tabares, un apodado Chico Diavo, consigue asirlo de la cintura, al tiempo que que otro soldado le descarga un golpe de sable en la cabeza. López tira una estocada a Chico Diavio, que el brasileño contesta con un lanzazo en el vientre. "¡Muero con mi Patria!" En ese momento, algunos paraguayos -el coronel Aveiro, el médico Ibarra, el capitán Arguello- corrieron en auxilio del jefe. Pese a sus heridas, López se mantiene sobre el caballo- "un bayo flacón"- y les grita: "¡Matemos a esos macacos!" Los imperiales, en orden, pero contenidos por el refuerzo que ha llegado a salvar a López, ponen alguna distancia. Aveiro se acerca a López: "Sígame señor". Lo conduce por una picada que se interna en el bosque, mientras Ibarra y los demás contienen a los invasores. Los brasileños lo sigue: "E o López, é o López" (Es López, es López), y la soldadesca se aprieta en su persecución porque la cabeza del Presiente está premiada con cien libras esterlinas, y todos quieren ganarlas. También el general Cámara endereza su caballo tras el Mariscal; no busca el premio en metálico, pero quiere cobrar la pieza, grande, dar el jaque mate definitivo. Abriendo sendas por la picada, los paraguayos llegan hasta el arroyo, el Aquidabán-niguí. López, agotado y desangrado, cae de su cabalgadura. Apenas puede tenerse en pie, y Aveiro e Ibarra lo ayuda a cruzar la zanja; quiere subirlo por la barranca opuesta pero el peso del Presidente se lo impide: "Déjenme", les dice López en guaraní; pero no quieren abandonarlo. Les pide que busquen una subida menos escarpada, dejándolo mientras tanto junto al tronco de una palmera. Llegan los brasileños: un soldado persigue al cirujano Estigarribia por el arroyo, y lo atraviesa de un lanzazo. López trata de enderezarse, pero se desploma cayendo al agua; consigue sentarse y saca su espadín de oro con la mano derecha tomando la punta con la izquierda. Cámara se le acerca y le formula la propuesta de rigor: "Ríndase, Mariscal, le garantizo la vida", López lo mira con ojos serenos y responde con una frase que entra en la historia: "¡Muero con mi Patria!" al tiempo de amargarle con el espadín. "Desarmen a ese hombre", ordena Cámara desde respetable distancia. Ocurre una escena tremenda: un trompudo servidor de la libertad se arroja sobre el moribundo eludiendo las estocadas del espadín para soltarle la mano de la empuñadura; el mariscal, anegada en sangre el agua que los circunda, medio ahogado, entre los estertores de la muerte, ofrece todavía resistencia; el cambá lo ase del pelo y lo saca del agua. Ante esa resistencia, Cámara cambia la orden: "Maten a ese hombre". Un tiro de Manlicher atraviesa el corazón del mariscal que queda muerto de espaldas, con ojos abiertos y la mano crispada en la empuñadura del espadín. "¡Oh! ¡diavo do López!" ("¡Oh! diablo de López!"), comenta el soldado dando con el pie en el cadáver. El exterminio de los últimos paraguayos es atroz. El general Roa, sorprendido en el arroyo Tacuaras, había sido intimado. "¡Rendite, paraguayo danado!" (¡Rendite, paraguayo condenado!); "¡Jamás!", y se deja degollar. El vicepresidente Sánchez, moribundo en su coche, es amenazado. "¡Ríndase, fio da put...!" ("¡Ríndase, hijo de ...!"); el viejo octogenario abre los ojos asombrado; "¿Rendirme yo, yo?", y descarga su débil bastón sobre el insolente: un tiro de pistola lo deja muerto. Panchito acompaña a su madre y sus hermanos pequeños que han conseguido refugiarse en su coche; hace guardia junto a la puerta. Llegan los brasileños y preguntan si esa mujer es "la querida de López, y esos niños, "sus bastardos"; Panchito arremete contra los canallas, que sujetan al niño: "¡Ríndete!" "¡Un coronel paraguayo no se rinde!". Lo matan. Elisa Lynch cubre el cuerpo de su hijo. Algún desmandado quiere propasarse, y la mujer le impone. "¡Cuidado, soy inglesa!" La deja en libertad. Elisa buscará esa noche el cuerpo de Francisco López Solano para enterrarlo junto al de Panchito en una tumba cavada por sus propias manas. El cadáver del mariscal está desnudo, porque la soldadesca lo ha despojado (el reloj de oro que llevaba esa tarde fue mandado como trofeo a la Argentina). Elisa encuentra una sabana de algodón y amortaja los cuerpos queridos. Entre el estrépito de triunfo de los vencedores que festejaban su definitiva victoria, Elisa reza su sencilla oración despidiendo a su compañero y su hijo. La noche se ha puesto sobre las tremendas escenas de la tarde, y un farol mortecino, llevado por un niño de nueve años, es la única luz que alumbra el sepelio del gran Mariscal. La guerra del Paraguay ha terminado. Fuente: José María Rosa, "Cerro-Corá", en La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas, Biblioteca argentina de historia y política, Hispamérica, 1985, pp.257-263. Prof GB