lunes, 30 de junio de 2014

La obra de Marechal crece día a día pese a la absoluta falta de publicidad o difusión"

Entrevista a María de los Ángeles Marechal, hija del escritor y quien junto a su hermana María Magdalena (Malena), llevan adelante la Fundación Marechal (ir al sitio). "Tras 38 años de reclamos se recuperan partes de sus manuscritos".
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Por Juan Ciucci
APU: ¿Cómo surge la idea y el trabajo de la Fundación?
María de los Ángeles Marechal: ¡Buena pregunta! Una utopía que se va concretando dada la permanente búsqueda del material de Leopoldo Marechal, en la creencia de que quien tenía sus manuscritos y nuestra biblioteca familiar -que fue conformada por mi madre María Zoraida Barreiro y mi padre-, querría que la obra de Marechal perdurara y la entregaría por respeto y presunto amor al escritor. No sucedió así. Tras 38 años de reclamos se recuperan partes de sus manuscritos. La biblioteca Marechal, a la fecha, está en manos ajenas.
APU: ¿Con qué apoyos cuenta para realizar esa labor?
MAM: Ninguno, a la fecha. La Fundación es pobre; no hay sponsors, no hay personal. Sí en algunas oportunidades hemos recibido trabajos realizados por voluntarios. Hay actividades en la medida que se convoca a la Fundación; siempre que sean literarias o artísticas (ver sitio). En los años 1995, 1998 y 2000 pudimos celebrar jornadas nacionales e internacionales; eran aniversarios importantes que queríamos celebrar. En esos años conseguimos alguna ayuda y salas sin cargo para los encuentros que fueron sumamente enriquecedores. Ningún disertante percibió honorarios, fue una gran colaboración.
APU: ¿Qué materiales de Marechal conservan?
MAM: Algún recuerdo, pequeño, de familia que tenían mis tíos. Fotos que fui recuperando lentamente, otras que me dieron en el 2002 junto a parte de sus cartas y, en el 2008, parte de sus manuscritos. Hay material inédito. Sé de personas que tienen dibujos, etc pero que no nos los entregan; ni siquiera buenas fotocopias. No obstante hay personas nobles que, sin habérselos pedido, nos dieron el material que tenían. Quiero señalar a un hombre íntegro como es el Dr. Jorge Lafforgue. Los tres primeros manuscritos recuperados fueron gracias a su alto sentido del honor y de la ética.
APU: ¿Cómo analiza la actualidad de la obra de Marechal?
MAM: La obra crece día a día pese a la absoluta falta de publicidad o difusión. Tuve y tengo una profunda alegría por las jornadas vividas en la Universidad Schiller, en la ciudad de Jena, Alemania, gracias a la Dra. Claudia Hammerschmidt (ver nota), infatigable organizadora del Coloquio Marechal. Sobre el tema hizo una excelente reseña la Dra. María Rosa Lojo (ver nota).
APU: ¿Qué publicaciones han editado?
MAM: La fundación ha editado algunos libros: Cincuentenario de Adán Buenosayres, que contiene estudios académicos. Dos libros de concursos realizados: uno de poesía en colaboración con el Museo Saavedra y otro de narrativa breve con la Fundación Travesía. Hace poco concretamos una nueva edición de la Historia de la calle Corrientes, primera edición bilingüe (castellano-inglés) con fotos de Cóppola, reproducciones de imágenes de la primera edición e incorporamos más material obtenido en el Archivo General de la Nación, entre otros. Actualmente se trabaja la edición facsimilar de Odas para el hombre y la mujer con textos críticos del pasado y del presente. Tambien se incluirán las cartas que recibió Marechal con motivo de la obtención de su primer Premio por ese poemario. El premio fue municipal, el el año 1930. Luego ganó varios concursos nacionales. Está preparándose la biografía documentada con cartas y entrevistas. Hay algunos videos, conferencias grabadas y tenemos un interesante archivo de textos académicos y periodísticos. Necesitariamos contar con uno o dos pasantes universitarios. Ha sucedido que quienes nos han dado una mano generosa se han licenciado o doctorado en la obra de Marechal con honores. ¿Causalidad?

¿Qué está sucediendo en Irak?

El 10 y 11 de junio pasados el mundo se vio sorprendido al ver cómo el grupo radical autodenominado Estado Islámico de Irak y el Levante, ISIS, tomó, casi sin oposición militar ni civil, las ciudades iraquíes de Mosul y Tikrit.
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Por Ezequiel Kopel
El gran avance de ISIS sobre las ciudades norteñas iraquíes se explica como la punta de lanza de una rebelión sunita contra el gobierno central iraquí encabezado por el Primer Ministro chiíta Mouri al-Maliki, quien, desde la retirada de los Estados Unidos, ha hecho todo lo posible para alinear a la minoría sunita, situación que explica por qué las conquistas territoriales de este grupo fundamentalista islámico se han dado sólo en zonas donde los sunitas son mayoría y en la cual ISIS es recibido con los brazos abiertos, casi como un "ejército de liberación", cumpliendo el papel de avanzada contra la opresión chiita. Es bueno recordar que durante el régimen de Saddam Hussein -un líder sunita de orientación nacionalista- la población chiíta fue marginalizada y perseguida por el gobierno central a pesar de representar a más del 65 por ciento de la población total de Irak.
Entonces ¿qué pasó para que una organización extremista, que en el mejor de los casos no supera los diez mil hombres, haya derrotado a un ejército y fuerzas de seguridad entrenadas por Estados Unidos, conformadas por casi un millón de miembros, y que ha recibido más de 100 billones de dólares desde su creación, en  2006?
1) La persecución del gobierno contra los sunitas ha provocado que los rebeldes formen una alianza de lo más heterodoxa, en la cual facciones tan disímiles como ex militares del régimen ba'atista (Ba'ath era el partido de tendencia socialista y pan-arabista que en Irak encabezaba Saddam Hussein) se hayan unido con radicales islámicos -que buscan establecer un califato- y con líderes tribales -cuya única ambición es una tajada de poder y continuar con sus negociados que incluyen el tráfico de armas, drogas y petróleo-.
2) Mouri al-Maliki se rehusó a pagar los salarios de la sahwat (grupos paramiliatres sunitas que lucharon y contuvieron a Al Qaeda -grupo terrorista sunita- en Irak, aún corriendo el riesgo de ser acusados de traidores por  su propia minoría) provocando que éstos no se enfrentaran a ISIS en esta oportunidad. A la vez, Maliki echó a su ministro de Economía, un tecnócrata sunita,  y trató de enjuiciarlo, hecho interpretado como un ataque contra todos los sunitas en general. Además, los sunitas nunca fueron favorecidos con los preciados trabajos gubernamentales a los que accedieron los seguidores  de Maliki.
3) El ejército y la policía de Irak son vistas por la población sunita como fuerzas de seguridad sectarias y pro-chiítas. De esta manera, cuando la insurgencia  arribó a las ciudades sunitas de Mosul y Tikrit, los soldados no encontraron ninguna razón para defender ciudades hostiles que, además, los consideran un ejército de ocupación chiíta. Un ejemplo de esto es que hasta sus propios comandantes les ordenaron retirarse.
4) El ejército iraquí, a pesar de los millones de dólares, careció de profesionalismo para enfrentar a un oponente decidido y preparado. El Primer Ministro Maliki rellenó sistemáticamente los mandos medios y altos con miembros leales a su persona, no con profesionales. Las mismas fuerzas especiales, incluidas el Comando de Operaciones de Bagdad, funcionaron como una fuerza personal del Primer Ministro, que reprimía manifestantes y arrestaba a opositores en el medio de la noche para detenerlos en cárceles secretas. Por lo tanto, el ejército iraquí terminó por convertirse en una fuerza de carácter étnico más que en un ejército representante de todos los ciudadanos de Irak.
5) Cuando lo enfrentaron militarmente, el ejército iraquí fue derrotado. Ciertamente, no ha ganado una batalla en años. Cabe señalar que para defender Tikrit sólo se necesitaba  proteger la única autopista que atraviesa el centro de la ciudad con un par de vehículos de asalto y un limitado apoyo aéreo. Sin embargo, no hubo reacción de Bagdad, que se encuentra a sólo dos horas de Tikrit,  y la ciudad cayó en manos de los rebeldes en menos de medio día.
Dicho lo anterior ¿quiénes son los ganadores con este conflicto?
1) Los kurdos que dominan la región autónoma iraquí de Kurdistan aumentaron el territorio bajo su control en un 40 por ciento desde el inicio del avance de ISIS. Las fuerzas militares kurdas, denominadas Peshmerga,  aprovecharon el revuelo y actuaron rápidamente: mientras las fuerzas militares iraquíes abandonaban sus posiciones ellos ocuparon su lugar, extendiendo los límites controlados por el Gobierno Regional Kurdo (KRG) a casi toda la zona, que desde hace 11 años está en disputa con el gobierno iraquí. Por el momento, ISIS se ha concentrado en enfrentar a los chiítas, dejando de lado el conflicto con los kurdos, que poseen uno de los ejércitos más motivados y orgullosos del Oriente Medio; una fuerza que tiene identidad nacional, que es obediente y que está dispuesta a luchar hasta el final por un objetivo colectivo. Pero el actual límite territorial entre las fuerzas sunitas de ISIS y los kurdos del KRG es de 1.200 kilómetros; una frontera tan grande es una invitación a que cualquier enfrentamiento encienda la mecha de otro conflicto étnico y territorial.
2) Otro de los beneficiados del avance de los radicales jihadistas en Irak es, paradójicamente, el gobierno sirio de Basher Al-Assad. A pesar de haberse dado a conocer tarde en el conflicto sirio, ISIS ha demostrado ser un férreo  oponente a un régimen que aún no da muestras de retirada.  Cuando Assad comenzó a recuperarse en su propio e interno conflicto y logró reconquistar territorio perdido, los fundamentalistas islámicos volcaron su avanzada sobre un líder mas débil: Irak. Y, contrariamente a lo que se piensa, ISIS también ha ganado más enemigos. De esta manera, se ha producido una surrealista alianza entre enemigos que se han unido tácitamente para enfrentar a uno mucho más temido.
Siria bombardea posiciones de ISIS en territorio iraquí, Irán envía sus generales de la Guardia Revolucionaria a Bagdad a preparar a unas fuerzas militares quebradas, Estados Unidos ofrece sus asesores militares junto con dinero, el Hezbollah espera una señal para mover las fuerzas que combaten junto a Assad y Arabia Saudita -que financió en el pasado a los jihadistas- expresa su preocupación ante el avance de un grupo que ya no le responde. Lo que se dice, un cóctel explosivo que más temprano que tarde se hará trizas, provocando un particular rediseño de Medio Oriente, donde los estados multiconfesionales comenzarán su retirada dando nacimiento a naciones donde las diferencias religiosas ya son una sentencia firmada de muerte.

El hombre que nunca vio perder a la Selección

Si la Argentina no gana el Mundial de Brasil, será por miles de motivos, futbolísticos y de los otros. Pero, si lo gana, será por un solo motivo: el cabello de un hombre.
Si la Argentina no gana el Mundial de Brasil, será por miles de motivos, futbolísticos y de los otros. Pero, si lo gana, será por un solo motivo: el cabello de un hombre.
Por Santiago Llach | Ilustraciones: Scuzzo
La historia, puede decirse, empieza en 1986, y es la historia de una familia paralela a la mía. Empieza en la explanada de entrada de un edificio futurista sobre la calle Gaboto, en el Bajo de San Isidro. Es el edificio de primaria del colegio San Juan El Precursor, que ocupa casi una manzana entera; ahí pasé, pasamos un montón de chicos, casi todos los días hábiles de las presidencias de Galtieri, Bignone y la mitad de la de Alfonsín. Yo estoy en tercer año. La secundaria se cursa en otro edificio; deduzco que es el acto de fin de año de mis hermanos Felipe y Tito, que todavía están en primaria. Deduzco, digo, porque lo que recuerdo es una escena: es el final del acto, las familias se saludan en la explanada y un tipo al que no conozco está hablando largamente con mi padre. Es una escena típica de la infancia o la adolescencia, una escena formativa: uno conoce el mundo, los personajes del mundo, del pequeño mundo que conforma el horizonte vital de ese héroe que es el padre de uno, a través de estos personajes con quien el padre de uno se pone a charlar. Yo estoy a un costado, como esperando, escuchando a medias la conversación, en la frontera entre el mundo de los niños y el de los adultos.
Cuando termina la despedida, el rito de desearle el bien al resto, de darles a los otros un toque de piel civil antes de que termine el año, nos vamos los seis (mi padre, mi madre, mis tres hermanos y yo) en un Falcon blanco comprado ese año, que reemplazó un viejo Falcon gris del 79. Nos vamos rumbo a The Embers, el restaurante tipo americano que está sobre la Avenida del Libertador, donde todos los diciembres festejamos el fin del período escolar. Ese ritual es una rareza en la educación que intentan darnos: mi madre todavía conserva resabios setentistas, lo que sumado a su educación con una niñera prusiana hace que, por ejemplo, jamás haya una Coca Cola en la heladera de casa. Salir a comer afuera es algo excepcional, y más aún a un lugar como The Embers, que es una especie de embajada culinaria estadounidense en la Argentina. Mis padres todavía tienen un poco de resquemor con el consumismo yanqui.
El tipo que habló con mi padre en la explanada del colegio, nos cuenta él, se llama Miguel, Miguel Finn. Michael, le diremos de ahí a la eternidad. Michael Finn es el héroe de esta historia.
Michael y mi padre se conocen ahí, esa noche. Michael se le acercó y, por algún motivo, le preguntó a mi padre si era hincha de Rosario Central. Mi padre le contestó que sí y Michael le dijo que él, como sus cuatro hijos, también era hincha de Central: una rareza en la Zona Norte del Gran Buenos Aires.
Michael Finn preside la familia paralela a la mía. Las coincidencias son musicalmente matemáticas: ellos y nosotros somos cuatro hermanos; los ocho hermanos (cuatro Finn, cuatro Llach) somos hinchas de Central, como nuestros respectivos padres, y nuestras edades se intercalan perfectamente, de modo que en cada año del colegio San Juan hay un Finn, un Llach, un Finn, un Llach. La única disonancia es que la menor de los Finn es mujer (y, por lo tanto, no va al San Juan, colegio solo de varones). Ser mujer no le impide ser de Central: años más tarde, veremos a Maggie muchas veces en la popular.
Esa noche, me dirá mi padre durante la cena en The Embers, Michael le contó que había estado en los siete partidos de Argentina en el Mundial de México. Ahí recapitulé lo que había escuchado a medias, algo sobre una pelea: Michael le estaba contando a mi viejo cómo había quedado en medio de las piedras en la histórica batalla librada entre hooligans y barrabravas en las inmediaciones del Azteca, después del Argentina-Inglaterra con los dos goles de Maradona.
Aunque la historia que voy a contar, la historia de Michael Finn, es puramente verídica, a más de uno le va a parecer que se la robé a la literatura, más concretamente al cuento 19 de diciembre de 1971, escrito por Roberto Fontanarrosa, que, oh casualidad, cuenta, igual que este texto, la historia de un hincha de Rosario Central. La literatura y la vida están fabricadas sobre coincidencias y azares; en este caso, la casualidad es tanta que va a resultar inverosímil. Por eso la aclaración, aun cuando sepa que necesariamente oscurece.
Antes de entrar en tema, quiero recordar de qué va el cuento de Fontanarrosa. La fecha del título es la del partido entre Newell’s y Rosario Central por la semifinal del Nacional de 1971, en el que Central conseguiría por primera vez en su historia un campeonato de primera. El partido se jugó en el Monumental de Núñez y fue un histórico 1 a 0 decidido por la famosa palomita de Poy, el gol de paloma de Aldo Pedro Poy que desde hace más de cuarenta años festejan cada 19 de diciembre los hinchas de Central. Esto pasó en la realidad. En su ficción, Fontanarrosa cuenta la historia del Viejo Casale, un tipo que, a pesar de haber ido a la cancha a ver un montón de clásicos rosarinos, nunca había visto perder a Central contra Newell’s. Pero resulta que el tipo había tenido un infarto, y los médicos le habían prohibido volver a la cancha. Como el Viejo Casale se resiste a desobedecer la orden médica, un grupo de fanáticos se da cuenta de que la única manera de que Central gane ese partido histórico es secuestrar al Viejo y llevarlo desde Rosario hasta el Monumental. Logran secuestrarlo, el tipo termina entusiasmado y, por supuesto, después de gritar como loco la palomita de Poy y padecer los últimos minutos de acoso leproso sobre el arco canalla, al Viejo Casale le da un infarto y muere. O sea que el secuestro se convierte también en asesinato, aun cuando el narrador, miembro del grupo de fanáticos, lo niegue diciendo que el Viejo Casale murió feliz.
La historia de Fontanarrosa es acerca de las cábalas y esta historia también lo es. Las cábalas, en el fútbol, son un intento de encontrarle sentido a algo que no lo tiene. No por nada la palabra viene de la qabbalah hebrea, cuyo objetivo es encontrar las verdades profundas, una explicación para el misterio del mundo, en las letras de la Torá. Esa explicación, naturalmente, siempre va a ser un poco arbitraria; toda explicación, y toda creencia, lo es. En el fútbol, los masculinos modernos (por corrección política, debo decir que también algunas femeninas) ponemos la ilusión, la pasión, la locura. El fanatismo que despiertan los equipos y los atletas es otra creencia más, la fe en aquello hacia lo que nos transporta la armonía atlética. Desde nuestro lugar en las tribunas, los que estamos destinados a observar tratamos de ser protagonistas: con cantos, banderas. y cábalas.
Mientras Michael Finn, sabría yo después, disfrutaba en vivo y en directo en México de Maradona y su ballet, yo entraba a la furia hormonal de la adolescencia de varias maneras. Con varios tipos de revistas, vamos a decir. Con la revista Libre, por ejemplo, cumplía con un rubro de la violenta transformación de mi cuerpo. Con la revista El Gráfico cumplía otro. Esa antesala de los mundiales que todavía no era llenada por los canales de cable la cubrí con la lectura repetida de una Historia de los Mundiales de El Gráfico. A medida que avanzaba el campeonato del mundo, se aceleraba también la llegada de El Gráfico a casa en manos de mi viejo; las ediciones se imprimían apenas terminado el partido, y esa misma noche llegaban al kiosco de revistas de Roberto, en Roca y Azcuénaga, cerca de la estación Vicente López. La resaca de aquellos días que nunca íbamos a olvidar fue aprovechada por la vieja editorial Atlántida, que en aquel julio del 86 tiró números especiales y suplementos a rolete. En uno de ellos, un enviado especial de El Gráfico a México contaba por qué no había ido a ver ningún partido. Al primero, contra Corea, no pudo ir por enfermedad, y como Argentina lo ganó, amigos y colegas empezaron a decirle que su ausencia era cábala. Al segundo, el empate con Italia, sí fue; entonces le pidieron que no fuera al tercero, contra Bulgaria, en el que Argentina volvió a ganar. Ya en los octavos de final, un poco a la manera de los hinchas de Central en el cuento de Fontanarrosa, los amigos le prohibieron ir, y como Argentina seguía ganando, ya él directamente se abstuvo de ir al estadio contra Inglaterra y contra Bélgica. Faltaba la final con Alemania. Era la final del mundo, y el tipo se la estaba perdiendo por una creencia irracional. Se sentía un poco tonto. Por si acaso, se dijo, voy en auto y me quedo escuchando el partido por radio fuera del estadio, credencial en mano. Así hizo, y cuando los goles de Brown y Valdano pusieron a Argentina 2 a 0, el tipo se dijo “ma sí”, y entró al estadio. Los colegas lo vieron entrar a la sala de prensa, pero entusiasmados con el triunfo, con la Copa tan cerca, no le dieron importancia, y hasta alguno le pidió perdón por no haberlo dejado ver los partidos anteriores. Pero, en el minuto 74, Rummenigge puso el 2 a 1, y el enviado de El Gráfico sintió que algunos lo miraban de reojo.
Cuando a los 80 Rudi Völler hizo el segundo de Alemania, los colegas empezaron a insultarlo, y él mismo se sintió otra vez un estúpido.
Empezó a caminar rápido hacia la salida. Cuando bajó las escaleras, se puso a trotar, temiendo que, por su culpa, Argentina perdiera ese Mundial. Su carrera periodística y su vida, además de la suerte del equipo de Bilardo, pendían de un hilo. Llegó al estacionamiento, pero todas las puertas de acceso estaban cerradas. No había salida. Desesperado, fue hacia las rejas, se agarró de ellas y puso los pies en la vereda; técnicamente estaba fuera del estadio Azteca. En ese instante, llegaron los gritos que festejaban el gol finito, grande, final, de Burruchaga.
El Mundial, se habrá preguntado el enviado de El Gráfico en ese momento, abrazado contra las rejas, ¿lo ganó Maradona o lo gané yo?
Poco después del que sería por décadas el pico futbolístico internacional, el Mundial de México, llegó para nosotros el pico en el fútbol local: el campeonato de Central de la temporada 1986/87, primer campeón recién ascendido. El 2 de mayo de 1987 en que Omar Arnaldo Palma decidió el campeonato, nos encontramos por primera vez con los Finn, en la tribuna de madera de la cancha de Temperley desbordada de canallas. Después, a lo largo de los años ochenta y noventa, seguiríamos encontrándonos, a veces de casualidad y otras de manera programada, con nuestra familia paralela. No nos hicimos amigos, pero cada vez que uno de nosotros se cruzaba con uno de ellos, había una especie de reconocimiento secreto. Ya habíamos terminado el colegio, y un par de veces incluso viajamos juntos a Rosario, a ver a Central.
Pasaron, con inédita rapidez, los años; llegaron las novias, las carreras profesionales, las esposas, los hijos y la larga sequía de campeonatos de Central: todos motivos valederos para alejarse un poco de la exigida y gratuita condición de hincha seguidor. Pero, a esta altura de la vida, ya comprobé que los colores del propio equipo de fútbol, esas señales identitarias que un poco elegimos y un poco son heredades, están entre lo más permanente que ofrece esta vida transitoria. Así es como, en estos últimos años, volví a estar más cerca de Central, sobre todo desde que se fue a la B en 2010 y mi hijo León empezó a fanatizarse. Durante la última temporada en el Nacional B, empecé a escribir unas crónicas de los partidos, que publicaba en Facebook y en un blog. Un día, justo entrando al Gigante de Arroyito, recibí un largo mail de Pancho Finn, uno de los integrantes de la familia paralela, donde me contaba que a raíz de una de mis crónicas había vuelto a ver a Central después de un tiempo. A partir de ahí, retomé el vínculo con los Finn a través de Facebook. Cuando armé un libro con las crónicas que iba publicando y lo presenté en un bar de Palermo, dos de los Finn, Santiago y Pancho, vinieron a alentar: el reencuentro de las dos familias paralelas se había concretado.
Ese día, me contaron que Michael, su padre, estaba muy enfermo.
Pocos meses después, mi viejo me avisó que Michael había muerto. Les escribí a sus cuatro hijos un mail de condolencia, y el hermano mayor, Eduardo, me contó esta historia, esta remake sacrílega de la historia de Fontanarrosa, que tiene la particularidad de ser una historia real y no una ficción. La cábala judía, igual que las cábalas, siempre estuvo ligada a la magia y a la astrología; y esta historia también, porque es la historia de un inmortal.
Resulta que Michael, además de haber visto los siete partidos de la Selección Argentina en el 86, había visto los siete partidos de la selección campeona del 78. Y no solo eso: esos eran los únicos partidos de la Selección Argentina que había visto en su vida.
Sin duda, debe haber varios periodistas y algunos hinchas que vieron los catorce partidos de las dos selecciones campeonas, pero es improbabilísimo, estadísticamente casi imposible, que esas personas no hayan visto ninguno más, que no hayan visto perder a la Argentina en alguna Copa América o en algún otro Mundial. Me es muy difícil no usar la frase hecha: la realidad estaba claramente imitando la ficción. Michael Finn era un poco el Viejo Casale: alguien que no solo había estado varias veces en el lugar correcto y en el momento correcto, sino que no había estado ninguna vez en el lugar equivocado y en el momento equivocado.
Faltaba poco para el Mundial 2014, y los hermanos Finn sumaron dos más dos, y no pudieron evitar la tentación. La impaciencia por los sucesivos fracasos en mundiales empujó a la cábala. Igual que el narrador y su grupo de amigos canallas en el cuento de Fontanarrosa, los hermanos Finn se confabularon para que el Viejo Finn -el nuevo Casale- esté donde tiene que estar, es decir, en los partidos que la Argentina juegue en el Mundial de Brasil. Tres de ellos distrajeron a la madre, y el otro (mi fuente no me autorizó a decir cuál) se acercó con una tijera al cadáver de su padre y le arrancó unos mechones de pelo.
Las reliquias de Michael serán transportadas por un histórico hincha de River, amigo de la familia, a los respectivos estadios donde juegue la selección.
Así que ya saben: no importan mucho las falencias defensivas del equipo ni con quién se lleva bien Messi. Lo que importa es que las reliquias de Michael Finn estén ahí, asegurándose de que las cosas sean como deben ser, que la historia se repita, como en el 78, como en el 86.
Santiago Llach[Publicado en el Suplemento Brando de La Nación]

Argentina depende de sí misma



Quedó en la épica futbolera como El Maracanazo y es de las historias más conocidas para graficar cómo el débil puede hacerse fuerte ante la adversidad. El Negro Obdulio Varela juntó a los jugadores y les dijo “los de afuera son de palo”. Una consigna sencilla de entender pero nada fácil de hacer carne: era la final de la copa del ’50 y la “torzida” brasileña sumaba 70.000 gargantas de aliento. El capitán uruguayo lideró a un equipo que debía evitar decaer. Tenían que sacar la fuerza de adentro y no perder la calma. El Maracanazo pasó a la historia porque es la excepción y no la regla. Pero es la prueba de que, cuando hay trabajo previo y convicción, se puede. Por supuesto, están los contrarios y los factores aleatorios. Además, conviene recordar, el referí.
Hace muchos años, el gran Aldo Ferrer publicó Vivir con lo nuestro - Nosotros y la globalización. La primera edición fue en 1983, cuando la dictadura dejaba tierra arrasada y la democracia tenía el desafío de levantar el país. Cuentan que cuando Enrique García Vázquez llegó al Banco Central lo llamó a Raúl Alfonsín para contarle que las reservas líquidas que tenía eran mucho menores que las obligaciones exigibles por parte de los acreedores. Era una virtual cesación de pagos. Arrancaba un proceso constitucional que, al mismo tiempo, era un laboratorio de los organismos internacionales de crédito y de los bancos privados asociados a los cócteles de endeudamiento de naciones. Ferrer volvió a editar Vivir con lo nuestro y le agregó al título Nosotros y la globalización. Fue en 2002, tras la crisis de diciembre de 2001. La Argentina había entrado en la mayor cesación de pagos de deuda soberana de la historia. Las claves del libro de Ferrer siguen siendo un desafío para cualquier gobierno. En este momento de zozobras y preocupaciones no se trata de sacar recetas en el aire. Sí, en cambio, es necesario escuchar atentamente las voces que ayuden a sortear las dificultades del actual escenario sin caer en la desesperación o creer, como muchos creen, “que la pelota está en el campo del juez Thomas Griesa” o de los tenedores de títulos que no entraron el los canjes de 2005 y 2010. Acá no hubo una desgracia o una conspiración del capitalismo internacional sino que llegó a un punto culminante un largo juicio que ya había tenido sentencias firmes y que ahora esas sentencias entran en etapa de ejecución. Griesa abrió un pequeño espacio para que los ganadores del juicio –los holdouts– negocien con los perdedores –la Argentina–. Ni la política ni la economía de la Argentina pueden reducirse a las alternativas de los eventuales acuerdos, que serían positivos, ni de los eventuales desacuerdos, que por supuesto generan nuevas dificultades. El vértigo periodístico de las alternativas judiciales no debe hacer perder el eje de que los recursos y posibilidades de la Argentina no se reducen, ni por asomo, a este asunto. Seguro que el Gobierno deberá hacer autocríticas acerca de cómo piloteó estos años el juicio del siglo, como lo llamaron The New York Times o The Financial Times. Y muchos de los políticos que hoy hablan deberían recordar qué hicieron en otros momentos de crisis de deuda. Lo que pasa es que ahora no parece muy productivo querer sacar partido de los errores ajenos. Un marco más amplio de la situación actual debe considerar que el país está en riesgo de recesión, que la inflación sigue siendo alta, que las restricciones internas se deben a la matriz industrial, altamente dependiente de insumos externos. Es decir, lo que hay por delante no es sólo cómo se comportarán los títulos públicos o las limitaciones para acceder al crédito externo. Así como la política económica de los primeros años de Néstor Kirchner tenía un fuerte anclaje en la creación de empleo, hoy la Argentina necesita un manejo integral de la macroeconomía como tema político central.
Griesa. En un plano más reducido, es importante saber que las negociaciones abiertas por Griesa a través del mediador Daniel Pollack tienen 30 días más hasta el temido default técnico. Es decir, la Argentina juega dos partidos simultáneos con los bonistas. Uno es a través de los pagos a los que entraron en los canjes y precisamente por el vencimiento del cupón de los títulos llamados Discount es que el Gobierno depositó el pago en las cuentas del Bank of New York –en Buenos Aires–. Axel Kicillof leyó un documento de tres páginas donde explicaba esta decisión, consensuada con el estudio de abogados norteamericanos que asisten al Gobierno desde Wall Street. Fue el foco de atención porque el pago se hizo en vigencia de una resolución de Griesa que permitiría embargar total o parcialmente ese pago a favor de quienes ganaron este juicio. Conviene subrayarlo: la cesación de pagos puede llegar pese a la voluntad de seguir pagando a los que reestructuraron la deuda y también de acordar maneras de pago a quienes ganaron el juicio. El gran problema es que las consecuencias son muy distintas si el mediador Daniel Pollack y los abogados de los fondos buitre no toman en cuenta la capacidad real de pago de la Argentina. Y tampoco el Gobierno puede aceptar pagar a cualquier precio. Si hubiera que graficarlo: si el default llega, que sea por la voracidad de los buitres y no por falta de serenidad de la Argentina.
Es preciso tomar dimensión de que ya no hay soluciones milagrosas. Los 1.300 millones de dólares que habrá que pagar a los fondos NML Capital y Aurelius –que podrán aumentarse hasta 1.600– no son los únicos compromisos que deberá tener la Argentina con el 7,6% de los bonistas que no entraron a los canjes. Ya hay un trámite avanzado de Nicola Stock, un lobbista italiano que representa a miles de tenedores de títulos defaulteados, con una demanda ante el Ciadi por 2.000 millones de euros. Los cálculos de cuántas más demandas habría que pagar van desde 7.000 millones hasta 15.000 millones de dólares.
En los últimos meses, el Gobierno hizo frente a otras situaciones que suman pagos. En octubre de 2013, los 500 millones de dólares por juicios en el Ciadi (tribunal arbitral del Banco Mundial), más la emisión de títulos por los 5.000 millones a Repsol, más los títulos para los 10.000 millones al Club de París. Desde ya, la expectativa del Gobierno y de muchos actores políticos era que esos pagos iban a contribuir a que la Corte Suprema de los Estados Unidos tomara el caso argentino, o que buscara medidas que estiraran los plazos, al menos hasta enero de 2015, cuando vence la cláusula RUFO. Se trata de otro elemento más de tensión: si la Argentina ofreciera una mejor negociación a los tenedores de títulos defaulteados, quienes ya reestructuraron deuda podrían reclamar iguales condiciones. Si eventualmente la Argentina pagara a los buitres el 100%, tiene a su favor el argumento de que no fue una oferta voluntaria como establece la RUFO sino una imposición judicial. Sin embargo, en los pleitos judiciales todo es materia de interpretación.
Y este juicio, más allá de que sea del siglo o no, está plagado de arbitrariedades e injusticias. En ese sentido, vivir con lo nuestro también es buscar nuevos socios y nuevas alternativas en la integración internacional. La reunión del BRICS (los mandatarios de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) que se llevará a cabo en Fortaleza, Brasil, el próximo 15 de julio, tiene como invitados a la Argentina, a México y a Tailandia; es decir, países emergentes de mediano porte. El BRICS va buscando formas de integración comercial y financiera que, de algún modo, se convierten en alternativas al modelo hegemónico de Estados Unidos y el capitalismo financiero con centro en Wall Street. Los presidentes de China, Xi Jinping, y de Rusia, Vladimir Putin, vendrán a la Argentina antes de esa reunión. La agenda es vasta: desde petróleo hasta inversiones.
La economía real y las restricciones externas. En 2010, el Banco Central sumó reservas por más de 4.000 millones de dólares y se llegaba a tener más de 50.000 millones. Desde entonces, tal como señalan Martin Schorr y Andrés Wainer, se inicia una nueva etapa caracterizada por la restricción externa (2011-2013), con caída de reservas de la cuenta corriente. Y ello se debe a factores estructurales. Después de la caída de 2011, en 2012 se logró el equilibrio gracias a las restricciones a las importaciones y a la remisión de utilidades, pero ello no detuvo la caída de reservas en la medida en que hubo que afrontar importantes vencimientos de deuda. Por otro lado, la imposición de restricciones severas a la compra de moneda extranjera a partir del último trimestre de 2011 permitió contener la fuga de capitales y evitar un déficit mayor en la cuenta capital; sin embargo, dichas medidas desincentivaron el ingreso de divisas frente a la aparición de un mercado cambiario paralelo con una cotización sustancialmente mayor al oficial. Esto no hizo más que restringir las liquidaciones en el circuito oficial e incrementar las expectativas de devaluación. Finalmente, en 2013 se registró un déficit de cuenta corriente sumamente elevado que, en conjunción con otros factores, desembocó en una reducción considerable de las reservas existentes.
Las restricciones externas están vinculadas claramente a la economía real y no sólo al manejo de la deuda. Déficit de la balanza comercial energética, alto coeficiente de importaciones en la industria automotriz y en los enclaves de armado de Tierra del Fuego. Estos problemas estructurales, de larga data, pueden encararse con una base de financiamiento que sea un mix de mejorar las condiciones de la inversión privada interna y de acceso a los mercados de capitales externos una vez que pase el terremoto Griesa. Por supuesto, queda un debate de fondo que permita preguntar ¿qué pasó con el Banco del Sur y la identidad latinoamericana? Hasta ahora, hablando del tiempo apremiante, Evo Morales dio una señal: cambió radicalmente la manera de medir la hora al menos en el reloj que está al frente de la Asamblea Legislativa de Bolivia. “Por siglos –dijo Evo– las cosas han sido vistas con la mentalidad del norte, el cambio en el reloj ayuda a mostrar de una manera diferente, abriendo la mente, y la medida puede ser asumida desde ángulos astronómicos y filosóficos.” Claro, Evo tomó deuda al 8% tras haber decidido niveles de nacionalización de los hidrocarburos que ponen nervioso a cualquier neoliberal vernáculo. Además, para hacer la reunión del G77 en el complejo distrito de Santa Cruz, ingresó en un proceso de pacificación con la derecha boliviana

Las venas abiertas de América latina

Así como el oro y la plata fueron el objeto del saqueo en la Colonia, la generación de deuda externa en los países de la región es hoy una herramienta para reforzar su dependencia.
En su clásico libro, Eduardo Galeano sostiene: “La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder”, y agrega: “Nuestra comarca del mundo, que hoy llamamos América latina, fue precoz: se especializó en perder desde los remotos tiempos en que europeos del Renacimiento se abalanzaron a través del mar y le hundieron los dientes en la garganta”. Y pareciera que esta situación no ha cambiado para la región, que antes proveía de oro y plata a la acumulación originaria del capitalismo europeo, tal como lo describió Carlos Marx en El Capital, y que en la actualidad provee de divisas al voraz capitalismo financiero internacional, con epicentro en Estados Unidos.
Colonialismo. Cabe destacar, que el proceso de endeudamiento externo fue un mecanismo utilizado para generar una relación dependiente de las economías latinoamericanas, desplegado por Gran Bretaña desde 1820 hasta 1930 y posteriormente por Estados Unidos desde 1945 a la actualidad. La dependencia financiera genera un comportamiento cíclico vinculado a las fases económicas de los países desarrollados, que básicamente trasladan sus excedentes financieros a otras plazas en momentos de caída de tasas de ganancia en las economías centrales, pero cuando se contraen los precios de materias primas o aumenta la tasa de interés en el mercado internacional, huyen de las regiones subdesarrolladas provocándoles crisis financieras. En definitiva, cuando las fuentes de crédito se secan, entran en recesión y los Estados realizan ajustes por la restricción de divisas.
Esto echa por tierra argumentos que sostienen que la crisis de la deuda es por el “mal gasto” de gobiernos populistas que hacen “clientelismo” y no cuidan sus cuentas públicas. En realidad, las crisis se producen por los límites impuestos a las economías latinoamericanas, ya sea por la dependencia externa a los precios internacionales de sus exportaciones como por las restricciones que ejercen los gobiernos centrales, especialmente Estados Unidos, con límites de refinanciamiento o incremento de tasas de interés para repatriar capitales. En definitiva, las crisis son generalmente provocadas por una recesión o por un crack que golpea a las principales economías industrializadas.
La culpa es de la derecha. Además, cabe señalar que durante las grandes crisis que sufrió la región, los países estaban dominados por la hegemonía de fuerzas liberales. La padecieron los incipientes gobiernos latinoamericanos con la sobreproducción de mercancías británicas en 1826 y las repúblicas conservadoras con la depresión en 1873. Sin duda, la más crítica fue en 1930, que encontró al continente altamente endeudado, porque los títulos emitidos especialmente por Brasil, Argentina y México cotizaban en alza, por la confianza de los financista en el crecimiento de las exportaciones de estos países. Lo interesante de esta crisis es que 14 países latinoamericanos decidieron no pagar la deuda y así comenzaron una fase expansiva de crecimiento en América latina.
Conformado el nuevo orden internacional fijado por el Bretton Woods, formado esencialmente por el Fondo Monetario Internacional-FMI, el Banco Mundial-BM y la Organización Mundial de Comercio-OMC, Estados Unidos asumió el liderazgo de la economía mundial capitalista y los países que se habían negado a pagar la deuda finalmente negociaron con los acreedores reducciones sustanciales del stock de capital y facilidades para la cancelación, lo que permitió su reintegró al sistema financiero internacional en una nueva fase que los volvería a condicionar.
Neocolonialismo financiero. Durante los ’70, el endeudamiento no lo llevaron gobiernos populares sino feroces dictaduras cívico-militares que generaron un nuevo marco del endeudamiento, especialmente porque los niveles alcanzaron casi el 50% del Producto Bruto de la Región y hasta tres veces su cantidad de exportaciones. Entre el período 1975 a 1980, la deuda latinoamericana con los bancos comerciales aumentó a una tasa anual acumulativa del 20,4%, llevando la deuda externa de U$S 75 mil M en 1975 a casi U$S 320 mil M en 1983, dejándolos en un monto de capital sencillamente impagable y obligando a los países a remitir servicios por intereses, que pasaron de U$S 12 mil M en 1975 a más de U$S 66 mil M en 1982. Se estableció así una relación neocolonial, donde la región tuvo una profunda sangría de recursos, con casi US$ 210 mil M de monto negativo en los ochenta, sumado a fugas de capital que van entre U$S 100 a 300 Mil M.
Y cabe insistir en romper con el mito neoliberal que acusa al populismo por el endeudamiento, porque esta fase se da con dictaduras cívico-militares en la mayoría de los países y producto de un shock externo que comienza con la salida de la convertibilidad por parte de Estados Unidos en 1971 y los petrodólares provocado por la acumulación de capital de los países petroleros que inundaron las plazas financieras desde 1973, lo que significó para la región una avalancha de créditos que en algunos casos costearon inversiones de desarrollo, como en Brasil, pero en la mayoría se derivaron a acciones especulativas que estallaron cuando la fase expansiva se retrajo y los países centrales comenzaron a demandar nuevamente capital a partir de 1980, por lo que queda claro que los orígenes del endeudamiento están íntimamente ligados al ritmo de la economía mundial y principalmente a los países industrializados.
Si bien durante los años noventa se implementaron diferentes planes de refinanciamiento, como los Bonos Brady con respaldo norteamericano, y procesos de privatización con capitalización de deuda, lo que implicó el saqueo de empresas públicas, las deudas se alivianaron en plazos pero no en montos. Además, a diferencia de los años 1970 y 1980, cuando la deuda estaba constituida principalmente por préstamos bancarios, América latina entró en una nueva fase de endeudamiento a través de títulos y bonos emitidos en los mercados financieros en las metrópolis, lo que provoca que hoy Argentina esté litigando en Nueva York, con tasas que siguieron procesos especulativos y no productivos.
Así, el endeudamiento en el continente prosiguió, el total de deuda en América latina y el Caribe, que abrió la fase con un nivel de U$S 32,6 mil M en 1970 y que se había disparado a U$S 257,3 mil M en 1980, alcanzando un monto de U$S 475,3 en 1990, de incrementos sólo por capitalización de servicios financieros, hacia el 2001 ya había instalado en los U$S 764,8 mil M en el 2001 y se estima que en la actualidad supera el billón de dólares. Y si bien algunos países presentaron una retracción del endeudamiento, como Argentina que en 2001 estaba en U$S 136,7 mil M y en 2011 logró bajarla a 122,9 mil M, la mayoría de los países siguió incrementando su endeudamiento. A todo este proceso, se deberían añadir la repatriación de capitales y las remesas de utilidades de las inversiones extranjeras, obviamente superiores a los montos de capital ingresados, junto a pagos de regalías y fugas de capital.
Necesidad de un arbitraje. Con la decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos, de rechazar la apelación de Argentina sobre el reclamo de deuda realizado por los “fondos buitre”, muestra la fragilidad institucional del sistema internacional condicionado por el interés del capital financiero que impone a cualquier precio el pago de sus mezquinos provechos. Si bien el Gobierno quiere encarar un sistema de pagos, que se centraría en el mismo esquema propuesto en los canjes anteriores, es necesario repensar una instancia de revisión de la deuda bajo un marco diferente de laudo.
Y esto no es una propuesta izquierdista, cabe citar a Adam Smith que en la Riqueza de las Naciones sostenía: “Que una quiebra limpia, abierta y confesada es la medida que a la vez menos deshonra al deudor y la que menos perjudica al acreedor”, dando a entender que existe un principio humano por encima del interés económico. Otro clásico, J. M. Keynes citaba a Silvio Gesell, un economista que centró su actividad intelectual en comprender la situación económica de Argentina en la década de 1880, especialmente luego de la crisis de la deuda con la Baring en el ’90, y que en sus reflexiones publicadas en un trabajo de 1891 sostenía como necesario “la reforma monetaria como puente hacia un Estado Social”.
Por eso, el manejo requiere salir de una lógica judicial y pasar a un planteo de política internacional. Es un buen camino plantear el tema en Naciones Unidas, lograr apoyos en la Unión de Naciones Sudamericanas y de los socios latinoamericanos. En esa línea, Kofi A. Annan, premio Nobel de la Paz y ex Secretario General de la ONU, afirmaba que: “Propondría que en el futuro consideremos un enfoque totalmente nuevo para tratar el problema de la deuda. Entre los componentes principales de tal enfoque debiera figurar... un procedimiento de arbitraje sobre deudas para equilibrar los intereses de acreedores y deudores”. Incluso cabe sostenerlo en los mismos sistemas financieros internacionales, para replantear un sistema que desangra a la región e incluso al planeta.
No es nada descabellado, incluso es un derecho que tienen los municipios norteamericanos, que bajo el derecho de insolvencia pueden renegociar sus deudas en base a las responsabilidades que tienen y los derechos humanos a garantizar. Porque sólo así, las venas latinoamericanas dejarán de estar abiertas.




“El peronismo tuvo que hacerse mayor de edad”




Jorge Taiana era uno de los jóvenes militantes del peronismo que vivieron la muerte de Juan Domingo Perón y, con una intensa carrera política de por medio –que incluyó la representación de Argentina ante el mundo como titular del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto– reflexiona como actor y testigo de los cambios que llegan hasta el peronismo de hoy.
–¿Comenzamos por la muerte?
–La muerte de Perón instaló un sentimiento de soledad, como una sensación de lo que le esperaba al pueblo argentino: el desbarranque de un gobierno y la etapa más oscura que había vivido el país, con el genocidio y la dictadura. Fue una pérdida muy grande, pero el tiempo mostró que se podía seguir adelante. Muerto Perón, el peronismo tuvo que alcanzar la mayoría de edad. Aprendimos a superar las diferencias de modo político, sin antagonizar; con los de adentro y con los de afuera del movimiento.
–¿La organización venciendo al tiempo? 
–Sí, ésa era una idea-fuerza de Perón. Aprendimos a no esperar hombres providenciales y construir de otra manera. Lo cierto es que las tres banderas históricas del peronismo, soberanía política, independencia económica y justicia social, siguen vigentes, son actuales. Lo que llega para demostrar que el pensamiento de Perón tenía una proyección muy por delante de la contingencia inmediata. No hay duda de que las políticas desarrolladas en estos últimos años con Néstor y Cristina son una continuidad de lo que él pensaba y proponía. Como ejemplo podemos ver que antes de su muerte se hablaba muy poco de la unidad Latinoamérica, no era un tema que convocara, y hoy no es sólo un tema político, una aspiración, la realidad muestra que la unidad regional es un camino que recorremos todos y que se afianza cada día más.
–¿Tal vez la sociedad en su conjunto ha hecho suyas las tres banderas del peronismo?
–No tengo dudas. Y no sólo dentro de las fronteras de Argentina, podríamos afirmar que han llegado más allá de Latinoamérica, incluso a un espacio tan internacional como El Vaticano. En los mensajes del Papa Francisco se trasparenta un origen social –lo político es lo de menos–, porque el Papa es hijo de un tiempo en que los trabajadores podían pensar, y lograr, un futuro mejor para sus hijos; darles estudios. Un tiempo de movilidad social ascendente que concretaba la aspiración de que tuvieran una vida a la que ellos no habían podido llegar, siendo técnicos o profesionales. El Papa es una expresión del social cristianismo que propiciaba Perón.
–Otro tema de lo que se hablaba poco era del cuidado de la naturaleza, de la protección ambiental. Cuando Perón regresó a Argentina hablando de eso el peronismo joven lo miraba preguntándose si no sería verdad que se había vuelto un “león vegetariano”.
–Eso demuestra que era un estadista, que estaba por delante, y muy por delante. Hoy a nadie se le escapa que la protección ambiental es un problema que demanda toda la atención. Sólo que cuando Perón hablaba de eso nos parecía un poco exótico, y lo hacía hace ya cuarenta años. Sus ideas siguen vivas porque tenía visión de estadista; siempre veía mucho más allá de los que vemos todos. Otro ejemplo es el de la justicia social, que hoy es algo sobre lo que nadie tiene dudas. Recuerdo que Evita decía: donde hay una necesidad, hay un derecho. Era algo muy propio del pensamiento peronista, pero ya es una idea incorporada por todos los argentinos. Por eso puedo decir que las banderas que levantó Perón son hoy parte de la cultura del pueblo argentino.
–Ideas que se adaptaron a los cambios, porque el mundo ya no es el que era antes de su muerte en 1974, se ha modificado en muchos sentidos.
–Todo cambia, y también las relaciones internacionales, tanto económicas como políticas. Puedo decir que los gobiernos de Néstor y Cristina son la continuidad del peronismo histórico, pero es imposible que sea una copia. Ha cambiado, ha evolucionado, con aciertos y errores, como es lógico, porque la implementación de las ideas básicas tenía que adecuarse a la realidad. En estos últimos años se ha producido un rescate del país del peor pozo en el que había caído desde la constitución del Estado Nacional, en un escenario particular, determinado por los cambios internos e internacionales.
–La juventud de los ’70 reclamaba el “trasvasamiento generacional”. ¿Cómo se da, en esta etapa, cuarenta años más tarde, ese trasvasamiento?
–Creo que muy bien, y con características propias de una historia complicada como la de Argentina. Nosotros éramos hijos de la crisis permanente, donde los gobiernos elegidos duraban poco y las dictaduras imponían su violencia represiva, política y económica. Los jóvenes que hoy se suman a la militancia no tienen esa experiencia, no llevan encima esas heridas, esas marcas y esos rencores; son más libres. Ya lo dijo la Presidente, son la primera generación que crece en democracia. Y eso es determinante. Ciertas cosas que a nosotros nos parecían importantes para ellos son como pertenecientes al medioevo, tienen otra formación y prácticas democráticas. Lo que tenemos que hacer es apoyarlos para que se desarrollen, tomen el relevo y hagan su propia historia política.
–Seguramente queda alguna deuda. ¿Cuál señalaría?
–Creo que es la dispersión del movimiento obrero. Sus dirigentes han perdido peso específico en la sociedad, en incluso entre sus propios trabajadores. Se han desdibujado y son poco representativos.
–A pesar de no tener el mismo peso que en otros tiempos, los gremialistas, incluso los peronistas, parecen representar un descontento tal vez con poca memoria, ya que hace muy pocos años Argentina estaba infinitamente peor.
–Es que todos nos acostumbramos pronto a lo bueno y reclamamos más. Convertimos aquello que era el techo en el piso, y pedimos más. Es algo humano pensar que lo que tenemos es mérito propio y lo que nos falta culpa de otro. Un profesor que tuve señalaba que decimos “me saqué un 10” y “me pusieron un 4”. El diez me lo saqué, el cuatro “me lo pusieron”. Siendo positivo, es bueno que se ambicione estar mejor si no estamos mal.

Las 908 muertes de Chico Mendes




Ambientalistas: ¿héroes o mártires? Casi mil activistas ambientales fueron asesinados en todo el mundo en la década que fue de 2002 a 2013, según una investigación de Global Witness que la propia ONG reconoce incompleta. Víctimas y culpables son siempre los mismos: ambientalistas, aborígenes, campesinos, grandes corporaciones, latifundios, gobiernos. Pero las condenas no llegan al 1% de los casos. Nadie hace nada.
Legado hippie si se quiere, hoy la defensa del medio ambiente es una lucha políticamente correcta, de tinte progresista, y floridas connotaciones. Pero sobre todo sangrienta.
A principios de diciembre de 1988, Chico Mendes, el ahora mítico defensor de la floresta amazónica, todavía estaba vivo pero allí avisaba su inmediata muerte en una entrevista para el Jornal do Brasil. Y más: daba el nombre de sus asesinos, “los hermanos Alves”. Nadie hizo nada, y pocos días después, el 22 de diciembre, los hermanos Alves mataban a Chico Mendes de un escopetazo en pleno pecho y en su propia casa.
Se repite: nadie hizo nada. Y 25 años después, la ONG Global Witness denunciaba que ya en la primera década del siglo XXI había sido asesinado más de un activista ambiental por semana; aunque rápido reconocía carecer de datos exactos en muchos países, y que “esto sólo sería la punta del iceberg”.
El informe fue publicado el reciente mayo, y concluido el último diciembre, en el 25º aniversario del asesinato de Chico Mendes. Se titula Deadly Environment (Ambiente mortal), y está elaborado, apenas, en base a los casos que pudieron confirmarse. Abarca la década entre 2002 y 2013, y registra el asesinato de 908 activistas ambientales. Sí, casi mil, casi la misma exacta cantidad, en el mismo período, de periodistas asesinados según el Comité de Protección para Periodistas: 913.
Pero la muerte de ambientalistas, parece, no vale lo mismo. Hasta ahora, según alerta Global Witness, sólo fueron juzgados, condenados y penados por esos 908 homicidios 10 culpables: “La falta de atención que reciben los crímenes contra el medio ambiente y contra los defensores de la tierra está alimentando una impunidad a nivel endémico, como demuestra el hecho de que sólo se ha podido constatar la condena de poco más del 1% de los autores de esos crímenes”.
Y asegura Oliver Courtney, portavoz de la ONG: “Existen pocos síntomas más contundentes y claros de la crisis ambiental mundial que el dramático aumento en el asesinato de personas que defienden los derechos sobre la tierra o el medio ambiente. Sin embargo, este problema que tan rápido se agrava está pasando prácticamente inadvertido, y en la gran mayoría de los casos los responsables se salen con la suya”.
No, ya no se trata de los hippies y sus flores. Se trata de una lucha feroz y desigual. De un lado, parapetados en el poder, los grandes hacendados y las grandes corporaciones del agronegocio y la minería, con sus ejércitos y sus sicarios, su logística y su impunidad. Y del otro lado, solos contra todos, seres anónimos y desarmados que acaso defienden un río, un arroyo, una floresta... y que mueren como si nada.
La punta y el iceberg. Los 908 homicidios constatados por Global Witness, relacionados con la defensa de la tierra o el medio ambiente, surgen de informes obtenidos en 35 países.
En el primer año de la investigación, 2002, fueron 52 los asesinatos. Para 2012, la cifra se había triplicado: 147 muertes.
A partir de 2008, el promedio de homicidios pasó de uno y medio por semana, a dos por semana.
Al menos 661 de los asesinatos constatados, más de dos tercios, responden a conflictos por la propiedad, el control, y el uso de la tierra.
El 80% de los asesinatos sucedió en America latina.
El 50%, en Brasil, que lidera la lista con 448 muertes sobre las 908.
Le siguen Honduras con 109, Filipinas con 67, Perú con 58. Pero, insisten sus autores, esto sólo sería la punta. El iceberg podría ser inmenso.
Porque los números recogidos en el Brasil, Honduras o Filipinas no sugieren, necesariamente, un mayor índice de violencia en esos países, sino, acaso, una mayor o mejor información.
En tal sentido, Asia y África son regiones ganadas por la niebla. Países como China, Myanmar, Nigeria, la República Democrática del Congo, la República Centroafricana o Zimbawe resultan todavía inescrutables, o casi.
“En Asia, desde hace algunos años hubo un notable aumento de conflictos y muertes por asuntos relacionados con el medio ambiente o la tierra; pero hasta hace poco todo eso estaba fuera del radar de las organizaciones no gubernamentales internacionales”, dijo Pokpong Lawansiri, director para Asia de la organización Front Line Defenders, con sede en Dublín. Y apunta: “Los defensores de los derechos políticos, por lo general, tienen nexos internacionales, pero los ambientalistas son a menudo profesores, líderes comunitarios, aborígenes o campesinos de muy bajo perfil”.
Ahí uno de los motivos de tanta muerte: son fáciles. Y molestos.
“Durante muchos años, hasta los gobiernos más duros toleraron a los ambientalistas –opina Bill Kovarik, investigador del tema y profesor de la Universidad de Radford en Virginia–, hasta que un día los ambientalistas cruzaron al campo de la política, acabaron convirtiéndose en una peligrosa forma de activismo, y eso es relativamente nuevo”.
Pero el iceberg sería mucho más grande porque no sólo de muerte viven los asesinos. La taza creciente de homicidios revelaría debajo un mayor nivel de violencia no mortal: intimidaciones, detenciones, vejaciones, torturas.
“Las muertes nada más son la cara mensurable de otras formas de violencia que van desde las amenazas a las persecuciones, y por supuesto la criminalización de los reclamos. Hemos observado un incremento en el número de arrestos y procesos contra manifestantes ambientales”, dice Margaret Sekaggya, relatora especial de las Naciones Unidas sobre Derechos Humanos. “La mayoría de las víctimas pertenece a poblaciones indígenas, campesinos y minorías; muchas veces más vulnerables aún porque viven en regiones remotas con poca presencia física del Estado.”
Bajo la punta de la muerte, el iceberg no para de crecer.
“Es muy chocante, es cierto, pero a mí no me sorprende”, decía por entonces Navi Pillay, Alto Comisionado de las Naciones Unidos para los Derechos Humanos: “Son los mismos problemas verificados por mi comisión en lo referente a reivindicaciones de tierras aborígenes en varios países”.
Ya en junio de 2012, en ocasión del encuentro Río+20, en Río de Janeiro, Global Witness había anticipado un informe titulado Hidden Crisis (Crisis encubierta), en el cual advertía sobre el aumento progresivo de muertes y otras violencias contra activistas ambientales. Entonces los homicidios iban por 711. El informe envejeció apenas nacido. El día que terminó el encuentro, allí mismo, en Río de Janeiro, desaparecían dos activistas que aparecerían muertos; y un mes después otros 18 habían sido asesinados en siete países distintos.
Números apenas, estadísticas, cifras bañadas en sangre. Seres humanos que tenían una vida, afectos. Incluso un nombre.
Balas y veneno. Almir Nogueira de Amorim y Joao Luiz Telles se llamaban los dos activistas secuestrados el día que terminó ese encuentro de Río+20 en 2012 en Brasil.
Joao y Almir eran pescadores y representaban a otros pescadores que defendían sus derechos contra la expansión de las petroleras y la contaminación de las aguas en la bahía de Guanabara. Joao apareció con las manos y los pies atados y golpes por todo el cuerpo. Almir amarrado a su propio bote, bajo el agua, perforado por los disparos. Aún no hay culpables.
Poco meses después y más lejos, en Filipinas, el 19 de octubre de 2012, la indígena Juvy Capion y sus dos hijos de 8 y 13 años eran acribillados por un grupo de hombres que según varios testigos pertenecían al 27º Batallón de Infantería del Ejército de Filipinas. La mujer luchaba contra un megaproyecto de extracción de cobre que amenazaba secar las aguas de Mindannao, su pueblo en el sur. La Justicia desestimó todos los testimonios y cerró el caso sin culpables.
Ese mismo octubre, pero en Camboya, un policía militar –relacionado con una empresa maderera local–, ejecutaba a quemarropa a Chutt Wutty, fundador del Grupo de Protección de Recursos Naturales, organización dedicada a monitorear, tan luego, la explotación ilegal de madera. A poco de iniciado el proceso, el principal acusado murió de muerte natural y la Justicia desestimó el caso. No hay culpables.
Un año antes, de vuelta en Brasil, el 24 de mayo de 2011, en el estado de Pará, nordeste del Amazonas, mataban a José Claudio Ribeiro da Silva, más conocido como Zé Claudio, y a su esposa María do Espírito Santo da Silva. Hombres encapuchados los emboscaron y ejecutaron. Como prueba del servicio, a José Claudio Ribeiro le arrancaron una oreja. El matrimonio era miembro del Conselho Nacional de Populaçoes Extrativistas, una ONG fundada por Chico Mendes, y que allí, en Pará, se dedicaba a la extracción sustentable de nueces, frutos y caucho, mientras enfrentaba la explotación ilegal de madera.
“Yo vivo con un arma apuntando a mi cabeza. Denuncio a los madereros, y ellos piensan que no debo vivir”, decía Zé Claudio en una conferencia internacional en Manaos, en noviembre de 2010. Seis meses después era asesinado. Chico Mendes seguía muriendo.
El mismo año, y en el mismo mayo, pero en la República Democrática del Congo, sesenta militares y policías invadían la aldea de los Yalisica en Bosanga. Destruyeron sus chozas, violaron mujeres y niños, golpearon a sus pobladores y, en el desmadre, mataron a uno de ellos. Se llamaba Frédéric Moloma Tuka. Uno de los vehículos de los invasores pertenecía al Danzer Group, una empresa alemana con sede en Suiza, que explota en el Congo el negocio de las maderas duras.
Ese mismo 2011, y otra vez en Brasil, pero ahora en Mato Grosso do Sul, un grupo de indios de la etnia guaraní kaiowá era atacada por pistoleros armados. Allí mataron al cacique Nissio Gomes. Nissio y los suyos defendían sus derechos sobre la reserva Tekolá Guaviry, cuyos ancestros ocupan desde hace siglos. Le dispararon en la cabeza, el cuerpo y los brazos, pero su cadáver de­sapareció para siempre. La investigación avanzó en base a la confesión de dos arrepentidos que habían participado de la batida. Veintitrés personas están siendo juzgadas. Pero aún no hay culpables.
Hace pocas semanas, el 7 de mayo, en Honduras –segundo país en muertes según Global Witness–, la Alianza Campesina de Honduras iniciaba una fuerte campaña de presión en pos de la Ley de Reforma Agraria Integral con Equidad de Género. Ese mismo día, un grupo de hombres armados acribillaba a José Omar García Toro, presidente del grupo de campesinos Agua de Vida y afiliado a la Unión Campesina e Indígena de Honduras. La instrucción del crimen recién comienza. Quizás alguna vez haya un culpable.
Lo mismo para el caso de Rigoberto López Hernández, asesinado cuatro días antes, el último 3 de mayo, también en Honduras, en el municipio de Santa Bárbara, donde Rigoberto era el portavoz de un grupo creciente de campesinos que defendía la vida de una montaña que les daba agua y comida, y que un inconsulto proyecto minero ha comenzado a secar. Este proceso también recién comienza, y quizás también un día...
De momento, y sin quizás, el informe de Global Witness envejece así de rápido, y su lista de muertos debe ser actualizada cada semana. Más rápido incluso.
Un operativo estándar. Global Witness es una organización británica, pero en su informe reconoce: “Hay una sabida paradoja: muchos de los países más pobres del mundo son la fuente de los recursos que impulsan la economía mundial. Ahora bien, a medida que se intensifica la carrera para asegurar el acceso a estos recursos, la gente pobre y los activistas se encuentran cada vez más en la línea de fuego”.
Porque, en el fondo, el móvil de todas esos crímenes es la codicia a gran escala.
Síntoma o causa, el número de ambientalistas asesinados crece en paralelo a la especulación y el acaparamiento de grandes extensiones de tierra por parte de sociedades anónimas, fondos de inversión y mercados financieros.
Entre 2001 y 2009, según el Banco Mundial, las inversiones en tierras agrícolas se cuadruplicaron. África recibió la mayor parte, a cambio de unas 56 millones de hectáreas. Segunda quedó Asia, con 17 millones; y por último, con 7 millones de hectáreas vendidas, América latina.
En la mayoría de los casos los objetivos son el monocultivo, la construcción de represas, la extracción minera o el turismo. Las consecuencias suelen ser la destrucción de la naturaleza y de las pequeñas comunidades locales, o su equivalente en destierros forzados.
El Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales estima que apenas el 20% de los bosques originales del mundo se conservan intactos; y que apenas en las últimas dos décadas, el 25% de los suelos ya fue degradado. Lejos de amilanarse, todo indica que en los próximos años el acaparamiento de grandes extensiones de tierras y bosques seguirá en aumento. Sobre todo allí donde la ley y el orden lo favorecen con su precariedad.
Phil Robertson, subdirector de Human Rights Watch en Asia, explica: “Es muy fácil hacer que alguien sea asesinado en muchos de estos países. Decapitar al líder del movimiento, y luego comprar a todos los demás suele ser un procedimiento operativo estándar”.
Si en África se registran menos muertes de activistas ambientales, quizás no se deba sólo a la falta de información o al escaso conocimiento de los derechos entre las víctimas, sino también a que los gobiernos suelen ser propietarios de las tierras y los bosques, apartando así de la contienda a las poblaciones rurales más pobres. Mientras que en Asia los bosques, por ejemplo, son administrados por el Estado en un 66%, y en América latina en un 33%; en África la proporción alcanza el 98%.
Pero más allá del África, desde Perú a Camboya, los acuerdos entre gobiernos y grandes corporaciones que se reparten las tierras y los recursos suelen prescindir de la opinión de las comunidades locales que viven en esas tierras. Y de esos recursos. Entonces, se suceden las protestas, los desalojos traumáticos, la violencia y las muertes.
Brasil, Camboya, Colombia, Indonesia, Perú y Filipinas son los países donde resultan más frecuentes los crímenes cometidos por uniformados que actúan por cuenta de intereses privados, o directamente en nombre de los gobiernos. En Filipinas, donde la “desaparición involuntaria” es considerada delito desde hace muy poco tiempo, ninguno de los 67 crímenes registrados ameritó siquiera un juicio.
Global Witness no alcanza a contar los muertos, pero sí puede “afirmar con una fuerte convicción que estamos ante una situación mundial dramática que se agrava, y que los gobiernos de varios países, las empresas y la comunidad internacional, tienen la obligación de tomar medidas específicas para poner fin a la violencia, la intimidación y el asesinato contra personas que deberíamos celebrar como héroes”. Pero que son mártires.
El caso Brasil. Acaso las dimensiones continentales de su población y su territorio, podrían explicar en buena medida por qué Brasil ocupa el primer lugar en la lista letal de Global Witness con el 50% de los homicidios: 448 sobre 908 constatados. Pero quizás ocuparía el mismo lugar si territorio y población se redujeran a su cuenca amazónica y los incontables tesoros de su biodiversidad; conjunto de maravillas, y de tragedias.
Incluso quizá bastarían nada más que sus árboles: en 2012, la deforestación del Amazonas causó el 68% de los asesinatos de ambientalistas en la región.
El doctor Clifford Welch, profesor de Historia Contemporánea de Brasil en la Universidad de California, considera muy lógica la masacre: “El modelo actual de utilización de la tierra prioriza la producción de insumos básicos y las grandes propiedades rurales, en tanto desvaloriza la naturaleza, el medio ambiente y las fuentes de agua. Y así, por carácter transitivo, desvaloriza a los seres humanos que viven en y de esos lugares”.
Frontera y fusión de las luchas por los derechos de las poblaciones aborígenes y los derechos ambientales, el Amazonas concentra todas las pujas. Pero allí, el procedimiento también es estándar. Después de los crímenes, el hostigamiento y/o los destierros forzados, llegan las grandes madereras y entonces la deforestación abre paso a los ganaderos y los sojeros.
En los últimos años, y pese a todos los esfuerzos oficiales y no para reducir la explotación forestal en la región, la deforestación amazónica aumentó. Sólo en 2013 creció un 28%.
El 61% de ese total se dio en dos de los estados de mayor violencia contra activistas: el 41% en Pará, y el 20% en Mato Grosso do Sul.
No sorprende tampoco advertir que en Mato Grosso do Sul, por ejemplo, la estructura económica del Estado depende casi en su totalidad de los intereses agrícolas, y por lo tanto también su clase política. Frente a todos ellos, las comunidades aborígenes que habitan desde siempre la región casi no pesan, por no decir no importan. La mitad de los activistas asesinados en Brasil durante 2012 cayeron allí. Así como otros 250 ambientalistas aborígenes muertos entre 2003 y 2010, muchos de los cuales no entraron en la lista de Global Witness.
A pesar del incuestionable crecimiento y las mejoras sociales ostentadas por el Brasil en los últimos años –y debido en buena medida a las exportaciones agrícolas–, todavía amplios sectores de la población siguen en la pobreza, y el mayor volumen de alimentos que consumen es producido en pequeñas y medianas explotaciones. Lo cual genera un inmediato conflicto entre los agricultores de subsistencia y las comunidades indígenas, con los grandes latifundios multinacionales. Y la guerra es a muerte.
En abril de 2013, una comisión de galardonados con el Right Livelijood –suerte de Nobel alternativo entregado por el Parlamento sueco– viajó hasta la Amazonía brasileña en apoyo de comunidades amenazadas y en reclamo de justicia. Entre ellos estaba el argentino Raúl Montenegro, presidente de la Funam (Fundación para la Defensa del Ambiente) de Córdoba. A su regreso, contaba: “Grupos armados llegaron a mantener sitiada una comunidad entera bajo una lluvia nocturna de disparos y bombas de estruendo en el campamento del MST (Movimiento Sin Tierra) Frei Henri de Roisiers, en Pará”. Y más: “También encontramos que empresas, como el grupo Santa Bárbara, aplican plaguicidas por vía aérea, y que ese veneno llega con total impunidad a los niños y a todos los pobladores de las comunidades campesinas, sin control del Estado y sin que haya estudios epidemiológicos ni ambientales”. Y peor: “La situación es verdaderamente dramática en el campamento del MST Helenira Resende. Los nuevos métodos para amedrentar y ahuyentar campesinos ahora combinan balas y venenos”.
La delegación denunció, además, que al menos cuatro militantes del MST se encuentran en la mira de los grandes terratenientes, quienes habrían ofrecido más de 38.000 euros por la cabeza de cada uno de ellos. Preferentemente muertos.
El profesor Clifford Welch dice que “en los últimos años es posible trazar un mapa de esas muertes a partir del aumento en la producción de agrocombustibles. Sobre todo en la región centro-oeste, donde la densidad de indígenas es mayor y las corporaciones del agronegocio manejan las estructuras políticas y jurídicas”.
El 6 de agosto de 2013 aparecía muerto y torturado en Río de Janeiro el biólogo español Gonzalo Alonso Hernández, justamente en una cascada del Parque Cunahmbebe, que él mismo defendía de cazadores furtivos y pirómanos pagos por los ganaderos del lugar.
Amazonas o no, indios o no, lo que importa es la tierra. Gente sobra.
Nada que hacer. En diciembre de este año, representantes de gobiernos de todo el mundo se reunirán para las próximas conferencias sobre el clima en la ciudad de Lima, Perú. No se prevén medidas urgentes. Por el contrario, se espera una vez más discusiones sobre las variadas, posibles e hipotéticas formas de salvar el planeta. "En cuanto al asesinato y la intimidación de los ciudadanos comunes que defienden realmente el medio ambiente y la Tierra –advierte en su informe Global Witness–, continuarán siendo ignorados."
En una de sus reflexiones públicas más célebres, Chico Mendes decía: “Al principio creí que luchaba para salvar las serengueiras. Después pensé que luchaba por salvar la Floresta Amazónica. Ahora sé que lucho por salvar la humanidad”.
Esa lucha le costó la vida. Y nadie hizo nada. Y desde entonces, dos o tres veces por semana, Chico vuelve a morir. Y nadie hace nada.