lunes, 16 de octubre de 2017

Madeja.

La pulsión del amor, tánatos a su lado.
Padre suyo, en la danza el llanto.
Viaje de sus almas.
GB

ESPECIALES DE P12 26 de mayo de 2017 1997 El año de los piquetes

“Hay que estar siempre del lado 
de los oprimidos..., pero sin 
olvidar jamás que están hechos 
con el mismo barro que los 
opresores.” Emile Cioran
Era una mañana de sol, llovían piedras y balas en Neuquén. Casi todos los manifestantes retrocedían ante policías y gendarmes armados, ella avanzaba sobre la ruta 17. ¿Por qué? ¿A dónde iba? Nunca pudo explicarlo. De pronto trastabilló, cayó al suelo. Una bala 9 mm., disparada por un policía, le había atravesado el cuello después de rebotar en el piso. El asesino nunca tuvo nombre (el crimen sigue impune), pero desde esa mañana del 12 de abril de 1997 el nombre de ella es símbolo y cifra de los movimientos de desocupados que encontraron en los piquetes una manera de ser escuchados por la sociedad que preferiría acallarlos. Teresa Rodríguez tenía 24 años.

Desde los márgenes

Lejos de las grandes ciudades, fuera de foco para los medios de comunicación masivos, en las fallas de un sistema de representación fallido, hace veinte años pueblos olvidados e invisibilizados por el poder se sublevaban contra el destino que les imponía el régimen neoliberal desde principios de los 90, víctimas directas de la privatización y el desguace de las grandes empresas estatales que, durante décadas, habían sido la matriz de tantas comunidades. Desde los márgenes, los desocupados y sus familias gestaban movimientos sociales que llegarían al centro, a descomponer el ritmo incesante de la máquina productiva. Como no podían hacer huelga, porque no tenían trabajo sino que lo reclamaban, salieron a la calle a interrumpir la circulación de cuerpos y mercancías. Si desde la restauración democrática la protesta social se había limitado, con pocas excepciones, a las manifestaciones de trabajadores agremiados y militantes de derechos humanos, los movimientos de desocupados renovaron el ejercicio de la política en la calle, la que pone en cuestión a la democracia delegativa, esa empobrecida e interesada ilusión que reduce la vida política al voto. El precio fue hacerlo bajo una constante amenaza represiva. En los años siguientes, los movimientos de desocupados se extenderían por toda la Argentina, en particular por el conurbano bonaerense, y serían decisivos para la historia nacional: basta considerar su participación en las rebeliones de 2001 y 2002 o el arraigo y persistencia del piquete como modalidad de protesta.

Los fogoneros

Teresa Rodríguez fue asesinada durante la segunda pueblada de Cutral Có y Plaza Huincul. La primera había estallado algunos meses antes, en junio de 1996. Cuatro años después de las privatizaciones de YPF y de Gas del Estado, ya se habían desvanecido las promesas con que el discurso oficial había decorado el sacrificio de los trabajadores al mercado desregulado. El desempleo era altísimo en la zona, las indemnizaciones ya se habían consumido. En una situación que se replicaría en otras localidades, los habitantes de Cutral Có y Plaza Huincul –generaciones de trabajadores bien pagos, con estabilidad laboral y derechos institucionalizados– no estaban dispuestos a perder tan mansamente sus condiciones de vida. El estallido se produjo cuando la gobernación de Neuquén canceló la instalación de una planta agroquímica, un horizonte posible de empleo. Desde el jueves 20 de junio y durante seis días, hombres y mujeres cortaron rutas y calles en más de veinte lugares para reclamar trabajo. Improvisaron fogatas para pasar las noches del invierno patagónico. Todavía no se los llamaba piqueteros, eran fogoneros. La provincia y el gobierno nacional de Carlos Menem enviaron policías y gendarmes para desalojarlos: el problema social entendido como problema criminal. Finalmente, el gobernador Felipe Sapag debió negociar; se declaró a la zona en emergencia social, se diseñaron programas de asistencia, se prometieron obras públicas... Ese modelo de doble respuesta del Estado también se replicaría, en tensión entre la represión y el asistencialismo. De todos modos, aquella tregua terminó en abril de 1997, cuando el conflicto social se amplió y sobre la ruta se plantaron trabajadores estatales y docentes junto a los desocupados.

La ruptura del fatalismo

Casi para la misma época, pero lejos, en Francia (lo que evidencia cierto rasgo estructural del capitalismo global), Pierre Bourdieu hablaba ante un grupo de desocupados organizados y los definía como “un verdadero milagro social”. “La primera conquista de este movimiento es el movimiento mismo: su mera existencia saca a los desempleados y, con ellos, a todos los trabajadores precarizados, cuyo número crece cada día, de la invisibilidad, del aislamiento, del silencio, en resumen, de la inexistencia”, recuperan el orgullo personal y una identidad, y “sobre todo nos recuerdan que una de las bases del actual orden económico y social es el desempleo masivo y la amenaza que eso implica para todos los que aún tienen trabajo.” Por eso, decía Bourdieu, “la movilización de aquellos cuya existencia constituye el factor principal de desmovilización es el más extraordinario aliento a la movilización, a la ruptura con el fatalismo político”.

Autonomía, heteronomía

La ecuación que sumaba ajuste en el sector público y privatización de empresas estatales, desempleo masivo, economías regionales devastadas por la desregulación, desindustrialización, cierre de ramales ferroviarios, entre otros factores, tuvo el mismo resultado en el sur y en el norte del país. La revuelta pionera quizá haya sido la de las mujeres de los mineros de Sierra Grande, Río Negro, en 1991, que cortaron la ruta 3 tras el cierre de Hypasam. Después de las protestas registradas en Neuquén, en mayo del 97 los piquetes en rutas y calles se repitieron en Salta y Jujuy: General Mosconi, Tartagal, San Salvador, Ledesma... Una experiencia peculiar, que todavía perdura, es la Unión de Trabajadores Desocupados (UTD) de Mosconi, la organización comunitaria que construyeron ex trabajadores de YPF, otros desempleados y jóvenes precarizados sin trayectoria laboral. En sus dos décadas de historia, la UTD ha logrado articular acciones de protesta como los piquetes, en reclamo de asistencia estatal, con acciones colectivas autónomas que tuvieron y siguen teniendo “un claro sentido de disputa territorial” –como observó Norma Giarracca–, en conflicto con el propio Estado y con los actores y las corporaciones del modelo extractivo de recursos naturales, sea petróleo o soja. Hoy, con un Estado otra vez en retirada, la UTD subsiste con la producción cooperativa de sus granjas, huertas y talleres.

Pensamiento insurgente

La emergencia en América latina, desde fines del siglo XX, de movimientos sociales como las organizaciones de desocupados, campesinos o pueblos originarios, renovó las prácticas políticas, las formas de sociabilidad y también los debates del pensamiento crítico. Propició, en palabras de Boaventura de Sousa Santos, un proceso de descolonización del saber y de reinvención de la emancipación social, una epistemología del sur, cuyo destino aún se está escribiendo.

Sin fin.

Llanura, la verdad.
Solo, el explicar.
Mitos, las ellas.
Sin aire, el respirar.
Palabras, los poliedros.
Fuiste, hija corazón cuna.
Gotas, tu lluvia de risas.
Musiquero, noche tras noche como conjuro para que te quedaras acá.
La piel/ el alma procesión/ los ojos colmena/ enero sol de campo/
vendimia tus cabellos/ alitas tus manos/ amén la diáspora de tu cuerpito/
Dónde voy con la Historia/ los lobos/ las luchas/ las palabras/las estaciones/
los amores desván/los silentes agujeros/ los compañeros del '79/naciste ahí/
Foto, las vías.
GB

CASH 15 de octubre de 2017 Es la demanda, querido Por Claudio Scaletta

La economía llegará a las elecciones en plena primavera, literalmente. Los datos a julio mostraron un crecimiento del 2,1 por ciento en la actividad, del 1,7 en el empleo y del 1,4 en la producción industrial (hasta agosto). No son para saltar en una pata, pero suficientes para crear un clima mediático de bonanza. Tras el desplome inducido en 2016, el trabajo sucio realizado por Alfonso Prat-Gay, ninguno de los datos de 2017 sale bien parado respecto de 2015, situación que da lugar a la muletilla opositora del “rebote estadístico”. Tal rebote existe. Se trata de un fenómeno propio de los ciclos económicos vinculado a la comparación contra bases interanuales deprimidas, pero de ninguna manera la comprensión del presente puede agotarse en este fenómeno de patas cortas.
Durante el primer año largo de la actual gestión la oposición también presumió que el gobierno aplicaba una política económica equivocada que llevaba a resultados que no eran los esperados, es decir que estaba inmerso en una suerte de “ceguera ortodoxa”. La secuencia era mala teoría, entonces malos resultados. Sin embargo, resulta evidente que no es así, que ninguna medida aplicada se encuentra escindida del control de sus fines. Nada de lo que sucede es resultado del error, más allá de que el propio oficialismo por momentos atribuya a equivocaciones los excesos transitorios en su velocidad de avance, como ocurrió por ejemplo con los aumentos tarifarios. El gobierno conduce, con plena conciencia de causas y efectos, un modelo de desarrollo y, por extensión, una forma de inserción en el mundo y en la división internacional del trabajo, que implica una transformación estructural de la economía, con ganadores y perdedores.
La economía llegará a las elecciones en plena primavera, literalmente. Los datos a julio mostraron un crecimiento del 2,1 por ciento en la actividad, del 1,7 en el empleo y del 1,4 en la producción industrial (hasta agosto). No son para saltar en una pata, pero suficientes para crear un clima mediático de bonanza. Tras el desplome inducido en 2016, el trabajo sucio realizado por Alfonso Prat-Gay, ninguno de los datos de 2017 sale bien parado respecto de 2015, situación que da lugar a la muletilla opositora del “rebote estadístico”. Tal rebote existe. Se trata de un fenómeno propio de los ciclos económicos vinculado a la comparación contra bases interanuales deprimidas, pero de ninguna manera la comprensión del presente puede agotarse en este fenómeno de patas cortas.
Durante el primer año largo de la actual gestión la oposición también presumió que el gobierno aplicaba una política económica equivocada que llevaba a resultados que no eran los esperados, es decir que estaba inmerso en una suerte de “ceguera ortodoxa”. La secuencia era mala teoría, entonces malos resultados. Sin embargo, resulta evidente que no es así, que ninguna medida aplicada se encuentra escindida del control de sus fines. Nada de lo que sucede es resultado del error, más allá de que el propio oficialismo por momentos atribuya a equivocaciones los excesos transitorios en su velocidad de avance, como ocurrió por ejemplo con los aumentos tarifarios. El gobierno conduce, con plena conciencia de causas y efectos, un modelo de desarrollo y, por extensión, una forma de inserción en el mundo y en la división internacional del trabajo, que implica una transformación estructural de la economía, con ganadores y perdedores.
PUBLICIDAD
Es necesario repetirlo para entender lo que sucede. El “veranito preelectoral” que hoy se vive es el resultado de decisiones gubernamentales. La administración que en el discurso exalta la necesidad de promover condiciones favorables por el lado de la oferta, los objetivos ideológico–pecuniarios de bajar los costos de producción por el lado de los salarios y los impuestos, eso que eufemísticamente se denomina generar un buen “clima de negocios”, sabe que la única forma de que la economía crezca es impulsando la demanda, cosa que hizo calculadamente para llegar con buenos números a las elecciones de medio término, brindando los elementos indispensables para que el aparato mediático paraoficialista pueda construir un escenario de optimismo. Sin embargo, la misma naturaleza de las transformaciones y sus resultados permiten prever que el impulso a la demanda comenzará a diluirse rápidamente después de las elecciones.
La pregunta, entonces, es cuáles son los componentes por el lado de la demanda que impulsaron transitoriamente el Producto. En una primera aproximación es posible identificar rápidamente, en orden de importancia: la obra pública, la entrada en vigencia de las recomposiciones salariales de las paritarias, el crédito al consumo, la postergación de los aumentos tarifarios, el consumo de bienes suntuarios, con alto componente importado, y el efecto riqueza de la fiesta financiera del endeudamiento interno.
Por su propia naturaleza, sobre el final del año parte de estos componentes comenzarán a desaparecer, especialmente los que inciden sobre el Consumo, que a pesar de recuperare en el tercer trimestre respecto del segundo, se encuentra todavía 4,1 por ciento abajo del pico del cuarto trimestre de 2015, según la medición del ITE-Fundación Germán Abdala. El efecto paritarias es estacional, y si bien tiene incidencia en el ciclo los ajustes salariales, desde diciembre de 2015 se mantienen por debajo de la inflación. La demonización iniciada contra el movimiento obrero, la reforma laboral en gateras y el anuncio de una inflación irreal para un año en el que seguirán los ajustes de los precios relativos permiten prever una continuidad regresiva en materia de distribución del ingreso. A ello se sumará el impacto de las tarifas, no solamente porque ya se anunciaron nuevos aumentos post octubre, sino porque se pospuso el pago de los consumos invernales de gas, que se abonarán en cuatro cuotas, siempre después de las elecciones. Los estrategas de campaña de Cambiemos parecen tener muy claro que el votante medio no politizado, es decir el que está en disputa, no calcula a mediano plazo, sino que se conduce por sus sensaciones inmediatas. Irá a votar sin el peso del principal servicio sobre su bolsillo del mes. A esto se habrá sumado en las clases medias el escapismo transitorio del crédito al consumo, que llegó incluso a los jubilados. Los gastos con tarjeta de crédito vuelan, pero el proceso de endeudamiento tiene un límite, no podrá seguir desconectado de los ingresos reales indefinidamente, aunque probablemente dé lugar a la reaparición de un fenómeno típico de la última década del siglo XX, el “voto cuota”. También fue el aumento del crédito hipotecario el que dinamizó el mercado inmobiliario, aunque su efecto sobre la actividad de la construcción no es pleno, ya que a diferencia de la vieja metodología del ProCreAr, no se destina solamente a unidades nuevas. También impulsa la compra de unidades usadas y con ello sus precios. Los créditos prendarios, en tanto, explican parte de la recuperación de las ventas de autos, una demanda que se completa con el efecto riqueza de los ganadores del modelo y que se refleja en la recuperación parcial de la producción automotriz.
Sintetizando, de los componentes iniciales con seguridad quedarán sólo dos, la continuidad de la obra pública y el consumo suntuario. El Presupuesto 2018 no brinda especiales esperanzas para la primera ya que la inversión pública se mantendrá en el 1,9 por ciento del PIB. Las dudas, que serán despejadas por el resultado electoral, residen en la velocidad que se imprimirá a los “ajustes pendientes”, es decir en cómo las reformas laboral, fiscal y previsional preanunciadas impactarán sobre los ingresos de las mayorías. El escenario de fondo, en tanto, sigue siendo el de siempre, la profundización de la dependencia con la entrada de capitales en un marco de déficit estructural de la cuenta corriente y un mercado laboral en descomposición, con aumento persistente de precarización y el monotributismo.

CASH 15 de octubre de 2017 La clase media y el macrismo Clasistas al palo

La irrupción del peronismo significó un desafío para los intelectuales de  izquierda. La lógica movimientista escapaba a los cánones clásicos del esquema clasista. En ese marco, el “hecho maldito del país burgués” cosechó apoyos y rechazos variados en la izquierda. Los que abrazaron al nuevo movimiento plantearon que, en las naciones periféricas, la contradicción principal era nación versus imperio. La histórica oposición proletariado– burguesía quedaba relegada a segundo plano. Desde entonces, mucha agua corrió debajo del puente. La sociedad argentina y mundial es más compleja que hace setenta años. Por caso, la influencia cuanti y cualitativa de los estratos medios es mucho más relevante que antaño. 
Definir que se entiende por clase media no es tan simple. En algunos casos, los investigadores priorizan la utilización de dimensiones objetivas (ocupación, ingreso, educación, consumo). Otros, en cambio, focalizan el análisis en aspectos subjetivos (valores, aspiraciones, estilos de vida). Esa distinción entre clase media “documentada” y aspiracional es analizada en detalle en numerosos papers académicos.
Hace unos años, el Banco Mundial cuantificó la expansión de los estratos medios latinoamericanos en la etapa 2003–2009. La metodología utilizada por el BM fue cuantitativa: incluyó las personas cuyos ingresos se encontraban entre 10 y 50 dólares diarios. En ese informe, el organismo resaltó la expansión de los sectores medios en la Argentina (25 por ciento) gobernada por CFK y en el Brasil de Lula (22 por ciento). La participación porcentual de la clase media latinoamericana –en relación con la población total– resultaba elevada en Uruguay (48,1 por ciento), Argentina (48,0), Chile (42,3) y Costa Rica (37,2).
El porcentaje de argentinos “clasemediero” varía según la metodología utilizada. El porcentaje comprendido en ese universo tiende a subir cuando se trata de mediciones “aspiracionales”. Por ejemplo, una encuesta del Observatorio Electoral Consultores, realizada en julio de 2016, reveló que el 73 por ciento de los argentinos se autoperciben como de clase media.
Más allá del número, lo que resulta claro es que cualquier fuerza política con vocación de poder está obligada a seducir a los sectores medios. En las últimas Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias, el apoyo electoral de las clases medias urbanas y rurales resultó central para la consolidación de la Alianza Cambiemos. En particular, la Pampa Húmeda se constituyó en el centro geográfico del bloque histórico que respalda al oficialismo.
“Cambiemos es una propuesta tremendamente clasista”, es la ajustada definición del economista Eduardo Basualdo. Lo cierto es que la direccionalidad de las políticas públicas macristas, en beneficio de la elite económica, no impidió el respaldo de amplios estratos medios. “Una paradoja del populismo es que la aspiración clasemediera de las mayorías populares conspira contra la estabilidad de su propia base electoral. El kirchnerismo, en su fase final, los irritó con un discurso demasiado orientado a los pobres y a los obreros. La llegada de Macri fue una revancha de la clase media; el de Cambiemos se convirtió en “su” gobierno. Y desde ahí, el discurso cambiemita apela a los aspiracionales. “Ahorrar para comprar una casa”. Servicios, créditos y “vamos juntos”. Juntate a nosotros. Formemos una mayoría. En eso están”, explica Julio Burdman en Clase 73 publicado en El Diplo, edición 219.
@diegorubinzal

Guerrilla.

Pólvora, el dedo.
Fijo, el iris.
Orificio, la sangre.
Uniforme, la vereda.
Volantes, la sombra.
Cuerpo, el azul.
Aliento, mi boca.
Pintada, el paredón.
Un día mas hacia adelante.
GB

CASH 15 de octubre de 2017 Disminución del gasto en términos reales y tarifazos El ajuste que se viene

Según el proyecto de ley del Presupuesto 2018, se estima un déficit primario de 4,2 por ciento del PIB para este año. Según lo informado por el Ministerio de Hacienda hasta junio de 2017 y proyectando hasta fines de diciembre, con la variación del Índice de Precios al Consumidor comunicado en el nuevo presupuesto del 24,5 por ciento para este año, el resultado fiscal primario será deficitario será de 5,48 por ciento del PIB. Esto resulta de tomar el Producto corriente estimado por Hacienda de 10,28 billones de pesos. Por lo que el ajuste que deberá hacer el gobierno, luego de las elecciones del 22 de octubre, será de 153.668 millones de pesos (equivalente a 8741 millones de dólares) para cerrar el 2017 con el déficit primario pautado. Lo que significa que habrá un ajuste del 1,49 por ciento del Producto a fin de año.  
A este déficit habrá que agregarle el pago creciente de intereses de deuda pública, estimado en 224.306 millones de pesos, por lo que el resultado financiero será del 7,93 por ciento del PIB, el tercer más alto de los últimos 56 años. En las últimas seis décadas en la Argentina, que se llegaron a resultados similares, significaron cambios bruscos en la conducción política del país.+
Hay que sumarle a estos resultados, el déficit cuasifiscal, estimado en 1,95 por ciento del PIB, que es el resultado del modelo económico del gobierno, donde la tasa de las letras del Banco Central (Lebac) es el principal negocio, por encima de la actividad productiva.
Por otro lado el déficit de la cuenta corriente, estimado en el proyecto de presupuesto de 4500 millones de dólares para 2017, lo que representa el 0,73 por ciento del PIB. Esto se debe al proceso de apertura de las importaciones con la finalidad de calmar el animal spirit de los empresarios industriales nacionales con la amenaza de cerrar sus propias industrias si aumentaran los precios de los bienes producidos en el país. Aunque en la realidad no se verifica el descenso de los precios.  
Se proyecta que el saldo de la balanza comercial continuará siendo negativos hasta el 2021, sumando un rojo acumulado de 30.600 millones de dólares en los próximos cinco años. 
Este rojo fiscal, comercial y la fuga de capitales ha sido financiado con un aumento vertiginoso de la deuda pública, llegando según el proyecto de Ley del Presupuesto a 153.900 millones de dólares con privados y organismos internacionales. Que sumados a la deuda intrasector público (deuda con Anses, Banco Central y Banco Nación) sumarían 317.000 millones de dólares, el 58,7 por ciento del Producto para 2017. En la gestión anterior a octubre de 2015, la deuda en divisas con privados y organismos multilaterales y bilaterales era 91.798 millones de dólares (15,7 por ciento del Producto) y el ratio de deuda total sobre PIB era del 43,5 por ciento.

Reformas

Desde los sectores que han venido financiando al actual gobierno se ha pedido los ajustes estructurales que serían necesarios para hacer viables las cuentas públicas. El ajuste prometido desde Hacienda significaría hacer recortes que pondrían en cuestión la viabilidad política, social y económica del país. Si bien desde el gobierno afirman que se harán las “reformas correctas”, la resistencia social a los recortes podría hacer eclosión en medio de la implementación del ajuste del gasto público.
La lógica más elemental señala que la forma de financiar estos desequilibrios las tendría el Banco Central, ya que podría refinanciar pasivos a tasas viables para el Tesoro Nacional. La mirada ortodoxa de las metas de inflación y de la caída de la emisión monetaria, como única forma de bajar los precios, tiene como contrapartida financiar los pasivos fiscales con endeudamiento en divisas con privados. El fin de estas políticas, que actualmente están hipotecando el futuro de varias generaciones, las tienen los prestamistas, que ya han anunciado que el Estado Nacional, las provincias y los municipios deberán ajustar sus gastos ya que la viabilidad del financiamiento se estaría convirtiendo en insostenible.
Los límites a las políticas de ajuste los tiene el conjunto de la sociedad, que deberá mostrar su negativa a políticas que tendrán como consecuencias el hundimiento del consumo, de la inversión, del empleo y de la destrucción de las políticas sociales. La idea impuesta desde los medios de comunicación de la meritocracia y del esfuerzo personal como medida del propio éxito personal, tienen un límite cuando el desempleo se convierte en insostenible.

Perjudicados

Los recursos girados a las provincias y las transferencias para los subsidios de los servicios públicos aparecen en el proyecto de Presupuesto 2018 como los más afectados. Las provincias deberían recibir en términos reales un 24,5 por ciento más que lo que percibieron en el 2016, para no tener una caída real en sus ingresos. Esto significa que debieran recibir en conjunto aproximadamente 104.022 millones de pesos en 2017, en concepto de transferencias corrientes. El presupuesto estima que las provincias recibirán sólo 68.882 millones de pesos este año. Por lo que dejarán de percibir 35.140 millones de pesos, con una caída real del 34 por ciento. Esto debiera significar un poderoso llamado de atención para los gobernadores que han estado dudando sobre las verdaderas características del gobierno nacional y que deberán decidir mediante sus diputados y senadores nacionales si aprueban tal manotazo a sus recursos provinciales. 
Los subsidios económicos a la energía, transporte y otras funciones anunciados en el Presupuesto 2018 se pautan en 234.220 millones de pesos, cuando para mantener su poder adquisitivo real igual con respecto al 2016, debieran de ser de aproximadamente de 623.629 millones de pesos, suponiendo que no hubiera habido ningún aumento de tarifas en este año. Se puede ver los ajustes tarifarios que faltan por venir. 
La caída del Gasto Público, como componente esencial de la demanda agregada, producirá una caída abrupta del Producto Bruto, con consecuencias en el aumento de la pobreza, la marginalidad, el desempleo y en las condiciones de vida de la población. Los paquetazos neoliberales ha significado círculos de ajustes por las consiguientes caídas de los ingresos fiscales ante los sucesivos retrocesos de la demanda. Las recetas neoliberales para equilibrar las cuentas públicas han producido a lo largo de la historia el empeoramiento de las condiciones laborales, el ataque a las organizaciones sindicales y la persecución de las organizaciones sociales. 
El entramado social, laboral y económico está en riesgo si se convalidaran en las próximas elecciones las políticas propuestas por el actual gobierno nacional.
* Magister en Finanzas (UNR).